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En su fallo sobre el COVID, la Corte Suprema de Trump nos da un adelanto de lo que viene

New York Gov. Andrew Cuomo pulling up a face mask.
La capacidad del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, de imponer restricciones a las reuniones religiosas para controlar la propagación del coronavirus fue impedida por la Corte Suprema el miércoles.
(Associated Press)
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En una pandemia, la Constitución otorga al gobierno amplias libertades para actuar en detener la propagación de la enfermedad contagiosa. Hasta aproximadamente la medianoche de un día anterior al Día de Acción de Gracias, la Corte Suprema había respetado en gran medida ese principio, y había mantenido las restricciones impuestas por los gobernadores, incluso en reuniones religiosas, para restringir la propagación del COVID-19.

En una decisión muy preocupante, el miércoles por la noche, la Corte, por 5 a 4 votos, dio un giro y prohibió al gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, restringir las reuniones religiosas. Este cambio de orientación es completamente el resultado de la muerte de la juez Ruth Bader Ginsburg, y su sustitución por la juez Amy Coney Barrett.

A principios de este año, la Corte Suprema consideró obstaculizar los límites de las reuniones de culto religioso dos veces. En ambos casos, el resultado se puso del lado del gobierno en 5-4 votos, y falló en contra de las iglesias que buscaban medidas cautelares. Cuatro de los jueces en la mayoría de esos votos —el presidente del Tribunal Supremo, John G. Roberts Jr., y los jueces Stephen G. Breyer, Sonia Sotomayor y Elena Kagan— votaron a favor de mantener las restricciones de Cuomo. El quinto voto de la mayoría anteriormente fue Ginsburg. Esta vez, Barrett se unió a los jueces que antes habían estado en minoría.

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En el caso judicial South Bay United Pentecostal Church vs. Newsom, el 29 de mayo, el tribunal se negó a prohibir las pautas de California que limitaban la asistencia a los lugares de culto al 25% de la capacidad del edificio o un máximo de 100 asistentes. Roberts escribió una opinión explicando que las reuniones, incluso para cultos religiosos, pueden transmitir COVID-19. Y señaló que “cuando esos funcionarios se comprometen a actuar en áreas cargadas de incertidumbres médicas y científicas, su latitud debe ser especialmente amplia”. Explicó que “[donde] no se exceden esos límites amplios no deben estar sujetos a cuestionamientos por parte de un ‘poder judicial federal no elegido’, que carece de los antecedentes, la competencia y la experiencia para evaluar la salud pública, y no es responsable ante la gente”. Los jueces Clarence Thomas, Samuel A. Alito Jr., Neil M. Gorsuch y Brett M. Kavanaugh discreparon.

Dos meses después, el 24 de julio, la Corte llegó a la misma conclusión en Calvary Chapel Dayton Valley vs. Sisolak, que involucró una orden del gobernador de Nevada que limitaba la asistencia a los servicios religiosos a 50 personas. Los mismos cuatro jueces discreparon.

Pero el miércoles por la noche, el tribunal llegó a la conclusión opuesta en tres casos. Una vez más, los fallos fueron 5-4, pero esta vez a los cuatro disidentes conservadores de las causas judiciales anteriores se les unió la juez más nueva, Barrett. Roberts y los tres jueces liberales estaban en desacuerdo.

El fallo involucra causas judiciales presentadas por la Diócesis Católica Romana de Brooklyn y dos sinagogas judías ortodoxas, y tuvo como objetivo desafiar una orden ejecutiva de Nueva York que restringe la asistencia a los centros de culto. La decisión fue profundamente inquietante.

Para empezar, fue innecesario. Nueva York ya había reducido las pautas que prohibió el tribunal, en respuesta a la disminución del riesgo en las áreas donde se encontraban los centros de culto. Se supone que las instituciones deben evitar fallos constitucionales innecesarios. Si se restablecieran las disposiciones sanitarias más drásticas, ese sería el momento de que el tribunal las considere.

Pero lo más preocupante acerca de la decisión de la Corte el miércoles por la noche es cuánto los jueces de la mayoría ignoraron el contexto de las restricciones. Sorprendentemente, ni la opinión del tribunal ni las opiniones concurrentes de Gorsuch o Kavanaugh mencionan la gravedad de la pandemia de coronavirus. No es hasta el disenso de Breyer que se menciona que el COVID-19 ha infectado a más de 12 millones de estadounidenses y ha causado más de 250.000 muertes en todo el país. Al menos 26.000 de esos decesos han ocurrido en el estado de Nueva York, con 16.000 en la ciudad homónima. Los jueces conservadores tampoco reconocieron que la pandemia está incrementando. En ese estado, el promedio semanal de nuevos casos confirmados por día ha aumentado, de alrededor de 700 a fines del verano, a más de 4.800 la semana pasada. A nivel nacional, el número de nuevos casos confirmados diarios es ahora más alto que nunca.

La mayoría conservadora de la Corte abandonó la deferencia judicial tradicional hacia los funcionarios gubernamentales que actúan para detener la propagación de una enfermedad transmisible. No hay duda de que esto hubiera sido diferente, y habría seguido las decisiones de principios de este año, si solo la juez Ginsburg y, no la juez Barrett, estuviera en la Corte.

Los conservadores, encabezados por el presidente, han minimizado la gravedad de la pandemia de COVID-19. El mismo día del fallo de la Corte, Trump alentó a los estadounidenses a “reunirse” para el Día de Acción de Gracias, a pesar de las constantes advertencias en sentido contrario de los expertos en salud pública. Uno habría esperado que los jueces hubieran examinado las pruebas médicas y, al menos, hubieran seguido los precedentes recientes que defienden las restricciones a las reuniones religiosas.

Pero no estos jueces conservadores y activistas.

Erwin Chemerinsky es decano de la Facultad de Derecho de UC Berkeley y colaborador de Opinión.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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