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La sequía ha vuelto. Pero el sur de California enfrenta menos problemas que el norte del estado

A man plunges a measuring tube into the snow pack
Sean de Guzman, jefe de estudios de nieve del Departamento de Recursos Hídricos de California, mide la capa de nieve en la estación Phillips, cerca de Echo Summit, en febrero.
(Rich Pedroncelli /Associated Press)
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La sequía está regresando a California cuando un segundo invierno seco consecutivo llega a su fin en el norte generalmente húmedo, dejando los principales embalses del estado medio vacíos.

Pero este último período de sequía prolongada probablemente se desarrollará de manera muy diferente en la entidad.

En el norte de California, las áreas que dependen de los suministros locales, como Sonoma, podrían ser las más afectadas. A los productores del Valle Central se les ha informado de fuertes recortes durante la próxima distribución de agua. Los ecologistas también advierten sobre graves daños a los peces endémicos.

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Sin embargo, a cientos de millas al sur, el Distrito Metropolitano de Agua del Sur de California (MWD, por sus siglas en inglés) reporta cantidades récord de reservas, suficientes para satisfacer a la región más poblada del estado durante este año e incluso el próximo.

Los recuerdos de restricciones de uso de agua, sin precedentes en ciudades y pueblos, así como pozos secos en el campo y tierras de cultivo marchitas, persisten de la severa sequía de 2012-16 en California.

Los funcionarios dicen que las lecciones de esos años devastadores han dejado al estado en una posición un tanto mejor para lidiar con sus inevitables períodos secos, y no se espera que el gobernador Gavin Newsom declare una emergencia por sequía en la entidad durante este año.

“No nos vemos en esa posición, en términos de suministro”, señaló la directora del Departamento de Recursos Hídricos, Karla Nemeth. “Si el año que viene es seco, entonces tal vez sea una historia diferente”.

El sur de California es un buen ejemplo.

El lago Oroville, el gran embalse del Valle de Sacramento que ayuda a abastecer a las zonas urbanas del sur, está lleno solo en un 41%, y el Distrito Metropolitano de Agua puede contar con solo un 5% de las entregas provenientes del norte este año.

Pero la agencia tiene más agua que nunca almacenada en embalses regionales y bancos de agua subterránea.

“No contemplamos ninguna dificultad para cumplir con las entregas”, indicó Brad Coffey, gerente de recursos hídricos del MWD, que importa suministros del río Colorado y el norte de California.

Los Ángeles, que es parcialmente abastecido por la agencia, también confía en que no tendrá problemas para satisfacer la demanda local. “No tenemos escasez”, comentó Delon Kwan, subdirector de recursos hídricos del Departamento de Agua y Energía del condado.

El uso de agua de Los Ángeles ha disminuido a los niveles de la década de 1970, a pesar de que la ciudad más grande de California tiene casi 1 millón más de residentes que en ese entonces. Las restricciones sobre el riego de jardines han estado vigentes durante una década, y el condado continúa ofreciendo reembolsos de conservación por electrodomésticos que ahorran agua y eliminación de césped.

En toda la entidad, el uso general de agua urbana sigue siendo un 16% menor que en 2013.

“Vemos una conservación y eficiencia duraderas desde la última sequía”, señaló E. Joaquín Esquivel, presidente de la Junta Estatal de Control de Recursos Hídricos. “Cambiamos fundamentalmente nuestro uso del agua en el área urbana”.

Se han realizado mejoras al sistema en pequeñas comunidades rurales que se quedaron sin agua cuando sus pozos se secaron durante la última sequía.

Aunque se prevé que la agricultura vuelva a recurrir al agua subterránea, para compensar por los fuertes recortes en las entregas de riego federales, los funcionarios esperan evitar una repetición de la última sequía, cuando los productores se apresuraron a perforar nuevos pozos y aumentaron el bombeo, tanto, que partes del intensamente cultivado Valle de San Joaquín se hundió varios pies.

“No espero que se desarrolle el mismo escenario”, señaló el secretario estatal de Recursos Naturales, Wade Crowfoot. “Era más una batalla contra todos” antes de la aprobación de una ley estatal de 2014 que requiere que los usuarios de agua subterránea detengan el bombeo excesivo y crónico del enorme manto acuífero del Valle Central para 2040.

“Mi sensación es que existe un fuerte entendimiento entre las agencias de agua locales de que ahora tienen la responsabilidad de lograr la sostenibilidad”, agregó.

Pero a los ambientalistas y a la industria comercial del salmón les preocupa que este año sea una repetición de 2014-15, cuando los bajos caudales en el río Sacramento empujaron la temperatura del agua a niveles letalmente cálidos para los huevos de salmón, prácticamente acabando con dos años de reproducción de las crías del pez, en peligro de extinción, Chinook.

