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Esta joven construye el primer refrigerador solar comunitario de L.A.; ¿ayudará a extinguir el hambre?

‘Bee’ Burlingame posa con los materiales que usará para crear el primer refrigerador solar comunitario de Los Ángeles.
‘Bee’ Burlingame posa en el exterior de su espacio de trabajo, con los materiales que usará para crear el primer refrigerador solar comunitario de Los Ángeles.
(Mariah Tauger/Los Angeles Times)

Bee Burlingame está construyendo el primer frigorífico comunitario solar de Los Ángeles

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A principios de junio, mi colega Sam Dean me envió un mensaje entusiasta pero ligeramente críptico por Slack: “¡Hay cada vez más refrigeradores!”.

Adjuntó un enlace a una publicación de Instagram de un congelador frente a lo que parecía ser un taller de reparación de máquinas. Las palabras “Comida gratis” pintadas con aerógrafo fluían en letras cursivas.

De hecho, si usted pasó algún tiempo conduciendo o caminando por Los Ángeles este verano, probablemente notó la oleada de refrigeradores poco usados que apareció en las aceras de la ciudad, a veces decorados con las palabras “Comida gratis” en letras coloridas, casi siempre surtidos con productos frescos, alimentos básicos de despensa (leche, pan, manzanas) y, a veces, artículos sanitarios como jabón y tampones.

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Los programas de neveras con alimentos gratuitos se han multiplicado en ciudades de EE.UU, como parte de un movimiento creciente de ayuda mutua en la era del COVID; en su mayoría iniciativas impulsadas por voluntarios que apuntan a las necesidades básicas de supervivencia no mediante donaciones caritativas sino de la acción comunitaria directa.

En el sur de California, el programa más activo es Los Angeles Community Fridges, una red descentralizada de voluntarios que donan, instalan, limpian, mantienen, almacenan y utilizan refrigeradores comunitarios. Actualmente, hay 16 frigoríficos activos enumerados en un directorio en línea, auspiciados por una variedad de empresas, organizaciones comunitarias e individuos, algunos de los cuales transmiten regularmente actualizaciones en las redes sociales sobre lo que hay disponible y lo que necesita reposición.

Paloma Vergara loads up a community refrigerator
Paloma Vergara carga un refrigerador comunitario con artículos donados, el 12 de julio de 2020. Estos frigoríficos están apareciendo en todo Los Ángeles como parte de un proyecto de ayuda mutua para alimentar a personas necesitadas durante la pandemia.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)

Las noticias de que los funcionarios de la ciudad clausuraron recientemente tres neveras comunitarias en L.A. destacan algunos de los desafíos que enfrentan estos programas: vandalismo; tensiones con los funcionarios de la ciudad por supuestas violaciones del código de seguridad, y advenedizos con mentalidad benéfica que instalan refrigeradores en los vecindarios sin consultar a quienes viven y trabajan allí.

Brenna “Bee” Burlingame, una recién graduada del programa de ingeniería química de la USC, lucha en privado con estas preguntas desde que se comprometió, a principios de este verano, a construir lo que podría ser el primer refrigerador solar comunitario de Los Ángeles.

Esta estudiante de nanotecnología que alguna vez ayudó a construir un vehículo eléctrico autónomo en el laboratorio Hyperloop, de la USC, se acercó a los organizadores de Los Angeles Community Fridges a principios de este verano con la idea de construir una estructura simple, alimentada por energía solar, que pueda funcionar en casi cualquier espacio exterior bien monitoreado. “No estoy inventando nada. Básicamente, estamos construyendo una casa fuera de la red eléctrica, que es muy pequeña y tiene una nevera dentro”, comentó Burlingame.

El uso de energía solar para alimentar refrigeradores no es nuevo; las Naciones Unidas comenzaron a desarrollar una línea de enfriadores a energía solar y otras unidades en la década de 1980.

Por ahora, los congeladores comunitarios requieren de anfitriones con acceso a la red eléctrica; una estructura alimentada por energía solar podría ampliar la posibilidad de dónde se colocan las unidades y quién está autorizado a convertirse en anfitrión.

Burlingame documenta su trabajo con la esperanza de producir planes de código abierto para otros ingenieros interesados en construir estructuras comunitarias de frigoríficos con energía solar.

El abastecimiento es un desafío; Burlingame construye la estructura del refrigerador completamente con madera usada, reciclada o donada, baterías y paneles solares (la mayoría de los proyectos de ayuda mutua evitan las donaciones en efectivo). Una preocupación mayor, comentó, es asegurarse de que el refrigerador solar sea colocado en una comunidad que lo necesite y desee. Ello exigirá construir relaciones en el vecindario que finalmente lo adopte, anticipó. “El refrigerador solar es solo otra herramienta que la red de L.A. Community Fridges puede usar para servir a cualquier barrio que exprese que quiere uno”, dijo Burlingame.

Como estarán equipados con varios componentes altamente visibles, incluidos paneles solares y un tanque de batería, los frigoríficos solares probablemente serán más vulnerables al vandalismo y otras formas de interferencia, anticipó también Burlingame.

Emilia Shaffer-Del Valle writes a message on a Mid-City community refrigerator after donating food on July 12, 2020.
Emilia Shaffer-Del Valle escribe un mensaje personal en el refrigerador comunitario de Reach for the Top, en Mid-City, después de donar alimentos, el 12 de julio de 2020. El frigorífico está disponible las 24 horas en el lugar. Las neveras comunitarias se multiplican por todo Los Ángeles como parte de un proyecto de ayuda mutua para alimentar a los necesitados durante la pandemia.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)

“La máxima prioridad en cuanto a los criterios de ubicación es asegurarse de que haya un par de anfitriones dedicados que quieran tener el refrigerador en su propiedad o al menos pasar junto a él a diario”.

“Si alguna vez hay un problema con el refrigerador solar, se deberá informar para poder llamar a alguien. Y ya se conocerá a quien acudirá en ayuda porque ya habrá tenido una buena relación con esa persona”, agregó.

Trabajar en el primer proyecto de refrigerador solar comunitario de Los Ángeles le permitió a Burlingame una especie de libertad creativa que, según dijo, muchos de sus compañeros de la USC no tienen. “La mayoría de ellos cursan posgrados o empezaron a trabajar para compañías farmacéuticas, petroleras y contratistas militares”, explicó. “Sabía que yo no iba a tener éxito en esos entornos. Entonces decidí allanar mi propio camino”.

El estilo de Burlingame implica la redacción de planes en su taller de Los Ángeles, donde diseña, cataloga piezas, prueba baterías y se comunica con voluntarios en la muy activa página de Slack de L.A. Community Fridges (los posibles voluntarios comunitarios de congeladores también pueden registrarse a través del Instagram del grupo, @lacommunityfridges).

La joven prevé fundar un proyecto de “colaboración de ingeniería ética” para abordar problemas aparentemente insolubles, como la inseguridad alimentaria, de manera significativa. “California es la quinta economía más grande del mundo”, reflexionó. “Tenemos recursos, dinero y productividad agrícola más que suficientes para alimentar a todos en el estado con tres comidas orgánicas al día”.

También imagina un futuro en el que la energía solar podría desempeñar un papel importante, y se pregunta: ¿Alguien ha instalado alguna vez una red de refrigeradores solares con el propósito de disolver por completo la barrera de distribución de alimentos?

En este momento, cuando la gente en todo el país construye redes informales para alimentarse entre sí, ¿es tan loca la idea? “Lo revolucionario es cómo todas estas cuestiones se han unido con el objetivo de alimentar legítimamente a Los Ángeles”, concluyó.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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