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OPINIÓN: ¿A qué fue Kamala Harris a México?

La vicepresidenta Kamala Harris aborda el avión vicepresidencial en el Aeropuerto Internacional T.F. Green, en Warwick
La vicepresidenta Kamala Harris aborda el avión vicepresidencial el miércoles 5 de mayo de 2021 en el Aeropuerto Internacional T.F. Green, en Warwick, Rhode Island. (AP Foto/Andrew Harnik)
(ASSOCIATED PRESS)
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La reciente gira de la vicepresidenta de Estados Unidos a Guatemala y particularmente a México, no ha sido bien evaluada en la Unión Americana. Muy probablemente sea prematuro o injusto, pero el papel de los medios y los analistas no es el de aplaudir a los funcionarios gubernamentales. Al contrario, en una democracia, la crítica mejora al gobernante.

Se critica la falta de resultados concretos en el tema específico de la migración regional y su gestión. De hecho, no visitó Honduras y El Salvador en donde el problema es mucho más grave que en Guatemala. Adicionalmente, en una entrevista a un medio estadounidense de gran impacto y cobertura, la vicepresidenta evadió el tema de la frontera con México que necesariamente forma parte de cualquier ecuación para resolver la migración.

A pregunta explícita dijo que “en algún momento iría a la frontera” y que “no entendía el objetivo de la pregunta y que tampoco había ido todavía a Europa” lo cual significó para muchos que su gobierno no le da a la frontera con México el sentido de urgencia y centralidad que debería tener en el tema migratorio.

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Es esa frontera la que ve la sociedad estadounidense y es en donde quiere orden, aún más que los problemas de desarrollo de los países centroamericanos. Por si fuera poco, mientras ocurría esa visita, se conocían las cifras de detenciones en la frontera con México y estas alcanzaban un máximo en los últimos 20 años con poco más de 180 mil detenciones tan solo durante el mes de mayo.

Lo que la sociedad estadounidense esperaba no eran posicionamientos generales sobre temas específicos, ni la creación de comisiones o grupos de trabajo y menos un discurso general y de muy largo plazo según el cual la solución es atender las causas de la migración. Todo eso sirve, sin embargo, cuando se alcanza el máximo de detenciones de los últimos 20 años se esperan soluciones más concretas pero sobre todo más inmediatas.

La vicepresidenta puso en la mesa los temas de los demócratas, de su partido. Habló de la urgencia de instrumentar una reforma laboral alineada con lo que se contempla en el T-MEC y hasta anunció la aportación de recursos, no muchos por cierto. Habló también de terminar con la corrupción y de fortalecer la seguridad de los puertos mexicanos porque son la puerta por donde entran las drogas y los opioides a Estados Unidos. Se acordó la formación de grupos de trabajo y la celebración de reuniones de alto nivel.

Una posible lectura del gobierno mexicano sería interpretar que eso es un reclamo y que no se están atendiendo esos temas correctamente. Por eso se ponen los asuntos en la mesa. De hecho al día siguiente de la visita hubo una nueva queja del gobierno estadounidense por incumplimiento en el tema laboral de los acuerdos del T-MEC.

El problema es que este gobierno mexicano sostiene, y se lo cree, que ya se acabó la corrupción, que la marina tiene bajo control lo que pasa por las aduanas y que los trabajadores son libres, bien pagados y están felices. No se asumirán como destinatarios de mensajes velados e indirectos. En esas condiciones, lo dicho por la vicepresidenta son palabras al viento y la reacción del gobierno mexicano es: claro, estamos de acuerdo, y eso en México ya se resolvió.

Kamala Harris ni siquiera puede decir que hizo amigos en su viaje. El presidente mexicano que tan disciplinada y sumisamente usó mascarilla en su visita a Donald Trump, en ningún momento, en ninguno, lo utilizó con Kamala Harris, ni siquiera cuando la cercanía física así lo ameritaba, por educación y diplomacia elemental.

Todavía peor, en la reunión de las dos comitivas, en Palacio Nacional, a excepción del presidente mexicano, absolutamente todos los presentes portaban mascarilla. Es una grosería evidente si se toma en cuenta la relevancia del uso de cubierta facial para la sociedad estadounidense y su clase política -incluida por supuesto la hoy vicepresidenta- durante la época de Donald Trump en la que como AMLO, se negaba a usarla.

Lo que los estadounidenses esperan es conocer qué se va a hacer para no tener 180 mil detenciones en tan solo un mes. De las cuales 70 mil son de mexicanos y es el grupo que más ha crecido. Desafortunadamente no se deriva nada concreto de la gira de la vicepresidenta.

Si recurrimos al término tan usado y aplicado en la política mexicana, diríamos que “chamaquearon” a Kamala Harris, que la trataron como turista y le enseñaron los murales de Diego Rivera en Palacio Nacional. Tan es el caso que apenas regresó a Washington se vio en la necesidad de dar entrevistas y decir que fue clara, firme y enfática.

El gobierno mexicano se equivoca si cree que la historia concluyó. Kamala Harris y su equipo tienen el encargo de atender el tema migratorio de la región y aprenderán de la experiencia. Su futuro político está en juego, no lo va a arriesgar por reuniones de alto nivel, grupos de trabajo o visitas guiadas a Palacio Nacional. Ella sabe que tiene que dar resultados y que AMLO necesita mensajes más directos.

Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

TW: @mexainstitute

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