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Biden cumplió su principal promesa de campaña: vencer a Trump. ¿Qué sigue?

Joe Biden habla el jueves en el teatro Queen en Wilmington, Delaware.
(Carolyn Cole/Los Angeles Times)
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Cuando Joe Biden ingrese a la Oficina Oval en enero, ya habrá cumplido su principal promesa de campaña: derrocar al presidente Trump.

Eso probablemente resulte ser la parte fácil. Será mucho más difícil para Biden cumplir sus promesas más amplias de impulsar iniciativas progresistas de gran alcance para abordar las crisis de salud, económicas y sociales que aquejan al país.

Los republicanos del Senado están listos para desechar la agenda de Biden en el Congreso, ya sea si mantienen el control o si los demócratas obtienen una mayoría de un voto. El partido de Biden ya está agitado por demandas competitivas de centristas ansiosos y progresistas inquietos. La amplia e ideológicamente diversa coalición que se unió detrás de Biden por aversión a Trump se está fracturando rápidamente.

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“Esta administración de entrada se ocupará de muchas cuestiones”, según Vanita Gupta, una ex funcionaria de la administración Obama que ahora dirige la Conferencia de Liderazgo sobre Derechos Civiles y Humanos, una influyente coalición progresista. Unir brazos para una elección es una cosa, señaló. “La agenda de gobierno se vuelve mucho más complicada”.

La tan mencionada experiencia de Biden, y su voluntad de trabajar más allá de las líneas partidistas, se pondrán a prueba de inmediato mientras que navega por un país polarizado más aún en la era Trump.

“Será un desafío, pero es la persona adecuada para este momento”, expresó Amanda Litman, asesora de la campaña presidencial de Hillary Clinton en 2016.

La tregua de campaña que libró a Biden de criticar a los progresistas que querían una agenda más audaz, y a los centristas que temían que se estuviera yendo demasiado a la izquierda, se está derrumbando en medio de acusaciones por los decepcionantes resultados de ciertas votaciones. Ya se están disputando las decisiones que Biden debe tomar sobre el personal, la estrategia y la política a medida que su administración toma forma.

Los demócratas perdieron escaños en la Cámara, un resultado poco común para un partido que ganó la elección presidencial. Sus grandes esperanzas de ganar una mayoría en el Senado casi se han desvanecido: la oportunidad que les queda a los demócratas es ganar dos elecciones de segunda vuelta para escaños en el Senado en Georgia el 5 de enero, una posibilidad remota.

Aún así, Biden y su compañera de campaña, la senadora de California Kamala Harris, no se intimidan por avanzar rápidamente en una agenda ambiciosa que dicen que exigen los tiempos actuales.

“No están siendo elegidos para no hacer nada”, señaló Jared Bernstein, un economista progresista y asesor de Biden que es uno de los principales contendientes para ayudar a dirigir el equipo económico de la Casa Blanca. “Cuando el momento exige hacer algo grande, se sienten cómodos haciéndolo”.

Bernstein señaló dos áreas donde la frustración de los votantes, a través de las líneas partidistas, crea una oportunidad para que la nueva administración se mueva rápidamente: COVID-19 todavía está matando a más de 800 estadounidenses por día a medida que los nuevos brotes del virus se multiplican en todo el mundo, y la economía de EE.UU tiene problemas para recuperarse, con el desempleo aún al doble de lo que era hace un año. Ambos problemas han puesto de relieve las desigualdades raciales, económicas y de salud que, junto con los incidentes de brutalidad policial, enviaron a millones de manifestantes a las calles este año.

Biden ha hecho campaña sobre políticas diseñadas para abordar las crisis económicas y de salud actuales, y también las desigualdades subyacentes que precedieron a la pandemia. Las medidas incluyen aumentar el salario mínimo, reforma política y expandir Obamacare y Medicare.

“La urgencia no es simplemente curar algunas de las heridas más inmediatas, incluido el control del virus y brindar el alivio que la gente necesita”, explicó Bernstein. “Está creando una economía que es más resistente al tipo de conmociones que estamos enfrentando actualmente”.

Sin embargo, incluso cuando el presidente electo invoca a Franklin D. Roosevelt con grandes planes y ambiciones en medio de las crisis, no tiene el mandato de los votantes ni los votos del Congreso de sobra que tuvo Roosevelt.

“Puede contar con que el Senado se opondrá firmemente a la agenda radical de los demócratas”, señaló el jueves el senador Tom Cotton (republicano por Arkansas) en el programa de radio del conservador Hugh Hewitt, refiriéndose a propuestas como hacer del Distrito de Columbia un estado y ampliar la Corte Suprema. “Les aseguro que ninguna de esas tonterías se someterá a votación en el Senado estadounidense en los próximos dos años”.

Incluso cuando se trata de objetivos potencialmente bipartidistas, como las medidas contra el COVID-19 y la ayuda para la recuperación económica, los republicanos probablemente se mostrarán renuentes a aceptarlas. Muchos ya habían comenzado a expresar “fatiga por gastos” incluso con un presidente de su propio partido en la Casa Blanca. Los recortes de gastos e impuestos de Trump habían impulsado los déficits actuales y proyectados a más de 1 billón de dólares anuales, inclusive antes de la pandemia.

“Con un presidente como Biden, no creo que la fatiga del gasto vaya a desaparecer”, señaló Antonia Ferrier, ex asistente del líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell (republicano-Kentucky). “Las perspectivas de un acuerdo bipartidista real no son muy buenas”.

