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OPINIÓN: ¿Qué hacer por los paisanos fallecidos por COVID-19?

La comunidad latina de Estados Unidos ha sido afectada de manera desproporcionada por el coronavirus.
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A la memoria de Mauricio Sosa Santibáñez

Hace unos días el gobierno mexicano dio a conocer que por lo menos 1.036 mexicanos nacidos en México habían fallecido en Estados Unidos por COVID-19. La cifra puede ser mayor porque el registro viene de los consulados y nada obliga a los paisanos a reportar el fallecimiento de uno de los suyos a la representación consular.

Cierto, la mayoría lo hace porque busca tramitar el traslado del cadáver a México en donde casi todos los paisanos quieren terminar. De hecho, por lo general, uno de sus mayores sueños es morir en México. Bien lo dice la canción México lindo y querido, que hizo famosa Jorge Negrete.

De esos más de mil mexicanos que murieron en Estados Unidos, 671 fallecieron en el estado de Nueva York. La cifra sorprende por sí misma pero además, por lo poco que se hace por ellos: repatriarlos.

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En el estado de Nueva York, a diferencia de lo que ocurre en otros como California, Texas o Arizona, a pesar de ser el grupo inmigrante que más crece, los mexicanos no son la mayoría de los latinos, representados en ese estado por los puertorriqueños o los originarios de República Dominicana. En ese estado, hasta el 19 de mayo habían fallecido 6.720 latinos.

Aún con los datos oficiales del gobierno mexicano, que tiene cada vez menor credibilidad, el número de paisanos fallecidos en Estados Unidos representaría la segunda posición en relación a la república mexicana con más fallecidos por COVID-19, apenas abajo que la Ciudad de México y por encima de las otras 31 entidades federativas. Sólo Nueva York tendría más fallecidos que Baja California y otras 30 entidades en México.

Con más compromiso social e institucional que recursos, los consulados hacen lo que pueden, como siempre, pero resultan víctimas involuntarias de la falta de una política de Estado hacia esas comunidades. México no ha sabido o no ha querido desarrollar un modelo de relación con sus comunidades en Estados Unidos, que reconozca su enorme aportación al desarrollo y paz social de México y que mejore sustancialmente sus condiciones de vida.

Por eso molesta tanto cuando el oportunismo político lleva a festejar las remesas que mensualmente envían los paisanos, como si a cambio se hiciera gran cosa. Ni siquiera se les contabiliza. El gobierno mexicano dispuso de un avión para repatriar al cantante José José, pero los mexicanos en Estados Unidos tienen que hacer bastantes más trámites y nadie pone un avión a su disposición.

Se podría hacer mucho más por ellos, su agenda no es complicada, requieren mejor acceso a servicios de salud y de educación. Ni siquiera necesitan un mayor acceso que otros grupos poblacionales, simplemente las mismas que tienen los blancos no hispanos, los asiáticos o los afroamericanos y ya con eso, ellos competirían. No piden, ni necesitan ninguna dádiva, ni que les regalen dinero, pero sí bastante más que un reconocimiento en una conferencia de prensa cuando se da a conocer el dato mensual de remesas enviadas a México.

Solamente el estado de California que es donde viven más mexicanos en Estados Unidos, en el contexto del COVID-19 y sus efectos, dispuso de 75 millones de dólares para ayudar a los inmigrantes indocumentados de los cuales la abrumadora mayoría son mexicanos. El presupuesto 2020 del gobierno mexicano contempla, para todo el año y para todas las acciones de atención a los mexicanos en EE.UU, 14 millones de dólares, la quinta parte de lo que pone California. Los mexicanos en Estados Unidos envían anualmente a México sólo en remesas directas 35 mil millones de dólares. Con estas cifras ¿usted diría que México hace algo por sus paisanos en EE.UU?

Una vez más, los efectos del COVID-19 hacen ver que el modelo de relación entre el Estado mexicano y sus connacionales que viven en Estados Unidos es limitado, equivocado y no corresponde ni mínimamente a las aportaciones de este grupo al desarrollo de México.

Quizá ya llegó el momento en que la relación con esta comunidad se instrumente desde Estados Unidos y no desde la Ciudad de México o peor aún desde Hong Kong que es donde desde hace meses reside el Subsecretario de América del Norte. Ya hay una infraestructura institucional, ahí están los 50 consulados que ya saben qué necesita esa comunidad y cientos de organizaciones que cotidianamente los ayudan. Lo único que hace falta es que estos mexicanos sean incorporados de pleno derecho a la población mexicana y no solamente como una estadística más de remesas o fallecidos.

*Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

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