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No es pecado ser latino, tener enfermedades mentales o buscar ayuda, dice adolescente que huyó de su país

Francis Molina huía de su natal Nicaragua junto con su hermanita menor y su madre.
(Selene Rivera)
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A los 15 años, cuando las adolescentes suelen preocuparse por verse bonitas y tener amistades, Francis Molina huía de su natal Nicaragua junto con su hermanita menor y su madre.

Molina tendría que atravesar los peligros de varias fronteras para llegar a Estados Unidos, viajar todo un mes en taxi, en autobús y a pie en su destino a la frontera México, Estados Unidos.

La madre e hijas también tendrían que aguantar hambres, experimentar de primera mano las historias de otros inmigrantes y hasta ser apuntadas con un arma de fuego en la cabeza en su travesía.

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Al llegar a Estados Unidos tras pedir asilo y encontrarse sin saber hablar inglés, sin amistades, sin entender a sus maestros y entre compañeros de clases que la señalaban por ser una inmigrante latina, la depresión invadió a la joven.

“No había nadie que pudiera entenderme. Me sentía sola e inútil. Mis emociones estaban a punto de explotar y no quería decirle a mi madre”, dijo la adolescente.

La señora Yojaira, madre de Francis, había decidido salir del país para proteger a sus hijas de una nación que se encontraba entre protestas estudiantiles, conflictos políticos y un alza de crímenes.

La decisión no era fácil, pero las tres viajarían a España, un lugar de ensueño lleno de castillos y donde no tendrían que aprender un nuevo idioma.

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Pero tres días antes de dejar el hogar, Yojaira les dijo a sus hijas que su destino era Estados Unidos.

“Me enojé con ella, porque no estaba para lidiar con un cambio tan brusco”, dijo Molina.

“Durante el viaje traumático tuvimos que dormir por las noches cuando viajábamos en algún transporte y hasta tomar turnos para cuidarnos. Algunas personas nos dieron estadía y comida en sus casas, pero no fue así todo el tiempo”, dijo Molina.

“Otros inmigrantes como nosotras nos contaban sus historias, como el caso de una madre que había salido de su país para alimentar a sus niños, y otra persona que debía de inmigrar para pagar la medicina de su madre enferma”, dijo.

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Para Molina no fue fácil la travesía, ya que inclusive se sintió cerca de la muerte en Villahermosa, un policía de caminos detuvo el auto donde iban y le apuntó a ella y a su familia en la cara.

“Recuerdo que el policía habló con el conductor, nos vio solamente, nos apunto a la cara y finalmente terminó dejando ir un balazo al cielo”, dijo Molina.

Tanto su madre, ella y su hermana lloraron durante todo el camino, pensando en Dios les había dado otra oportunidad de vivir. Pero llegar a una escuela donde la apuntarían por ser latina e inmigrante, también fue otro golpe para Molina.

“Un joven se me acercó y me dijo que por qué tenía una sudadera que decía ‘USA’, pues no conocía algún otro estado de Estados Unidos donde la gente tuviera mi aspecto y hablara español como yo”, dijo Molina.

Al próximo día la joven se vería hurgando en su ropero alguna prenda que no tuviera ningún tipo de letras. En sus palabras, “algo donde pudiera pasar desapercibida”.

“Mi ruta a Estados Unidos fue difícil, y mi encuentro con una nueva cultura y lenguaje fueron un cambio muy drástico. Me sentía muy mal, y no podía más que buscar ayuda en algún lugar”, dijo Francis. “Inclusive llegué a pensar que ser inmigrante latina era un pecado”, dijo.

Hoy en día, cuando la menor de ahora 17, habla de lo que ha vivido en esos dos cortos años, sus ojos se humedecen al recordar muchos momentos tristes, pero luego recobran un brillo de esperanza.

A su corta edad, la adolescente ha aprendido que no está sola. De hecho, asegura que siempre hay alguien que puede ayudar a todos aquellos con enfermedades mentales, incluida la depresión.

