Anuncio

Columna: Trump nos distrajo con una mano mientras nos robó con la otra

 Donald Trump
Fotografía de archivo de Donald Trump.
(John Bazemore)
Share

Las elecciones terminaron, pero él se rehúsa a desaparecer de nuestras vidas, como un fantasma en una casa embrujada.

Durante cuatro años, escuchamos su voz rasposa todos los días detrás de los micrófonos del podio más poderoso del mundo, desde donde escupía insultos, mentiras y crueldades. Con Twitter como un lanzagranadas, atacó a cualquiera que no satisficiera sus berrinches, y hasta hoy continúa intentando destruir los propios pilares de nuestra democracia al tratar de robarse una elección que perdió rotundamente.

No sabe ganar, no sabe perder, y no sabe de compasión.

Con la división racial como estrategia política, se puso entre nosotros y nuestras familias, amigos y vecinos. Politizó, como nadie lo había hecho, casi todos los aspectos de nuestras vidas, al grado que ponerse un cubrebocas durante una pandemia podría ser considerado un acto político por sus seguidores borregos.

Anuncio

Desde un principio, expresó poco interés en gobernar, según la propia gente que trabajaba con él, lo cual le da sentido a que la pandemia esté tan fuera de control.

Estoy en el tercer párrafo, y aún no hablamos de los cambios masivos de leyes, políticas y regulaciones que tanto impacto han tenido, y tendrán, en nuestras vidas.

He ahí el punto de este comentario: Estoy en el tercer párrafo, y aún no hablamos de los cambios masivos de leyes, políticas y regulaciones que tanto impacto han tenido, y tendrán, en nuestras vidas.

Mientras pasamos los días distraídos con sus barbaridades, Trump y las élites gandallas que tiene como aliados se han encargado de reacomodar las reglas del juego para su beneficio.

Bajo su administración, Trump pasó el recorte de impuestos más grande en la historia a compañías multinacionales. Esto mientras recortó estampillas de comida para las familias más necesitadas.

Retiró al país del acuerdo climatológico de París mientras incendiaban los bosques de California, y otorgó nuevas licencias a sus amigos petroleros para sacar gas y petróleo de las tierras prístinas del Ártico.

Catalogó de violadores y criminales a los inmigrantes y de terroristas a los musulmanes para desmantelar nuestro sistema inmigración en beneficio de sus amigos que operan centros de detenciones privados, y de sus compadres contratistas que recibieron una bonanza de contratos millonarios para construir un muro inservible.

Catalogó de “buenas personas” a los supremacistas blancos y atacó a los manifestantes que protestaban por las políticas raciales de la policía tras la muerte de George Floyd (les mandó agentes federales de inmigración que usó como su policía nacional personal para consolidar aún más poder).

Mientras los amigos del presidente destapan botellas de champaña para celebrar los índices récords de la Bolsa de Valores en medio de una severa crisis económica y una pandemia global, más de 20 millones de personas desempleadas no tienen dinero para pagar la renta.

Todo esto, mientras la desigualdad continúa a niveles récord, con la clase media ganando proporcionalmente menos, las familias con dinero ganando más, y la clase trabajadora estancada en una banda de correr, arrastrando los pies en camino a ningún lugar.

Trump hizo lo que otros políticos han hecho a lo largo de las décadas: distraernos con tambores, luces y retórica, como el hombre detrás de la cortina verde en el Mago de Oz, y dividirnos a través de la animosidad racial para beneficio de ellos y sus amigos.

Y cuando sus políticas resultan en más pobreza y desigualdad, le echan la culpa a la clase trabajadora de no hacer lo suficiente para salir de la pobreza.

Para mí, la presidencia de Trump no es una aberración en la historia, es el estatus quo en el que supuestos líderes con poder buscan más poder para acumular riquezas mientras nos tiran migajas de pan como si fuéramos gaviotas en un parque.

La diferencia es la personalidad narcisista de un presidente con impulsos autoritarios que hizo explícitos los ataques raciales contra grupos de personas.

Nuestro país no podrá llegar a su potencial si continuamos por este camino de distracción y división.

Afortunadamente Trump dejará de ser el presidente el 20 de enero, pero las tácticas permanecerán.

Que estas elecciones sean un recordatorio de la importancia de votar y mantener el enfoque en las cosas que verdaderamente nos traen progreso y prosperidad: acceso a servicios de salud para todas las personas, educación de primera clase, vivienda asequible y trabajos bien pagados para beneficio de todos, no solo de algunos.

Soto es columnista independiente. Soto.hiram@gmail.com.

Anuncio