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OPINIÓN: México y su futuro inmediato

El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (centro)
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (centro) habla con sus simpatizantes durante una marcha para apoyar a su gobierno, en la Ciudad de México, el domingo 27 de noviembre de 2022.
(Fernando Llano / Associated Press)
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En lo interno y en lo internacional lo menos que uno puede cuestionarse es lo que está pasando en México y, quizá más importante, hacia dónde va y cuál es el futuro que espera a los mexicanos.

En el mejor estilo de los dictadores del siglo veinte, Mussolini, Hitler, Fidel Castro, Hugo Chávez, etc., AMLO, además de incrementar peligrosamente el poder y recursos de los militares o llamar a desobedecer a los jueces, organizó desde el gobierno una marcha de apoyo para hacer ver que él tiene a la mayoría de los mexicanos o por lo menos el poder para movilizarlos.

La calle es de él y no la piensa compartir. Ni siquiera porque ahora es gobierno. Esta marcha es la reacción a una previa presentada como una manifestación de defensa del órgano electoral pero que AMLO leyó, correctamente creo yo, como una marcha en su contra y entonces organizó la propia presentándola como una de apoyo a su proyecto pero que en realidad es a su poder.

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La marcha es la claudicación total de la voluntad de ser gobierno, que en principio debiera ser para todos los mexicanos. Con su marcha AMLO divide de manera explícita y sin que esto sorprenda a nadie, entre los malos mexicanos que están en su contra y los buenos que están o se someten a él. Una división de alto riesgo.

En su ejercicio del poder, que no de gobernar, AMLO está repitiendo de manera exacta lo que han hecho gobiernos anteriores. Solo que lo hace con un discurso más frontal que niega enfáticamente lo que hace en la práctica. Parece cinismo, pero en realidad es una estrategia comunicacional y política.

Dice que lucha contra la corrupción, incluso que ya acabó con ella, cuando el nepotismo y negocios de sus cercanos son cada vez más grandes y obvios, defiende la libertad de expresión, siempre y cuando sea a su favor y es implacable con sus críticos. Menciona que acabó con el dedazo tan característico del sistema mexicano para designar al sucesor, pero es justo lo que está haciendo con la candidatura presidencial y que ya tantos priístas hicieron. Dejar que varios de sus colaboradores “compitan” para al final él decidir quién será el candidato. Es la definición funcional de dedazo.

Los involucrados juegan tan bien el juego que ya la jefa de gobierno de la Ciudad de México, como para tener una mejor imagen pública, más cercana a la gente y de paso no le saquen las historias de su exmarido que aparece en videos recibiendo enormes cantidades de efectivo, tal y como lo hizo en su momento Peña Nieto, anunció que se casará.

Lo que está por verse es si, como más o menos ocurría con los priístas, una vez instrumentado el dedazo, las fuerzas políticas del presidente y sus representaciones estatales, se unirán en torno al candidato designado o bien el partido en el poder se fracciona. Peor aún, está por verse si ese conjunto de intereses aceptaría los resultados de una elección presidencial que no les resulte favorable. Empezando por el propio presidente.

En lo internacional las cosas no pintan mejor. Con respecto a Estados Unidos, nuestra relación más importante, después de apoyar decididamente a Donald Trump, con la administración de Biden se tiene una relación que en el discurso es amigable, pero que no trasciende a los hechos y como en realidad no pasa nada o peor aún ocurre lo contrario a lo acordado, en temas comerciales, de política energética, combate al crimen organizado o migración, nos dirigimos a un conflicto que tarde o temprano tendrá consecuencias.

La posición frente a Latinoamérica está llena de contradicciones y la defensa a ultranza de dictaduras como Nicaragua, Cuba o Venezuela no ayudan. Ahora AMLO canceló la reunión de la Alianza del pacífico como cuestionando la decisión del congreso peruano al no autorizar la salida del presidente de ese país en una clara intromisión en asuntos internos y recibe a los presidentes de Chile y Colombia estableciendo compromisos que no cumplirá. Como en lo interno, AMLO apuesta a que se crea lo que él dice y no a lo que realmente pasa.

En los organismos internacionales se ha perdido presencia y las posiciones mexicanas otrora apreciadas y respetadas por su equilibrio, ya no son bien vistas. Incluso se pretende, como ocurrió con el BID o la OPS, que candidatos mexicanos presidan organismos americanos sin negociar el apoyo de Estados Unidos o de otros países. Los berrinches al no obtenerlos empeoran el escenario.

No se ve ni un futuro claro, ni prometedor. Todo lo contrario. Hace poco un artículo de opinión en el New York Times preguntaba si México sería la próxima Venezuela. A muchos mexicanos (y venezolanos) ofende la comparación entre los gobiernos de AMLO y de Hugo Chávez, pero el parecido es innegable y así como Maduro continuó con la obra de Chávez que llevó a la destrucción de todo orden institucional en Venezuela, la sucesora de AMLO hará lo propio con México.

* Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

TW: @mexainstitute

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