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‘Queremos ser estadounidenses’: Los migrantes siguen llegando por la frontera sur de México tras del fin del Título 42

people on crowded makeshift rafts on a river
Migrantes cruzan el río Suchiate, que marca la frontera entre Guatemala y México, el 9 de mayo. Miles de migrantes esperan llegar a Estados Unidos a través de México tras la expiración del Título 42.
(Agencia Press South / Getty Images)
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El amanecer apenas había iluminado las turbias aguas del río Suchiate en la frontera con Guatemala cuando los lancheros -hundiendo largas varas en el lodo para impulsar sus embarcaciones- comenzaron a transportar su carga diaria: un contingente políglota de migrantes de todo el mundo. Todos con un destino común: Estados Unidos.

“No llegamos a Estados Unidos antes del final del Título 42, pero aun así seguiremos adelante”, declaró Félix Bandres, de 61 años, que encabezaba un grupo eclesiástico de unas dos docenas de venezolanos, entre ellos mujeres y niños, hacinados en la balsa hecha de tablones de madera sujetos a cámaras inflables de neumáticos de tractor. “Es la necesidad y la búsqueda de una vida mejor lo que nos impulsa”.

Funcionarios de Washington afirman que el número de cruces ilícitos en la frontera entre Estados Unidos y México ha disminuido desde que finalizó la aplicación del Título 42 el pasado el 11 de mayo. La regla de la era de la pandemia, puesta en marcha por la administración Trump y aplicada por Biden, permitió a la Patrulla Fronteriza devolver a cientos de miles de migrantes sin darles la oportunidad de solicitar asilo político o buscar otro tipo de alivio dentro de Estados Unidos.

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Pero aquí, a unos 1.000 kilómetros del Río Grande, la escena caótica es la de siempre: un gran número de migrantes con destino a Estados Unidos -en su mayoría sudamericanos y centroamericanos, pero también una mezcla de personas procedentes de África, Asia y Europa- cruzan ilegalmente los más de 800 kilómetros de frontera que separan México de Guatemala.

Los cruces fluviales constituyen un reto para las autoridades estadounidenses que navegan por el panorama legal posterior al Título 42.

El gobierno de Biden, sometido a una intensa presión política para reducir la inmigración ilegal en la frontera estadounidense, advierte que quienes crucen ilegalmente el país se considerarán no aptos para recibir asilo y estarán sujetos a la deportación, y en algunos casos a encarcelamiento. Las autoridades estadounidenses están animando a los migrantes a que pidan cita antes de llegar al país utilizando la aplicación móvil CBP One, misma que de acuerdo con la experiencia de miles de personas, falla constantemente.

Se desconoce cuántos migrantes con destino a Estados Unidos están ingresando a la vasta zona fronteriza entre Guatemala y México. Gran parte de la franja se compone de tramos no patrullados de río, montañas y selva. La zona ha sido históricamente un corredor de tránsito para migrantes y contrabando, desde alimentos y gasolina hasta drogas ilegales.

Un indicio de la masa humana en ruta hacia Estados Unidos es el número récord de migrantes que cruzan el Tapón del Darién, el peligroso tramo de 100 km de selva tropical entre Colombia y Panamá. Migrantes de Sudamérica, África, Asia y otros lugares atraviesan regularmente esta zona que antes se consideraba casi infranqueable, pero que en los últimos años se ha convertido en uno de los corredores migratorios más transitados del planeta.

Entre enero y abril, 127.687 migrantes cruzaron el Darién, según las autoridades panameñas. En el mismo periodo del año pasado fueron menos de 20.000. Sin embargo, 2022 en su conjunto marcó un récord anual de casi 250.000.

Los venezolanos son el grupo más numeroso que cruza el Darién, seguidos de los haitianos. Casi todos buscan llegar a México y luego a Estados Unidos.

Las autoridades mexicanas informan de cifras récord de solicitudes de asilo político: casi 50.000 entre enero y abril. Muchos solicitantes de asilo dicen que tratarán de entrar en Estados Unidos una vez que reciban refugio legal en México, un estatus que les permitirá viajar libremente a la frontera norte.

En el río Suchiate, agentes de inmigración mexicanos y tropas de la Guardia Nacional observan impasibles, bajo el calor matutino, cómo un flujo constante de migrantes desciende de las embarcaciones fluviales. Los pasajeros pagan una tarifa de cruce de aproximadamente 1.50 dólares y las autoridades mexicanas no hacen ningún esfuerzo por rechazarlos.

Los inmigrantes con más recursos recurren a los servicios de los coyotes, o traficantes de personas, que a menudo utilizan motocicletas para llevarlos al norte. Los contrabandistas llevan a sus “clientes” por caminos de tierra, entre plantaciones de plátano y casas de seguridad, como preludio de la siguiente etapa del viaje.

Pero muchos no pueden permitirse esos servicios, por lo que tienen que abrirse camino por su cuenta, cruzando por el río y llegando a las calles, a menudo aturdidos por el viaje y el implacable calor tropical.

La suerte que les espera tras cruzar de Guatemala a México es una incógnita.

Con el fin del Título 42, dicen los migrantes, las autoridades mexicanas dejaron de expedir salvoconductos temporales. Estos documentos habían permitido a muchos llegar a la frontera norte sin impedimentos por parte de las autoridades de inmigración mexicanas.

