Anuncio

Columna: Es sobreviviente de cáncer, se unió al ensayo de la vacuna contra el coronavirus y fue parte del logro de Pfizer

Supt. Dan Stepenosky of the Las Virgenes Unified School District is given a nasopharyngeal swab test to detect COVID-19
Dan Stepenosky, de Calabasas, participa en un ensayo de vacunas contra el coronavirus como parte de un estudio de Pfizer que arrojó resultados positivos.
(Dan Stepenosky)

Padre e hija participaron en un ensayo de vacuna en el hospital Kaiser. El lunes, Pfizer anunció su éxito

Share via

Hace tres meses, Dan Stepenosky, un sobreviviente de cáncer de colon, se ofreció como voluntario para ayudar a probar una vacuna en desarrollo para detener la propagación del coronavirus. El mes pasado, su hija adolescente, Kearston, se sumó a la prueba.

Para el veterano educador, de 52 años de edad, unas pocas semanas de dolores y molestias fueron un pequeño precio a pagar por ser parte de la vanguardia que lidera el camino para combatir el COVID-19.

Hoy, este padre y su hija, ambos de Calabasas, saborean la noticia de que la vacuna que recibieron —desarrollada por Pfizer y probada localmente a través de Kaiser— fue un 90% efectiva para proteger a las personas de la transmisión del virus en ensayos globales y podría comenzar a producirse a finales de año.

Anuncio

“Creo que hicimos la apuesta correcta”, señaló Stepenosky, cuando se conoció la noticia. “Odiaba estar aquí durante todo abril, mayo y junio, viendo las noticias y sintiendo que debía hacer algo al respecto”.

Dan Stepenosky is given a swab test to detect COVID-19 by phlebotomist Rita Moisson in Calabasas.
Dan Stepenosky aceptó unirse al ensayo de la vacuna a pesar de ser un sobreviviente de cáncer; “creo en la ciencia”, remarcó.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

El hombre se enteró de las pruebas por un amigo médico, el verano pasado. “Me inscribí pero pensé que me rechazarían, que el antecedente de cáncer me eliminaría de entre los participantes”, comentó. Sin embargo, avanzó en el proceso y recibió la primera de sus dos inyecciones el 31 de agosto pasado. El estudio fue doble ciego, por lo cual no tiene idea de si le aplicaron la droga real o un placebo.

El proceso en sí no es particularmente difícil. “Te dan una inyección, te controlan durante media hora. Luego te envían a casa y debes registrarte semanalmente en una aplicación e informar de cualquier síntoma”, detalló Stepenosky. “En caso de síntomas, tienen un kit de autohisopado, que te envían mediante UPS”.

Hay seis visitas al consultorio, con análisis de sangre incluidos, para verificar si el participante está acumulando antígenos. A él le quedan tres más por delante.

Más allá de eso, se anima a las personas a llevar una vida normal. “No quieren a alguien que se quede en casa y esté aislado”, expuso. “No sirve de nada si no sales; si te pones en cuarentena”.

Entre las mayores preocupaciones del incendio de Bobcat - ahora uno de los más grandes en la historia del condado de Los Ángeles - ha sido el Monte Wilson.

Sep. 28, 2020

Stepenosky se mostró un poco reacio a decirles a sus amigos y compañeros de trabajo que había aceptado probar la vacuna. “No quería asustar a nadie”, remarcó. Pese a ello, sintió algún rechazo, incluso de su hermano, quien es radiólogo. “Me dijo: ‘¿Por qué haces esto? ¿Qué es lo que obtienes a cambio?”.

Algunas personas pensaban que no debía correr riesgos innecesarios. “Te dicen: ‘Es increíble, estoy asombrado’. Y otros piensan: ‘Eres un idiota’”. Pero Stepenosky es un ex profesor de física de preparatoria, que no se deja influir por las opiniones de los demás sobre el coronavirus. “Creo en la ciencia y en la medicina; así que estoy totalmente convencido de hacerlo”.

En realidad, él esperaba sufrir algunos efectos secundarios cuando la vacuna entrara en acción. “No quería el placebo”, destacó.

Pero cuando sus músculos empezaron a molestarle, unos días después, el dolor era tan leve que no supo “si era solo por tener 52 años o si estaba pensando demasiado en el tema”, reconoció. Los dolores disminuyeron y fluyeron, “y durante tres semanas seguidas, me pregunté, ¿[la vacuna] está haciendo esto, o mi cuerpo me está jugando una mala pasada?”.

Lo resistió con tanta calma que su hija, Kearston, de 16 años, también quiso sumarse. La joven está en tercer año en Calabasas High, es estudiante de honor y capitana del equipo de baloncesto, y está decidida a “hacer todo lo posible para ser esa pequeña estadística que nos ayude a volver a la escuela y al deporte”.