A través de su escuela, Molina escuchó sobre los servicios de salud mental del Wellness Center de la organización sin fines de lucro de Boys & Girls Club de Malibu, y decidió pedir ayuda.

“Nos los conocía, no sabía de qué trataban los servicios, era desconfiada, pero tenía que arriesgarme una vez más por mi salud mental”, dijo Molina.

Los servicios de salud mental de BGCM fueron creados de forma oficial en el 2017. Desde entonces la organización ha servido a más de 5,000 individuos sin costo alguno, dijo Siugen Constanza, directora de acercamiento del programa.

La organización se ha convertido en un lugar de acogida donde niños, jóvenes y adultos llegan sin vergüenza sabiendo que es una zona libre de críticas y prejuicios, justo lo que Molina buscaba.

“Siugen me dio la confianza de platicar con ella y contarle cómo me sentía. Me escuchó, me trató bien, y finalmente pude tener terapias dos veces a la semana”, dijo Molina.

En menos de tres años de haber llegado a Estados Unidos, el inglés de Molina mejoró radicalmente, se convirtió en una estudiante ejemplar de la Escuela Preparatoria Malibu, obtuvo varias becas escolares y fue nombrada recientemente Estudiante Joven del Año 2020 por BGCM.

“Francis era muy tímida cuando tuve la oportunidad de hablar con ella por primera vez, pero poco fui tratando de asegurarme de que se sintiera cómoda, pues yo vine a los 14 como inmigrante de Costa Rica, y me identificaba con su situación”, dijo Constanza.

“Ahora Francis ha dado pasos muy grandes y ha retoñado como una joven fuerte que busca ayudar a los demás. Ella es una muestra de nuestra misión”, dijo.

Desde que Molina se unió a BGCM en 2019, la adolescente se ha convertido en una defensora de la programación gratuito e incluso es voluntaria en el Centro de Bienestar de BGCM, apoyado la comunicación con clientes de habla hispana ayudándolos a completar el papeleo; contestar teléfonos; y gestionar la recepción.

Francis también da la bienvenida a los nuevos estudiantes que conoce en la escuela y los invita al Centro de Bienestar. Ella planea divertidos “rompehielos” y juegos para que los estudiantes se conozcan entre sí. También comparte su historia personal sobre cómo se sintió cuando comenzó en Malibu High School y cómo la ayudaron los servicios del Centro de Bienestar.

“Cuando el programa empezó no había familias, ya que hay un estigma de que si recibes terapia estás loco o que no podemos decir nuestros problemas fuera de casa”, dijo Constanza.

“El grupo ha ido creciendo lentamente, así como la ayuda psicológica y terapeuta”, dijo Constanza.

Actualmente, el Centro brinda servicios como asesoramiento sobre salud mental, manejo de casos informados sobre traumas, aprendizaje social y emocional, asistencia médica, grupos de apoyo para padres, talleres para estudiantes, entre otras cosas.

“La prioridad y éxito de este servicio es que nuestra prioridad son las familias, escucharlos para obtener su confianza, y entonces la magia ocurre”, dijo Constanza.

Anualmente llegan alrededor de 300 personas que buscan ayuda de salud, tal como lo hizo Molina.

“Las personas con depresión, problemas de ira, los que son agredidos en la escuela, los que tienen problemas mentales no están solos”, dijo Molina.

“Hay ayuda allá afuera. No tengan vergüenza y búsquenla porque todos merecemos una vida de calidad”, dijo Molina.

Para la joven, su vida no ha sido fácil, pero a través de la ayuda que ha recibido, dijo haber aprendido a valorar todo lo que tiene.

“Hay que tomar nuestras experiencias como fases para crecer. Hoy quiero ayudar a los latinos inmigrantes como yo”, dijo.

La estudiante de 12 grado busca ingresar a Oxnard Collage para luego transferirse a una universidad para estudiar ciencias en computación.

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