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Gran problema armar a los docentes: las compañías de seguros no van a seguir el juego, y por una buena razón

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Debería ser obvio para cualquiera con un poco de sentido común que la idea más insensata para abordar la crisis de los tiroteos escolares es armar a los maestros.

Prácticamente nadie involucrado en serio con la seguridad escolar quiere que ello suceda. “Es una propuesta de alto riesgo y alta responsabilidad”, afirma el consultor de seguridad escolar Ken Trump (sin relación con el presidente). “Los miembros de la junta escolar, superintendentes, directores, maestros, expertos en seguridad escolar y funcionarios de seguridad pública fervientemente creen que los educadores y el personal de apoyo escolar no deberían estar armados”.

La experiencia nos dice que una parte interesada en la seguridad escolar que podría tener la última palabra es la industria de seguros. Después de la masacre de Sandy Hook, en 2012 -la última vez que se consideró en serio armar a los docentes- las aseguradoras de todo el país pusieron el broche de oro a la idea.

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Los distritos que reflexionaron sobre la idea después de que la medida fuera promulgada, en abril de 2013, por Sam Brownback, el gobernador del tea party estatal, recibió un rápido rechazo de EMC Insurance Companies, que proporcionaba cobertura a más del 85% de los distritos del estado. Eso fue especialmente cierto en Kansas, que fue más allá que la mayoría de los demás estados al permitir que el personal escolar llevara armas a sus instalaciones. La ley de Kansas le dio a los distritos escolares la prerrogativa de permitir a los maestros, administradores y otros empleados con permisos de portación encubierta, llevar pistolas a las escuelas.

“Las armas ocultas en las instalaciones escolares representan un mayor riesgo de responsabilidad”, la aseguradora informó a los distritos a través de su red de agentes. “Hemos elegido no asegurar las escuelas que permiten a los empleados llevar armas ocultas; serán rechazadas como nuevo negocio. Las escuelas existentes que permitan pistolas ocultas no obtendrán una renovación de la póliza”.

Presumiblemente para evitar ser etiquetado como un oponente de la Segunda Enmienda, EMC especificó que consideraba esa acción “simplemente para proteger la seguridad financiera de la compañía”.

Varios distritos escolares que habían coqueteado con la idea la abandonaron después de esa advertencia. En Indiana, las aseguradoras de compensación de trabajadores afirmaron que no cubrirían al personal armado en los campus. El mayor consorcio de seguros de responsabilidad civil de Oregon aseveró que cobraría un recargo a los distritos por cada empleado civil al cual le permitieran llevar armas de fuego a las escuelas; ello desanimó la iniciativa.

En Texas y en varios otros estados, los titulares de permisos de portación encubierta pueden llevar armas de fuego a las escuelas; 40 estados prohiben las armas incluso para los empleados con permisos de portación oculto, excepto bajo ciertas condiciones. En California, los civiles empleados en escuelas no pueden llevar armas a las instalaciones.

No es difícil encontrar la fuente de la idea ridícula de armar a los docentes. Es la Asociación del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), por supuesto, cuyo objetivo en todos los casos es que haya más armas de fuego (La prueba más pura de esta política es la afirmación del jefe de la NRA, Wayne LaPierre, después de la masacre de Sandy Hook, en 2012, cuando expresó que “la única manera de detener a un tipo malo con un arma es contando con una buena persona con un arma”).

Pero el tema va más allá de eso. La fantasía de los maestros armados refleja la Hollywoodización de nuestra vida social. En este caso, la idea derivada de décadas de filmaciones de películas y programas de televisión es que las balas disparadas por los malos siempre se extravían, mientras que las disparadas por civiles atrapados en un fuego cruzado por primera vez en sus vidas dan exactamente en el blanco. Una vez escuché al actor y mago Penn Jillette satirizar hábilmente sobre el género, después de su aparición en un episodio de “Miami Vice”: “Los chicos con las Uzis siempre pierden”.

Esto sería relativamente inocuo si la fantasía permaneciera en la pantalla, en lugar de como parte de un debate político sobre asuntos de vida o muerte. Pero nuestro fantasioso líder, Donald Trump, arremetió el lunes contra los agentes de Florida que se contuvieron de atacar Marjory Stoneman Douglas High School, y afirmó: “Realmente creo que yo hubiera corrido y entrado allí, incluso sin tener un arma”.

Véalo desde allí, Kevin Drum de Mother Jones: “Claro que lo haría. Este es el mismo tipo que evitó ir a Vietnam por tener espolón óseo”. No olvidemos que el agente del sheriff, entrenado, que estaba en Stoneman Douglas no pudo confrontar el tirador.

La idea de armar a los profesores a veces se oculta bajo la advertencia de que dichos docentes deberían estar específicamente entrenados para responder a las crisis.

Ken Trump se burla de la misma. Pensar que “proporcionarle a los maestros, directores, custodios u otro personal escolar ocho, 16 o incluso 60 horas de entrenamiento con armas de fuego para disparar, manejar y enfundar una de ellas genere, de algún modo, que un agente no policial calificado repentinamente pueda brindar servicios de seguridad pública es un insulto” a nuestros profesionales de la policía altamente capacitados, y un alto riesgo para la seguridad de los estudiantes, maestros y otro personal escolar”, observa. “El tema es realmente la mentalidad que acompaña la aplicación de la ley. Y a los agentes del orden, que poseen cientos de horas de entrenamiento, se los somete a escrutinios por su accionar en las calles”.

Todo ello no llega siquiera a considerar los detalles y las posibles consecuencias de cualquier política con docentes armados. ¿Dónde deberían estar las armas cuando no están en uso? ¿Cargadas o descargadas? ¿Cuáles son las reglas que permitirían a los maestros desenfundar una? ¿Cuáles son las perspectivas si estudiantes u otros quedaran atrapados en un fuego cruzado? ¿Cómo se espera que los agentes de la ley distingan entre un tirador activo y un profesor no uniformado que responde?

“El diablo siempre está en los detalles”, aseguró Ken Trump.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí:

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