“Bien para el MWD, tienen un almacenamiento récord”, indicó Barry Nelson de Western Water Strategies. “Pero el ecosistema y la industria pesquera se están desmoronando”.

La precipitación es solo aproximadamente la mitad del promedio en las cuencas hidrográficas clave del norte y centro de Sierra Nevada, y el 39% de la media en el rango sur. La capa de nieve en toda la entidad, que ayuda a llenar los embalses, está muy por debajo del promedio (59% el jueves), pero no tan sombría como en 2014, cuando fue del 33%, o el mínimo histórico del 5% en 2015.

Con Shasta Lake, el embalse más grande en el sistema federal del Proyecto del Valle Central, 53% lleno, la Oficina de Recuperación está recortando significativamente los suministros a muchos agricultores en el Valle de San Joaquín.

Está previsto que los productores del lado oeste del Valle obtengan solo el 5% de los montos de sus contratos, e incluso esas entregas se han pausado temporalmente. En el este, las entregas del lago Millerton se han reducido al 20% de las cantidades contratadas.

Pero los recortes serán mucho menores para los distritos de riego con los derechos de desviación más antiguos en los ríos Sacramento y San Joaquín. Aquellos pueden esperar el 75% de los montos de sus contratos, lo que equivale a un total de 2.2 millones de acres-pies, más de cuatro veces lo que usa Los Ángeles en un año.

Esos enormes contratos, que firmó la Oficina cuando el Proyecto del Valle Central represó Sacramento y San Joaquín, han sido atacados durante mucho tiempo por la comunidad ambiental.

En una carta del 12 de marzo a la junta estatal del agua, los grupos ambientalistas se quejaron de que las descargas del lago Shasta, para los titulares de derechos mayoritarios, agotarán la reserva de agua fría necesaria más adelante en el año para mantener las temperaturas favorables al salmón en el río Sacramento.

También señalan que las escasas precipitaciones no son la única razón por la que Oroville, el principal embalse del Proyecto Estatal de Agua, se encuentre en un nivel tan bajo.

En 2018, los proyectos de agua estatales y federales enmendaron un acuerdo de 30 años que detallaba cómo coordinarían las operaciones para cumplir con los estándares ambientales y de calidad del agua en el delta de Sacramento-San Joaquín, un centro de distribución para ambos proyectos.

Debido a que la capacidad del Shasta es considerablemente mayor que la de Oroville, el pacto original exigía que este primer lago proporcionara la mayor parte de las emisiones necesarias para cumplir con los estándares del delta. El acuerdo de 2018 transfirió algunas de las obligaciones federales al estado.

Especialmente en años secos, la entidad ahora tiene que liberar más agua del Oroville para fluir a través del delta y mar adentro, en comparación con lo que se requería anteriormente. Eso ha resultado en una reducción correspondiente en las entregas estatales del delta y un aumento en las federales.

El Departamento de Recursos Hídricos no proporcionó cifras para este año. Pero en 2018, la institución estimó que la nueva fórmula reduciría las entregas estatales en un promedio de 100.000 acres-pies por año, y ese número aumentaría a 200.000 acres-pies en años muy secos.

Nemeth reconoció que los nuevos términos operativos han jugado un papel en la fuerte caída del Oroville. Pero ella atribuyó la mayor parte del declive a lo que llamó condiciones “catastróficamente secas” en la cuenca del río Feather, el que alimenta a este lago.

También defendió el acuerdo de 2018, diciendo que en años húmedos permite que el proyecto estatal aumente ligeramente las exportaciones del delta al MWD y otros usuarios.

“Es una compensación”, señaló Doug Obegi, un abogado ambiental del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales. “No está resolviendo el problema de que hayan contratado más agua de la que se puede entregar de manera sostenible”.

Hace dos años, Shasta y Oroville estaban casi llenos, gracias a 2019, el segundo año más húmedo registrado en la nación; y 2017, el más lluvioso en el norte de la Sierra.

El hecho de que los niveles de los dos embalses más grandes de California cayeran tan rápidamente es otro recordatorio de los efectos del cambio climático, mismo que está acentuando las transiciones, de sequía a inundación, que el estado siempre ha experimentado.

“¿Nos estamos adaptando lo suficiente? No”, indicó Esquivel. “Necesitamos adecuarnos más y más rápido. Y sabemos que se necesitan dólares y recursos para realizar ese trabajo. No es una sola cosa. Se trata de invertir en infraestructura, en sistemas de agua que recibirán la peor parte de la crisis climática”.

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