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Locura por Trump en Fresno: una mezcla de latinos que lo aman, policías y manifestantes

Elena Pineda, 81, and her daughter Mary Jennings, 57, attend a rally for Republican presumptive presidential nominee Donald Trump in Fresno on Friday. Some of Jennings' family have stopped speaking to her over her support for Trump.
(Robin Abcarian / Los Angeles Times)
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Después de escuchar a Donald Trump frente a su audiencia durante casi una hora -“¿Quién pagará por el muro?”- me abrí paso entre la multitud reunida en el Selland Arena para encontrar a algunos de sus seguidores latinos.

¿Quiénes son estas personas, exactamente, que pueden votar por un hombre que llamó a los mexicanos violadores y asesinos, que insultó a la gobernadora latina y republicana de Nuevo México y que tuiteó “amo a los hispanos” mientras comía un plato de tacos en su escritorio el Cinco de Mayo?, me preguntaba.

Resulta que estas personas son como Elena Pineda, de 81 años de edad, y su hija Mary Jennings, de 57, ambas vestidas de pies a cabeza en rojo, blanco y azul. Tenían fotos de Trump con su gorra de béisbol que dice “Hacer a América grande otra vez” adheridas a sus propios y diminutos sombreros. Para agravar esta ofensa a la moda, Helen llevaba un botón de la campaña con un gato peinado al estilo Trump.

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“Mi familia dejó de hablarme por mi apoyo a Donald Trump desde el comienzo”, afirmó Jennings, una policía retirada. “Soy conservadora y votante republicana registrada. Siempre ha sido un motivo de discordia en mi familia”.

A skirmish line of 50 or so Fresno police officers, clad in black riot gear, slowly move protesters out of the street.
A skirmish line of 50 or so Fresno police officers, clad in black riot gear, slowly move protesters out of the street.
(Robin Abcarian / Los Angeles Times )

“¿Su retórica acerca de los mexicanos no le importa?”, le pregunté. “¡Se trata de extranjeros ilegales!”, respondió. “Mi mamá y yo no podemos ir a Canadá a hurtadillas y obtener beneficios allí. Tampoco podríamos ir a México sin la documentación apropiada porque nos meterían presas”.

También conocí a Alicia Aderhold, de 39 años, una encargada de oficina en Tulare, cuya familia cultiva cerezas, aceitunas y naranjas. Aderhold tiene cuatro hijos, dos de ellos en la universidad, quienes apoyan la nominación de Bernie Sanders por el partido demócrata.

“¿Sabe qué me gusta acerca de Trump?”, dice la mujer. “Que él cuida a los agricultores. Y que construirá ese muro”.

Los trabajadores agrícolas son el alma de esta industria. Aún los cálculos más conservadores dicen que el menos la mitad del millón de trabajadores agrícolas de este estado están aquí indocumentados. “Soy mexicana”, dice Aderhold, “y comprendo que los mexicanos hacen el trabajo agrícola, pero hay una gran cantidad de ilegales. Deberían hacerlo de otra forma, como lo hicieron mis padres”.

En ese caso, buena suerte durante un gobierno de Trump para todos los productores de lechuga en Salinas, que no podrán encontrar suficientes personas para recoger sus cosechas (de hecho, ya no pueden).

Fuera del recinto era más sencillo hallar latinos con una opinión más débil de Trump. Los sondeos, después de todo, muestran que el magnate es visto negativamente por una enorme mayoría de los votantes latinos. La primera persona a quien me encontré fue Daniel Ortiz, un conductor de camiones retirado, de 66 años de edad, oriundo de Selma, quien llevaba un cartel hecho a mano, con una foto de Trump alterada de tal modo que el precandidato lucía como Hitler. El letrero decía: “FU… Trump” y “Cualquier cosa puede suceder si usted no vota”.

College student Aleisa Rodriguez lets her sign do the talking for her.
College student Aleisa Rodriguez lets her sign do the talking for her.
(Robin Abcarian / Los Angeles Times )

“Es un idiota”, afirmó Ortiz. “Su retórica, su odio, su absoluta estupidez de todo. ¿Sabe usted cómo luciría este valle sin trabajadores agrícolas? Este sitio depende de los trabajadores latinos”.

Cerca de allí, Aleisa Rodriguez, una estudiante universitaria, sostenía un cartel con un emoji de un excremento, pintado a mano. A su alrededor había un enjambre de moscas y lucía una suerte de peinado ‘a lo Trump’. No era necesario agregar palabras.

Paul Garcia, de 52 años, estaba vestido con un uniforme militar y llevaba una boina. Tenía una bandera mexicana en una mano y un letrero que decía “Detenga el odio de Trump” en la otra. García es maestro y activista, dice, y miembro de la organización Brown Berets, “una organización chicana nacionalista que promueve la paz y la unidad en nuestros barrios”.

Al preguntarle si llevar una bandera mexicana no hacía más que jugar a favor de la dura retórica del precandidato acerca de la inmigración ilegal, Garcia respondió que no, y que lo hacía porque está orgulloso de su origen y de la larga relación entre México y los EE.UU. También, como otros, no puede creer el apoyo que muchos latinos le ofrecen a Trump.