Mientras Biden busca una manera de trabajar con los republicanos, navegará por las diferencias en un partido demócrata que ya está mirando más allá de él: Biden ha dicho que sería un líder de transición, y la lucha interna por el futuro del partido ya ha comenzado.

El primer campo de batalla es la elección del personal para la administración, y las tensiones ya habían aumentado antes del día de las elecciones.

Los informes de que los íconos liberales, el senador Bernie Sanders y la senadora Elizabeth Warren buscaban puestos en el gabinete (secretarios de Trabajo y del Tesoro, respectivamente), llenaron de pavor a los partidarios de Biden en Wall Street y a los demócratas moderados. A medida que el equipo de transición de Biden examinó a los republicanos y líderes empresariales para posibles puestos en el gabinete, la izquierda comenzó a hacer sonar las alarmas.

Los legisladores progresistas, incluida la representante Alexandria Ocasio-Cortez de Nueva York, firmaron una carta exigiendo que Biden evite nombrar al gabinete a individuos con vínculos corporativos. Sanders envió una lista de decenas de progresistas que recomendaría para puestos administrativos, el Gabinete y entre el personal subalterno.

Incluso cuando los líderes progresistas se han enfurecido mientras se habla de reclutar republicanos para el gabinete, y los persistentes esfuerzos de Biden durante la campaña para mantener una buena relación entre él y la izquierda, ven grandes oportunidades en la agenda que se ha comprometido a impulsar.

“Es un verdadero camino para un cambio masivo”, señaló Larry Cohen, ex presidente de Communications Workers of America, quien ahora es el presidente de la junta de Our Revolution, la coalición progresista fundada por Sanders. “Como decía mi bisabuela: ‘Vigilaré por dónde camina y no su boca’. Si sus pies hacen todas las cosas que él dice que hará, no me preocuparé por lo que no realizará”.

Cohen y otros progresistas están tratando de reunir a los demócratas para que al menos se mantengan unidos durante las elecciones de segunda vuelta del Senado en Georgia. En un llamamiento de recaudación de fondos de Our Revolution, Cohen advirtió que, si McConnell mantiene el control, “hará todo lo que esté en su poder para que el presidente Biden olvide sus promesas de campaña”.

Si se enfrenta a una mayoría republicana en el Senado, Biden puede verse tentado a adoptar un enfoque centrista y pragmático más natural para él, antes de virar hacia la izquierda en las primarias demócratas y frente a la pandemia.

Si los demócratas tuvieran el control de la Cámara y el Senado, el debate sería “entre la extrema izquierda y la centro izquierda sobre qué tan grandes deben ser los cambios; eso podría ser más difícil para él”, señaló Lanae Erickson, vicepresidenta de Third Way, un grupo demócrata centrista. Pero si los republicanos dirigen el Senado, “la pregunta es qué límites le impondrán. Ya no es una discusión entre partidos”.

Algunos progresistas argumentan que Biden no debería usar los obstáculos de los republicanos como excusa para alejarse de su agenda, sino que tendría que ir más allá de Washington en busca de apoyo.

“Biden tendrá que estar dispuesto a hacer algo que no siempre ha estado dispuesto o no ha podido hacer: trabajar, comprometerse y movilizar la energía de base”, según Rashad Robinson, presidente de Color of Change, un grupo de derechos civiles. “Esa es una de las fuerzas poderosas detrás de la presidencia de Trump”.

Eso podría significar elegir cuestiones como un aumento del salario mínimo o un programa de infraestructura, y luego tratar de generar presión política en los estados de origen de los republicanos del Senado.

“Las ideas económicas progresistas siguen siendo muy populares y ayudarían a que la gente de la clase trabajadora regrese al Partido Demócrata”, señaló Faiz Shakir, quien dirigió la campaña presidencial de Sanders en 2020.

Los demócratas tienen mucho en juego con la capacidad de Biden de tener una presidencia consecuente, después de una elección que movilizó un número récord de votantes. Si el Congreso no coopera, Biden estará bajo una fuerte presión para usar las herramientas del poder presidencial —órdenes ejecutivas, acciones regulatorias y el púlpito soberbio— tan agresivamente como lo hizo Trump.

“Si Biden no hace todo lo que puede para promover una agenda progresista, si los demócratas no luchan con todas las herramientas de su arsenal”, señaló Litman, ex asistente de Hillary Clinton, “tendrá una generación de votantes, un grupo de personas que han sido activadas por esta elección y que —si no se sienten productivas en los próximos años— los perderemos para siempre”.

Pero Biden también tendrá que mantener el apoyo de senadores demócratas moderados, incluidos Joe Manchin III, de Virginia Occidental, y Kyrsten Sinema, de Arizona. Los demócratas de los estados divididos, e incluso los miembros del partido opositor, ven una oportunidad después de que tantos republicanos e independientes apoyaron a Biden, quien prometió colaborar y gobernar desde el centro político.

El acto de equilibrio de Biden puede proporcionar una oportunidad para los progresistas que no son los más conocidos, como Sanders y Ocasio-Cortez, sino que son constructores de coaliciones entre bastidores: legisladores como el senador de Ohio Sherrod Brown, o los representantes de California, Ro Khanna (demócrata-Fremont) y Karen Bass (demócrata-Los Ángeles).

Khanna dice que ve muchas cosas interesantes en el plan de gobierno de Biden y la posibilidad de usarlo como trampolín para planes más ambiciosos en el futuro.

“Habrá un período de luna de miel en el que la gente querrá que Biden tenga éxito por el bien del país”, señaló Khanna. “Obviamente tiene que haber participación de los progresistas y las ideas progresistas. Si parece que no se está avanzando, las cosas podrían cambiar”.

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