Anuncio

Las autoridades mexicanas se preparan para cerrar el principal refugio para migrantes en Tijuana

Share

Las autoridades mexicanas están listas para cerrar El Barretal, el mayor refugio para inmigrantes de América Central, en Tijuana.

El cierre del albergue, en las afueras del este de la ciudad, marca el agridulce final de la caravana de migrantes de 2018, que se convirtió en una obsesión nacional con efectos aún no revelados.

La clausura, programada para mediados de enero, ocurre justo cuando otra caravana de miles de individuos planea dejar Honduras con rumbo a México.

Anuncio

La vida en el interior de El Barretal se desarrolla con rutinas diarias y semanales cómodas para los aproximadamente 700 migrantes centroamericanos que llegaron a Tijuana en noviembre de 2018, como parte de una caravana de 6,000 miembros aproximadamente.

Los niños van a la escuela. Los hombres se despiertan antes del amanecer y toman los autobuses para trabajar en la construcción u otros empleos ocasionales en Tijuana. Las mujeres lavan la ropa a mano y la cuelgan en el extremo derecho del lugar.

Un día, la semana pasada, una bachata resonaba a alto volumen desde un equipo de música hacia un gran patio, el corazón de ese espacio para eventos y sala de conciertos donde más de 3,000 centroamericanos se refugiaron en tiendas de campaña y camastros.

El Barretal, con una capacidad para 7,000, se inauguró cuando el refugio original en el barrio Zona Norte de Tijuana, cerca de la frontera entre EE.UU. y México, rebasó de gente y colapsó, con condiciones deplorables.

Desde aquellos primeros y complicados días, muchos siguieron adelante y obtuvieron empleos y apartamentos en Tijuana. La cantidad de migrantes en el refugio disminuye cada día, informaron los voluntarios.

“El refugio temporal ha funcionado y logrado lo que nos propusimos hacer. Ahora estamos reduciendo su funcionamiento a medida que estas últimas personas encuentran sitios más permanentes”, aseveró Leonardo Neri, un voluntario federal y coordinador de refugios.

Los voluntarios esperan cerrar el centro este martes.

Varias familias expresaron que rezan para que su número sea convocado a presentar su caso de asilo ante las autoridades inmigratorias estadounidenses antes de la clausura del albergue. De otro modo, dijeron, no saben a dónde más podrán ir.

“Nos estamos acercando mucho”, aseguró Victoria Rodríguez. “Creemos que tal vez el lunes llamarán nuestro número. Hemos empacado y estamos listos para partir”.

Rodríguez tiene dos niños pequeños, ambos luchan contra las infecciones respiratorias y la tos. La mujer no ha considerado ninguna otra opción, además de que llamen a su número.

El patio de El Barretal se convirtió en una especie de plaza de la ciudad, donde se celebran noches de baile, clases de pintura y ceremonias religiosas. Su perímetro está alineado con negocios gestionados por los migrantes, como venta de cigarrillos y barberías.

“Nos hemos convertido en una comunidad”, expuso Christian Lara, de Honduras. “Siempre vamos a ser amigos de la gente de la caravana. Miren lo que hemos hecho. La verdad es que siempre hablaremos unos con otros y nos mantendremos en contacto cuando podamos”.

Dos muchachos bromeaban paseándose mutuamente por el patio en una camilla que solía llevar provisiones al refugio. “De hecho, vamos a extrañar El Barretal”, dijo uno, entre risas.

El hombre responsable de la música desde el sistema de audio recolecta monedas en El Barretal y en paradas de autobús en todo Tijuana. También canta, y dijo que toca música que le recuerda a la gente sobre su hogar.

“Gano un poco de dinero para la comida. No sé de todas estas personas, o de lo que van a hacer”, dijo José González, de Nicaragua, quien salía del refugio en busca de una habitación barata para rentar. “No tengo idea porque no tengo a dónde ir aquí”.

Leticia Guzmán, del grupo Border Angels, de San Diego, trae todas las semanas donaciones a El Barretal, como carpas, sacos de dormir, zapatos y ropa. También ha intentado persuadir a la agencia federal que administra el refugio para que no lo clausure mientras las familias aún no tengan un lugar donde ir.

“Todavía hay niños en El Barretal, cuyos parientes no tienen otro lugar”, explicó. “¿A dónde van a ir? Será un problema para los residentes de Tijuana, para las empresas cercanas, para todos, si estas familias no están al menos ubicadas en otro albergue”.

La semana pasada, las autoridades cerraron Contra Viento y Marea, un refugio instalado en un almacén cerca de la frontera, y trasladaron a casi 40 inmigrantes a un albergue de una iglesia, en el barrio Las Playas de Tijuana, próximo a la costa.

José Alexander Cherris se dirigía hacia Padre Chava, otro refugio para migrantes en la ciudad, donde esperaba conseguir un lugar para él y para su hijo de cuatro años, una vez que cerrara El Barretal. “Creo que tienen espacio para nosotros allí”, afirmó.

Cherris estuvo entre el grupo que intentó pasar la frontera el 1 de enero pasado, pero afirmó que él y su hijo se quedaron más atrás entre la multitud y se retiraron a la primera señal de gases lacrimógenos.

Aún tiene la esperanza de, algún día, entrar a Estados Unidos. “Tengo fe. Además, hemos llegado hasta aquí”, expresó. “Estamos agradecidos de que hayan podido ayudarnos hasta ahora”, concluyó, sobre las personas a cargo de El Barretal.

Wendy Fry escribe para el San Diego Union-Tribune.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

Anuncio