Su padre no estaba de acuerdo, en primera instancia. “Le preocupaba”, dijo, “que pudiera terminar faltando mucho a la escuela”. Pero su madre, Sharon, habló con los médicos y animó a Kearston a seguir adelante. “Tengo una cierta confianza en las organizaciones, en Kaiser y Pfizer”, comentó Sharon Stepenosky. “Alguien tiene que hacerlo, si queremos que este proceso avance. Creo que es genial, ella es valiente. Entonces, cuando la vacuna esté disponible, tal vez la gente no tenga miedo”.

Para su hija, las consecuencias de la inyección resultaron bastante humillantes. “En cierto modo, me inscribí pensando que podía ser divertido”, admitió Kearston con pesar. “Claramente fui un poco ingenua”.

Terminó enferma y exhausta durante días, con dolores de cabeza, escalofríos y dolores corporales. “No estaba asustada”, insistió. “Fue un inconveniente, más que nada”.

Aún así, para una joven que aspira a tener una carrera médica, la experiencia valió la pena. “Fue genial observar las pruebas de cerca, con sus desafíos y problemas, y lo completo que fue todo”, destacó. “Poder jugar al conejillo de indias para algo tan importante, fue muy motivador para mí”.

Y entre sus compañeros, inesperadamente se convirtió en un modelo a seguir. “La mayoría de mis amigos se sorprendieron un poco cuando les dije lo que planeaba hacer”, relató. No podían creer que sus padres la dejaran. Sonaba tan aterrador, le decían. “Estaban bastante asustados... Pero cuando les expliqué por qué quería hacerlo, me apoyaron mucho”, agregó. “Algunos incluso se acercaron a mí. Creen que es realmente importante y también quieren hacerlo”.

Cuando me enteré del caso de Stepenosky, hace dos semanas, admiré sus agallas, pero consideré su confianza un poco arrogante. ¿No había sido suficiente su lucha contra el cáncer? ¿Por qué arriesgar su salud de nuevo por algo que no solo no ha sido probado sino que está envuelto en sospechas?

A pesar del consenso científico de que una vacuna es la única forma de librarnos del aprendizaje en línea, las mascarillas faciales, el cierre de negocios y el distanciamiento social, solo la mitad de los estadounidenses afirman tener la intención de vacunarse una vez que se aprueba la inmunización. La proporción es menor que la registrada en las encuestas de mayo pasado, cuando más del 70% señalaba su adhesión.

Y eso significa que el problema son las personas como yo, que no siempre confían en las grandes farmacéuticas y no creen que los avances médicos se distribuyan de manera equitativa.

Un médico de Brawley detalla el agotador camino de vuelta a la vida después de 52 días pasados en una máquina de salvar vidas.

Oct. 7, 2020

Casi tres cuartas partes de los escépticos encuestados relacionan su desgano con temores sobre los efectos secundarios y dudas sobre la eficacia de una vacuna. Otros no confían en el proceso, dada la forma en que se ha politizado el virus. Les preocupa que se pueda lanzar una vacuna al mercado para causar un impacto político.

Para algunos, esa es una razón para descartar la participación en ensayos. Pero también es lo que ayudó a persuadir a Stepenosky de arriesgarse. “Una gran parte de esto es que no hay mucha confianza debido al presidente”, comentó. “Cuando los políticos pierden la confianza de la gente, estamos en problemas. Tenemos que probar estas vacunas. No podemos esperar”.

Pero también tuvo una razón práctica para convertirse en pionero. Stepenosky es superintendente del Distrito Escolar Unificado Las Vírgenes, de 11.500 estudiantes, en el extremo suroeste del Valle de San Fernando. El lunes, su distrito se convirtió en el primero en el condado de Los Ángeles en permitir que los alumnos de primaria comiencen a regresar a las aulas limpias y desinfectadas. Para aprovechar ese progreso se necesitarán medidas de protección como vacunas. “Tenemos que generar confianza en los ensayos y hacerle saber a todos que, quienes hemos participado, estamos bien”, destacó Stepenosky.

Hay docenas de pruebas similares, en varias etapas, que se llevan a cabo en todo el mundo. Y aunque los resultados preliminares del ensayo de Pfizer sugieren que va camino al éxito, éste no terminará hasta que los investigadores hayan podido medir los efectos a largo plazo de la vacuna, remarcó Stepenosky.

“Pienso que se quedarán hasta el final. No creo que, una vez que lleguen a la meta, ellos ganen y todos los demás se marchen”.

Esta es una batalla de la cual, nos guste o no, todos vamos a ser parte durante quién sabe cuánto tiempo. Y deberíamos estar agradecidos no solo por las filas de trabajadores esenciales, sino también por aquellas personas comunes que están dispuestas a ser examinadas y asumir los riesgos allí, para que finalmente podamos aventurarnos a la vida, otra vez, sin mascarillas.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

Anuncio