Mona Llamas says Trump’s “nationalism” is dangerous and underpinned by racism, as exhibited by his mocking of Massachusetts Sen. Elizabeth Warren, who claims to have Native American ancestry.
Mona Llamas says Trump’s “nationalism” is dangerous and underpinned by racism, as exhibited by his mocking of Massachusetts Sen. Elizabeth Warren, who claims to have Native American ancestry.
(Robin Abcarian / Los Angeles Times )

Mona Llamas, de 47 años, llevó a sus dos hijos adolescentes a la protesta porque cree que el “nacionalismo” de Trump es peligroso y respaldado por su racismo. Su cartel era llamativo; tenía fotos de la senadora de Massachusetts Elizabeth Warren, de quien Trump se burló a causa de su ascendencia nativa. “Estoy a favor de Pocahontas”, decía el letrero.

Llamas, cuya familia es propietaria de concesionarios de automóviles, afirma que le cuesta entender por qué Trump tiene aunque sea un mínimo de apoyo latino. “Es lo que yo llamaría esquizofrenia social”, aseguró. “Eso es cuando tú entiendes que este movimiento está totalmente en contra de tus intereses, y sin embargo no tienes el sentido común, la autoestima o el conocimiento para ver las cosas como son”.

A una cuadra de distancia, en M Street y Ventura Avenue, unas pocas decenas de manifestantes se negaban a abandonar la esquina. Con un megáfono, Jerry Dyer, jefe de la policía de Fresno, les pedía que se movieran de allí. La gente se negó.

Fresno Police Chief Jerry Dyer personally speaks with protesters to ask them to disperse.
Fresno Police Chief Jerry Dyer personally speaks with protesters to ask them to disperse.
(Robin Abcarian / Los Angeles Times )

El policía montó una línea de choque de 50 agentes, enfundados en equipo antimotines de color negro. En el transcurso de un par de horas, con un calor de 90 grados, la línea avanzó muy lentamente. El jefe seguía pidiendo a la gente que se disperse. Se cercó los manifestantes, puso su mano en sus espaldas y les dijo que tendría que arrestarlos si no se movían. No fue exactamente una súplica, pero estuvo cerca.

“Seremos muy pacientes y esperaremos a que esta gente se retire”, afirmó. “Me dirigí a los individuos que estaban sentados en la calzada personalmente, y le dije a cada uno: ‘Quiero darle la oportunidad de que se levante, porque esta es una manifestación ilegal’”.

A unas pocas yardas de distancia, un manifestante de 38 años de edad llamado Eddie Garcia, tenía su propio megáfono. “Nuestro trabajo está hecho”, señaló este joven, quien alguna vez estudió para ingresar al sacerdocio. “Vayan a casa. Que Dios los bendiga”.

Los jóvenes en la acera comenzaron a gritar a Garcia -“está bien, tú vete”- pero ellos planeaban quedarse. “Vine desde Los Baños para estar aquí, y no estoy lista par irme”, dijo Katrina Ruiz, de 32 años, quien tuvo una tranquila conversación con Garcia. “La gente está enojada por la xenofobia y el racismo de Trump. Creo que los policías están ansiosos por pelear con nosotros”.

Paul Garcia, toting a Mexican flag, and an anti-Trump sign, shows his displeasure with Donald Trump at a protest in Fresno.
Paul Garcia, toting a Mexican flag, and an anti-Trump sign, shows his displeasure with Donald Trump at a protest in Fresno.
(Robin Abcarian / Los Angeles Times )

“Como mayores, decimos que hemos logrado lo que queríamos aquí, y que hay que retirarse”, afirmó Andres Fierro, de 47 años, quien estuvo de acuerdo con Garcia. “Quizás la generación más joven no es consciente de lo que sucede cuando uno provoca a la policía. Pero miren al jefe Dyer. Está caminando por todos lados y hablando con todos, uno por uno. Él deja que la gente exprese su ira y disgusto. Ha mostrado una enorme moderación”.

El mitin de Trump había comenzado a las 10 a.m. Para las 3 p.m., la policía había empujado a los pocos manifestantes que quedaban hasta el final de la cuadra. Un grupo de media docena de jóvenes latinos aún estaban al frente de la línea de combate, No eran exactamente hostiles, pero se negaban a partir. De todas formas, cada vez que los agentes avanzaban, ellos daban un paso atrás para evitar su arresto.

Finalmente, Dyer se acercó a charlar. Sacudió sus manos, les preguntó si necesitaban que los llevara de regreso. “Yo he terminado con esta protesta”, dijo Benjamin Juarez, de 20 años. “Ahora me quiero ir a casa”.

“OK, adelante”, dijo el jefe, cediendo el paso a Juarez en la calle que la policía acababa de despejar. “Que tengas un buen día”.

Para leer la nota en inglés:

https://www.latimes.com/local/abcarian/la-me-abcarian-trump-fresno-20160528-snap-story.html

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