Sin embargo, las autoridades mexicanas parecen haber cambiado de táctica: Aunque no se les devuelve inmediatamente en la frontera, se detiene a los inmigrantes en los puntos de control de las carreteras que parten de la frontera sur. A continuación, son trasladados en autobús a puntos del interior de México, y no está claro si en última instancia se les permitirá continuar hacia Estados Unidos o se enfrentarán a la deportación o la detención en México.

La intención de México parece ser dispersar a la creciente población migrante y evitar acumulaciones altamente visibles en las comunidades fronterizas del norte y del sur.

México ha estado trasladando a migrantes desde su frontera norte desde al menos una ciudad, Reynosa, hacia el interior, según un tuit de la semana pasada de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos. Además, las autoridades mexicanas han trasladado a grupos de migrantes varados desde Ciudad de México a lugares del interior del territorio mexicano.

Uno de los rumores más extendidos es que a los migrantes trasladados al interior se les pide que firmen una declaración en la que se comprometen a abandonar México en un plazo de tres días, tiempo suficiente para llegar a las ciudades y pueblos de la frontera estadounidense.

Los funcionarios de inmigración mexicanos no devolvieron los mensajes en busca de comentarios.

El Instituto Nacional de Migración de México está sumido en el caos desde que en marzo pasado se produjo un incendio en una celda de un centro de detención de Ciudad Juárez en el que perecieron 40 inmigrantes. El director del Instituto se enfrenta a cargos penales por negligencia, y esa dependencia del gobierno federal ha cerrado temporalmente sus 33 centros de detención, incluidos seis aquí en el estado de Chiapas, a lo largo de la frontera con Guatemala.

“No sabemos realmente qué va a pasar ahora”, dijo Edward Kapulun, una persona nativa de Sierra Leona que se encontraba entre los 150 migrantes atrapados en un campamento lleno de basura en las afueras de Tapachula, junto a un puesto de control de inmigración mexicano. Los agentes habían detenido muchos autobuses y taxis que se dirigían al norte. “Estamos esperando aquí para saber que va a pasar”.

Entre las personas varadas en los campamentos cercanos a los puestos de control en los últimos días, había gente procedente del Congo, Senegal, Afganistán, China y otras naciones, aunque los venezolanos parecían ser el grupo más numeroso.

Muchos temen ser secuestrados o robados, y con razón. La semana pasada, las autoridades mexicanas rescataron a unos 50 inmigrantes con destino a Estados Unidos -en su mayoría venezolanos y centroamericanos- que habían sido secuestrados en un autobús en el norte del país.

Un grupo de seis hombres africanos que se encontraban en el campamento improvisado a las afueras de Tapachula dijeron que habían pagado 300 dólares cada uno a un taxista para que los llevara a la frontera estadounidense, a unos 1.000 kilómetros de distancia. En lugar de ello, el taxista los dejó en el puesto de control de Tapachula, a unos 50 kilómetros de la frontera guatemalteca, y se marchó con el dinero.

Kapulun, de 29 años, ingeniero eléctrico que instalaba paneles solares en su ciudad natal de Freetown, declaró que en Sierra Leona sufría represión por su orientación sexual. Afirmó que tiene previsto solicitar asilo en Estados Unidos.

Al igual que otros, voló a Sudamérica y se dirigió por tierra a Centroamérica -cruzando el Paso del Darién- y posteriormente se subió a autobuses y otros medios de transporte a través de Centroamérica antes de llegar a México.

Un grupo de 21 afganos también estaba atrapado en el campamento de la carretera, junto a un fétido arroyo que muchos utilizan para lavar la ropa. Dijeron que eran de la etnia hazara, un grupo mayoritariamente chií que ha sido blanco de los talibanes y otras facciones militantes suníes. Todos habían volado de Dubai a Brasil y habían recorrido por tierra más de 6.000 kilómetros hasta México, la mayoría en autobús.

“Mi pregunta es: ¿cómo nos convertimos en estadounidenses?”, preguntó Nematullah Nikzad, de 30 años, que dijo que su familia tenía una tienda de ropa en Kabul. “Bajo el régimen talibán, la vida es muy dura para nosotros ahora. Queremos ser estadounidenses”.

Su esposa y sus tres hijos permanecen en la capital afgana, dijo. Espera enviar a buscarlos una vez que se haya instalado en Estados Unidos.

Eliana Parra, venezolana de 48 años, viajaba con sus nietas de 9, 7 y 4 años. Se dirigían a Indiana, donde su hija, la madre de las niñas, vive desde hace un año.

“Ha sido un viaje muy duro”, dijo Parra, recordando la travesía por el Darién. “Pero mi hija dijo que ya era hora: nuestra familia necesita estar junta de nuevo”.

Un grupo de seis hombres y mujeres chinos dijeron que se dirigían a Flushing, en el distrito neoyorquino de Queens. Habían oído hablar de una gran comunidad china allí. Uno de los hombres, Yelong Yang, se comunicó con un periodista a través de una aplicación de traducción y describió su motivación.

“Sólo pensamos en el sueño de libertad de Estados Unidos”, escribió Yang, de 23 años. “Queremos un futuro mejor en Estados Unidos”.

Contribuyeron a este reportaje los corresponsales especiales Liliana Nieto del Río, Juan de Dios García Davish y María de Jesús Peters en el sur de México, y Cecilia Sánchez en Ciudad de México.

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