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Qué significa ‘racismo’ para la izquierda, y para todos los demás

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La gente está complicando tanto esto.

Hace un par de semanas, el comité editorial del New York Times contrató a una escritora de tecnología, Sarah Jeong. Cuando se reveló que ésta había tuiteado duras críticas contra las personas blancas, los conservadores formaron una mafia de Twitter para exigir su despido. Mientras unos pocos de la derecha dijeron -o aseguraron- que estaban ofendidos por el contenido de esos tuits, la pasión central derivaba de una indignación comprensible sobre los dobles estándares liberales.

El argumento tomó una forma familiar: “¡Si una persona blanca o conservadora dijera algo así acerca de cualquier otro grupo, su carrera profesional llegaría al fin!”.

Muchos liberales respondieron que los conservadores simplemente no lo entienden. No existe tal cosa como el racismo contra los blancos, porque el racismo tiene que ver con el poder. Los blancos -o los hombres blancos- lo tienen, otros grupos no.

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Quizás porque esta teoría desafía la experiencia de vida, los progresistas ofrecieron una nueva defensa: Realmente no queremos decir eso cuando atacamos al patriarcado pálido.

Ezra Klein, de Vox, recordó que no le gustó el eslogan “Kill all men” (Matemos a todos los hombres), que aparentemente se volvió popular en su círculo progresista hace un tiempo. “No me gustó. Me hizo sentir a la defensiva. Todavía me hace sentir así”.

“Pero”, agregó Klein, “también sabía que eso no era lo que querían decir. No querían que me mataran; no querían que mataran a ningún hombre. Simplemente querían que las cosas fueran mejores para las mujeres”.

Klein tenía un buen punto. No tengo dudas de que muchas de sus compatriotas mujeres -¡y varones!- no están muy interesados en el masculinicidio al por mayor. Tampoco creo que Jeong esté interesado en “suprimir” a las personas blancas. Estos son más bien giros del establishment del movimiento Woke.

Pero lo que Klein y otros no comprenden es que no pueden jugar al Humpty Dumpty cuando se trata del lenguaje que usan. “Cuando yo uso una palabra”, decía célebremente Humpty Dumpty, “significa exactamente lo que yo elijo, ni más ni menos”.

La noción de que el racismo se trata solo del poder blanco institucionalizado simplemente no cuadra para la mayoría de los estadounidenses. En el lenguaje común, racismo significa prejuicio o intolerancia a causa de la raza o el color de la piel. Y punto. Los patéticos racistas que marcharon a Washington a mediados de agosto no tienen mucho poder cultural. Seguramente eso explica su racismo más de lo que lo mitiga o lo absuelve.

Si un neonazi pinta una esvástica en la puerta de entrada de un judío, ninguna persona decente suspendería su juicio pendiente de una auditoría del poder social o institucional de la víctima. Simplemente diremos que es antisemitismo. No tiene sentido afirmar que Louis Farrakhan no es racista cuando afirma que “los blancos son humanos potenciales, no han evolucionado todavía”, pero David Duke es racista cuando dice algo similar sobre los negros.

Incluso si tuviéramos que aceptar colectivamente que “racismo” significa opresión estructural por parte de los blancos, igualmente necesitaríamos una palabra para definir el odio o degradación de las personas únicamente por su raza. ¿Por qué reinventar la rueda? ¿Y por qué confundir el principio de que esto es malo?

Pensemos de esta manera: ¿Querríamos que nuestros hijos fueran a una escuela donde se les enseñara a los niños blancos que la menor insensibilidad racial es un pecado grave, pero donde todos los chicos no blancos pueden decir lo que quieren sobre sus compañeros blancos?

Es correcto y adecuado enseñar a los pequeños que la intolerancia contra los negros u otros grupos en particular es especialmente mala por razones históricas. Pero es moralmente estúpido celebrar o explicar de forma condescendiente la intolerancia contra los blancos como una especie de recompensa histórica por los pecados -reales o presuntos- de sus antepasados (también es contraproducente: existe amplia evidencia de que llamar ‘racistas’ a quienes no lo son, en realidad los convierte en ello).

Los dobles estándares engendran resentimiento y rabia, independientemente de su orientación ideológica. Hay una razón por la cual los supremacistas blancos se apropian del lenguaje de la izquierda, exigiendo políticas de identidad para los blancos. “Me considero un defensor de los derechos civiles y humanos, con el foco en la población caucásica escasamente representada”, dijo en NPR Jordan Kessler, el racista organizador de las marchas “Unite the Right”.

El doble estándar que sostiene que la izquierda puede decir lo que quiera, pero la derecha debe controlar constantemente sus privilegios, alimenta a odiosos bufones como Kessler.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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