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De adictos y adicciones: Mi adicción al adicto me estaba volviendo loca

Vista de plantas de marihuana el 4 de abril de 2021 frente a la sede del Senado de la República en Ciudad de México.
(Carlos Ramírez/EFE)
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Lorena nunca ha usado drogas, su consumo de alcohol es mínimo y esporádico. “Mi problema no son las sustancias, las drogas nunca me han llamado la atención, mi gran problema es que he sido adicta al adicto.

“Me casé enamorada, yo sabía que mi marido consumía antes de casarnos, pero lo pasé por alto, llegué a pensar que era algo pasajero y que mi amor lo haría cambiar. Después de la boda se mantuvo limpio nueve años, fueron días muy felices, nació nuestro primer hijo, teníamos muchos planes y estábamos a punto de comprar una casa.

“Las cosas cambiaron cuando le ofrecieron a mi esposo un nuevo empleo, nos pusimos muy contentos, se nos estaban abriendo las puertas, el nuevo puesto de trabajo iba acompañado de un magnifico salario, hicimos muchos planes, salíamos a ver casas y empezamos a ahorrar”.

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Estimado lector, querida lectora, como tal vez usted sepa, toda adicción está considerada como un trastorno de la personalidad, la adicción a las drogas, por ejemplo, desarrolla en la mayoría de los casos, una dependencia física a la sustancia, además de un trastorno conocido como: trastorno obsesivo compulsivo.

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Con el nuevo trabajo llegaron nuevas amistades y largas horas fuera de casa, a Lorena no le parecía ningún problema, después de todo, valía la pena el sacrificio. Las señales empezaron a aparecer unos meses más tarde, tales como cambios de humor, ausencias los fines de semana y discusiones por cosas banales.

“Hasta entonces yo lo justificaba, pensaba que trabajaba mucho y que todo eso lo hacía por nosotros. Sin darme cuenta le empecé a cuidar el carácter, si dormía no hacía ruido para que no se enojara, si discutíamos me disculpaba, aunque en mi interior me hervía la sangre de coraje. Las cosas empeoraron cuando encontré cocaína entre sus cosas; ya se pueden imaginar que hice el gran drama, esa fue la primera gran pelea, después siguieron más y más feas. Él lo negaba todo, me decía que estaba loca y que me hacía falta ver a un psicólogo, eso me daba más coraje, porque comencé a revisar sus cosas y siempre encontraba evidencias”.

Lorena contiene el nudo en la garganta que la ahoga, pero sus ojos se inundan con dos lágrimas que se derrumban por sus mejillas. Ella aún lo quiere, pero reconoce que están enfermos los dos; “Él es un adicto y yo soy adicta a él, es una locura”, dice con una mueca de sonrisa entre los labios.

“En mis momentos de locura lo corría de la casa, aunque no quería que se fuera, al día siguiente llamaba a su madre y a mis cuñadas, tres o cuatro días después me lo traían de regreso. Yo lo recibía con la cara larga, ahora enojada porque no sabía si había vuelto porque me amaba, o porque lo había mandado buscar… ¿dígame si no estaba loca?

“En mi cabeza no había duda de que el problema era mi marido, si él no consumiera, si hiciera lo que yo decía, pero no, vivía obsesionada con mi adicto, queriéndolo controlar, sin asumir mi responsabilidad. Un adicto y una neurótica, ya se puede imaginar el infierno en que vivíamos”.

“Yo le pedía a Dios que me ayudara”, y se ríe, “imagínese, ponía a Dios de mi ayudante, yo le decía qué hacer, en vez de ponerme yo misma en sus manos”.

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La gota que derramó el vaso, fueron los retiros de la cuenta de banco, los ahorros se esfumaron sin ninguna explicación, los planes se fueron a la basura. “Cierto día descubrí que no quedaba nada de dinero, su adicción ya era evidente, nos alejamos de la familia y los amigos, la situación era insostenible. Mi familia se dio cuenta, me aconsejaban, pero yo estaba ciega, me resistía a buscar ayuda y mucho menos a contarle a alguien mis problemas, me justificaba diciendo que yo no consumía, y que quien necesitaba ayuda era él, no yo, me sentía muy sola”.

A los pocos meses de asistir a un grupo de apoyo, un día descubrió que sus hijos le tenían miedo, “Se cuidaban de mi carácter, les hablaba muy feo, los manipulaba, gritaba, en fin, me vi como una alcohólica sin alcohol, una neurótica hostil y agresiva. Yo era otra versión de lo que tanto le criticaba a mi marido. Me sentí horrorizada al verme como era y decidí cambiar”. Se dice fácil, pero se necesita mucho valor para cambiar.

Aunque Lorena y su esposo se encuentran separados, ambos están trabajando su adicción con la esperanza de recuperar su familia. “Estamos aquí en las manos de Dios, apegados a un programa de recuperación. Vivo el solo por hoy, no me hago expectativas”, con estas palabras cerró nuestra conversación.

Espero de todo corazón que esta familia encuentre el camino, por el bien de ellos y sus hijos, de la mano de Dios, nada puede salir mal.

Escríbame, recuerde que su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.

cadepbc@gmail.com

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