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Antes de Messi y Ronaldo, Puskas fue un adicto al éxito y a festejar títulos

Un día como hoy pero de 1927 nació en Budapest, Hungría, Ferenc Purczeld Bíró, mejor conocido como Ferenc Puskas. El astro de la Selección húngara del inicio de la década de 1950.
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Un día como hoy pero de 1927 nació en Budapest, Hungría, Ferenc Purczeld Bíró, mejor conocido como Ferenc Puskas. El astro de la Selección húngara del inicio de la década de 1950, y posteriormente estrella del Real Madrid junto a Alfredo di Stéfano, puede ser considerado el abuelo de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, actuales figuras del futbol mundial. Hoy podría estar a su altura y ganar los millones de dólares que perciben el argentino y el portugués.

Y así como Messi y Cristiano se han hartado de ganar campeonatos y millones de dólares en jugosos contratos de publicidad, Puskas, si no en el aspecto comercial, sí fue un adicto al éxito y a festejar títulos. Al igual que ellos, le faltó ganar un Mundial con su Selección. Posiblemente Puskas pudiera comprender a Messi, porque siendo el artífice de alzar a Hungría en la Copa del Mundo de 1954, al igual que el argentino probó el amargo sabor de perder una Final ante el poder de los alemanes.

Ni siquiera como seleccionado español en el Mundial de Chile 1962 logró destacar, porque ahí ni siquiera registró un gol.

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Pero contrario a las figuras atléticas de la actualidad, sobre todo de la imagen perfecta de Cristiano, Puskas se desprendía de dicho prototipo que en aquellos tiempos no era tan dominante, pues el húngaro por su complexión robusta se pasaba en la báscula.

Puskas fue un superdotado en una época en la que el futbol daba sus pasos al boom mediático.

El magiar, conocido por su potente disparo de media distancia y su talento para desplegarse en la cancha, brillaba por encima del resto en la Selección de Hungría y también a nivel de clubes. El mundo conoció a Puskas más a partir de ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1952, pero antes de aquel evento, hay otro que lo marcó en su país a los 17 años en 1944, en plena Segunda Guerra Mundial.

Puskas jugaba con su equipo, el Kispest, y estaba inspirado, cuando de pronto infinidad de paracaidistas nazis cayeron sobre la cancha del estadio Ferencvarós ante 12 mil aficionados asombrados. Comenzaba la cacería y exterminio de judíos ahí mismo.

Bajo ese ambiente hostil seguiría su camino Puskas hasta convertirse en el hombre clave de la Hungría de los cincuenta y cuyo destino de gloria en teoría lo esperaba en Suiza 1954.

En 1953 habían exhibido una muestra de su poderío como Selección al humillar a Inglaterra en el campo sagrado de Wembley por 6-3. Además del marcador, hay una jugada de Puskas que queda grabada en la memoria inglesa al dejar atrás al defensa Billy Wright tras un regate. Para que no quedara duda de la superioridad húngara, en Budapest, Hungría fue más sádico con un 7-1.

El camino a la coronación parecía trámite sencillo, y sobre todo cuando aplastaron en la primera fase 9-0 a Corea del Sur, y 8-3 a Alemania. Nadie sabía lo que les esperaba en el corto plazo. En la Final, de nuevo ante Alemania, Puskas, mermado por una lesión, jugó al 50 por ciento de su capacidad y los alemanes más motivados que nunca vencieron por 3-2 en el llamado Milagro de Berna.

Ni Puskas, ni la Selección, ni su generación dorada integrada por Bozsik, Budai, Czibor y Kocsics volvieron a ser los de antaño, y en lo que parecía ser el ocaso de su carrera, a los 31 años de edad, se apareció en su camino la corazonada del presidente del Real Madrid, Santiago Bernabéu, quien apostó ciegamente por él pese a la negativa del entonces técnico Luis Carniglia, quien le decía: “Está gordo, presidente. Muy gordo”, consigna en su novela-biografía “Puskas” el escritor Daniel Entrialgo. Era la temporada 1958-59.

El propio Di Stéfano, quien lo bautizó como Pancho, relata en su autobiografía “Gracias, vieja”, que no fue rápido el acoplamiento de Puskas: “Cuando llegó, Pancho llevaba mucho tiempo sin jugar. Costó integrarlo, pero los grandes jugadores siempre se adaptan, y Pancho lo era. En cuanto agarró el punto físico, comenzó a funcionar. Su principal virtud, y esa nunca se pierde, es que era un goleador”.

Di Stéfano recordaba con gracia que Puskas no tenía ni idea del idioma castellano, por lo cual sufrió en sus inicios: “No hablaba nada de español. ‘Motor, motor’, que quería decir correr. No decía más. Como no hablaba, protestaba mucho. Hacía ademanes con la mano que eran muy comunes en los países centroeuropeos, pero que aquí sentaban muy mal a los árbitros, porque la verdad es que eran muy despectivos. Yo le dije mil veces que no hiciera ese gesto con la mano, que aquí significaba mandar a alguien a tomar por, o a freír puñetas, pero no me hacía ni caso”.

El que fuera la figura más importante del Madrid hablaba con admiración de su amigo: “Las jóvenes generaciones no han visto jugar a Puskas, no saben lo que se perdieron. Muchos se creen que era solo disparo. No. Tenía inteligencia”.

Y finalmente destacaba el ataque temible del Real Madrid: “¡Qué delantera teníamos! Kopa-Rial-Di Stéfano-Puskas y Gento. No creo que haya existido una delantera más completa en la historia del futbol”.

Puskas puso punto final a su carrera en 1966 a los 38 años de edad con una suma de trofeos impresionante: cinco títulos de Liga, tres Copa de Europa (hoy Champions League), una Copa Intercontinental, y cuatro trofeos Pichichi por máximo goleador de la liga española.

A partir de 2009, como un homenaje a su trayectoria como goleador, la FIFA entrega un reconocimiento a nivel mundial al mejor gol del año llamado Premio Puskas, para que así las nuevas generaciones tengan presente a la leyenda que hoy cumpliría 93 años.

Por cierto, el primero en ganarlo fue Cristiano Ronaldo, aún como jugador del Manchester United. Así que ya es un “nieto” distinguido. Messi todavía no tiene dicho trofeo en su vitrina.

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