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Columna: Demócratas dejen de jalarse el cabello, pueden vencer a Trump

Recordemos que, en 2008, los demócratas se preocuparon por si Obama, que se muestra aquí haciendo campaña en Iowa ese año, podía ganar en una elección general.
(AP)

¿Por qué, con sólo dos concursos de nominaciones, los demócratas ya pronostican pesimismo en noviembre?

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Cálmense, demócratas.

Ha habido exactamente dos contiendas por la nominación presidencial de su partido, ambas en estados profundamente no representativos: Iowa y New Hampshire.

Y hasta ahora, parece que los demócratas se están comportando exactamente como todos pensaron que lo harían. Están divididos entre elegir un candidato que quiere cambiar las cosas y realmente sacudir las cosas (Medicare para todos, impuestos mucho más altos a las corporaciones y a los ricos), o un candidato más moderado que desea lograr esencialmente los mismos objetivos sin agitar demasiado las aguas (Medicare para la mayoría, impuestos algo más altos a las corporaciones y a los ricos).

Lo que las dos primeras contiendas dejan realmente claro es que todavía hay muchos candidatos viables en la carrera, y que los demócratas están exactamente donde los partidos sin un titular en la boleta tienden a encontrarse en este punto de la campaña: poseídos por una gran ansiedad, lo cual es comprensible pero contraproducente.

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En 2016, recuerden, Hillary Clinton y Bernie Sanders se pelearon hasta julio, cuando él cedió formalmente, y la apoyó. Los resentimientos de esa contienda perduran hasta hoy.

En 2008, Clinton y el entonces senador de Illinois Barack Obama también casi hasta el final; pelearon hasta el 7 de junio, cuando Clinton se retiró, habiendo hecho, en sus memorables palabras, “18 millones de grietas en el techo de vidrio”. Eso fue sólo cinco meses antes de las elecciones, lo que dejó tiempo suficiente para que los demócratas se asustaran con la elección de Obama.

“Hay crecientes temores en algunos sectores de que el partido demócrata no elija a su candidato más fuerte para vencer al republicano John McCain”, dijo The Guardian.

Obama fue demasiado izquierdista, acusó a los votantes rurales de aferrarse a “las armas o a la religión”, le dijo a ‘Joe the Plumber’ que quería “repartir la riqueza a su alrededor” (¡socialista!).

Además, por el amor de Dios, era negro.

Y aunque hoy en día es popular hablar de cómo, incluso si los demócratas ganan el voto popular, el colegio electoral favorece a los republicanos, recordemos que mientras Obama obtuvo el 52.9% del voto popular frente al 45.7% de McCain, también obtuvo 365 votos en el colegio electoral mientras que McCain obtuvo 173.

En 2012, cuando el entonces presidente Obama se enfrentó a Mitt Romney, tuvo un muy mal primer debate. Estaba oxidado, parecía apático.

Los demócratas inmediatamente proclamaron que el final estaba cerca.

Un profeta de la fatalidad, el antiguo conservador Andrew Sullivan, escribió quizá la evaluación más histérica: “Un presidente en ejercicio no se recupera de ser eliminado en sustancia, estilo y simpatía en el primer debate y tiene muchas posibilidades de volver. En un momento crítico, ha deprimido profundamente a su base y sus partidarios e independientes acudirán en masa a Romney”.

Menos de un mes después, Obama venció a Romney, 51.1% a 47.2%, ganando 332 votos electorales contra los 206 de Romney.

Y luego está Donald Trump. Fue el candidato más no elegible en la reciente historia política americana, hasta que no lo fue.

Trump hizo todo tipo de promesas absurdas: Construiría un muro en la frontera sur y haría que México lo pagara. Reviviría la moribunda industria del carbón. “Tomaría el petróleo” de Irak para pagar la invasión de EE.UU. Haría públicas sus declaraciones de impuestos.

Los demócratas indignados no podían creer lo que oían. Sus partidarios se rieron de las críticas: Lo tomamos en serio, pero no literalmente.

Ayudaría a los demócratas a pensar en sus candidatos exactamente de esta manera.

Cuando los demócratas prometen Medicare para todos (o la mayoría), cuando prometen gravar a los súper ricos para recaudar dinero para el preescolar universal, o para abolir la deuda de la universidad, sólo relájense. Estas son aspiraciones, todas ellas excelentes.

Como Matthew Yglesias de Vox tuiteó, “tomen Medicare para todos seriamente pero no literalmente”.

Yo, sobre todo, instaría a los demócratas a no retroceder automáticamente ante la frase “socialismo democrático”. No permitan que Trump y sus aliados demonicen la frase de la misma manera que los republicanos demonizaron la palabra “liberal” en la época en que Rush Limbaugh tenía gran influencia.

Llámenme loca, pero creo que los americanos son lo suficientemente inteligentes como para diferenciar entre Escandinavia y Venezuela.

Así que respiren hondo, demócratas. Borren la palabra “elegibilidad” de su vocabulario.

Piensen en el tipo de país en el que quieren vivir, el tipo de persona que quieren en la Casa Blanca.

Luego voten en consecuencia.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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