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Pasajeros llegaron a LAX con COVID-19 en marzo, pero nadie advirtió al público

Los oficiales de salud pública del condado de L.A. no advirtieron a los viajeros o al público sobre los primeros casos de COVID en LAX, según una investigación del Times.

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Cuando el vuelo 341 de American Airlines a Los Ángeles despegó desde el aeropuerto John F. Kennedy (JFK), de Nueva York, en un nublado jueves de mediados de marzo, en gran parte del país ya regía el bloqueo por el coronavirus. El vuelo estaba lejos de estar lleno, pero los 49 pasajeros y ocho tripulantes compartieron baños, cabina de aire y un pasillo estrecho durante la travesía de seis horas.

Aunque nadie lo sabía entonces, un pasajero en primera clase, un cirujano retirado de Manhattan, estaba infectado con el virus. El día después del viaje fue trasladado en ambulancia al Centro Médico Cedars-Sinai de L.A., con fiebre alta y tos con mucosidad. El virus se propagó rápidamente entre aquellos con quienes había estado en contacto en las horas posteriores a su salida de LAX, incluso en un centro de vivienda asistida ubicado en el lado oeste de la ciudad, donde una enfermera de 32 años y una docena más de personas murieron días después.

Los Ángeles todavía estaba en una etapa temprana de la pandemia de COVID-19 cuando el vuelo que trasladaba al cirujano aterrizó, con menos de 250 casos confirmados. Los funcionarios de salud locales regularmente aseguraban al público que el condado estaba investigando cada caso y participando en un rastreo activo de contactos para controlar la propagación del virus.

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A pesar de estas promesas, nadie en salud pública informó a ninguno de los pasajeros ni a la tripulación que habían cruzado el país con el cirujano, que estaban en riesgo. La aerolínea se enteró recientemente del caso por The Times.

Fue uno de los dos vuelos de larga distancia a LAX realizados en marzo que The Times identificó, en los que los funcionarios de salud pública no alertaron a los viajeros ni a la tripulación que habían volado con alguien que luego dio positivo en las pruebas de COVID. En el otro caso, un vuelo del 8 de marzo desde Seúl, la pasajera afectada informó que había tenido fiebre días antes de abordar, y sufrió un paro cardíaco la mañana después de su aterrizaje, convirtiéndose en la primera muerte confirmada por COVID-19 en el condado de Los Ángeles.

Sin instrucciones de ponerse en cuarentena o realizarse la correspondiente prueba, más de 200 personas en estos vuelos regresaron a sus familias y comunidades, ignorantes de su exposición al patógeno, lo cual potencialmente sembró nuevos brotes.

“¡Dios mío!”, exclamó el Dr. George Rutherford, ex epidemiólogo estatal de California, al enterarse de que los pasajeros y la tripulación no habían sido contactados. “Eso es un serio problema”.

¿Por qué los funcionarios de salud aún no saben con seguridad?

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El mal manejo de estos casos plantea preguntas sobre qué tan bien los funcionarios públicos llevaron a cabo el rastreo de contactos hasta el momento, y si están preparados para un esperado repunte en los casos cuando California retome totalmente sus actividades. El estado tiene en la actualidad más de 140.000 casos confirmados de COVID-19.

Rastrear a un pasajero enfermo puede ser un proceso más sencillo que investigar a empleados de supermercados o trabajadores de la salud infectados, quienes pueden haber estado en contacto con cientos de desconocidos. Las aerolíneas mantienen listas detalladas de sus pasajeros, la asignación de asientos y la información de contacto; los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU (CDC) cuentan con un sistema que ayuda a los departamentos de salud locales a obtener datos y notificar a los pasajeros que se sentaron cerca de la persona infectada.

Según un portavoz de los CDC, los registros indican que en los casos de LAX, los funcionarios de salud pública de Los Ángeles nunca alertaron a la agencia sobre los vuelos para poder iniciar el rastreo de contactos. “Cualquier retraso en contactar a las personas expuestas aumenta la probabilidad de propagación de la enfermedad”, remarcó el vocero.

El departamento de salud del condado señaló que las autoridades informaron a una oficina de los CDC en LAX sobre el vuelo surcoreano. En el caso del avión que había partido de JFK, sus rastreadores de contacto cerraron el caso después de que no pudieron comunicarse con el cirujano para indagarlo. El departamento actualmente tiene más de 1.500 rastreadores de contactos y planea agregar más si crecen los casos. “En marzo, cada vez que Salud Pública sabía que un individuo viajaba en una aerolínea mientras era potencialmente contagioso de COVID-19, notificaba a los CDC”, declaró el departamento en un comunicado enviado a The Times.

El vuelo 202 de Asiana Airlines partió de Seúl hacia LAX el 8 de marzo con 154 pasajeros, entre ellos una mujer de 68 años de edad, residente de Florida, y su esposo.

La mujer volvía de visitar su Filipinas natal y, en sus últimos días allí, había manifestado que no se sentía bien y había tenido fiebre. Cuando abordó el vuelo de conexión, en Corea del Sur, aparentemente los síntomas habían desaparecido porque atravesó el control de la temperatura corporal que había en el aeropuerto, según relató su hija, quien pidió no dar a conocer el nombre de su madre ni el de ella por temor a acosos.

Después del vuelo de casi 11 horas, la mujer fue a la casa de un pariente en Walnut. A la mañana siguiente, dejó de respirar. Finalmente murió el 10 de marzo, el primer deceso confirmado por COVID-19 en el condado de L.A. Casi de inmediato, un representante del departamento de salud pública contactó a su hija para reconstruir las interacciones finales de la mujer. En el momento de su muerte, sólo había 17 casos conocidos en el condado. “Sentí como si hubiera una urgencia”, recordó su hija. “Hablé por teléfono todos los días con ellos, durante una semana”.

Existe la posibilidad de que el condado más poblado de la nación se quede sin camas en la unidad de cuidados intensivos en dos o cuatro semanas, dijeron los funcionarios el miércoles.

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El departamento de salud rastreó al hombre que había recogido a la mujer enferma y a su esposo en LAX, un conocido de un pariente. La hija de la fallecida comentó que después le dijeron que el conductor, cuyo nombre desconoce, también murió por COVID-19. Los funcionarios de salud pública se negaron a proporcionar detalles sobre su investigación, citando la privacidad del paciente.

Un rastreador de contactos solicitó el número de vuelo de la pareja e incluso la asignación de su asiento. Pero ninguna autoridad de salud contactó a Asiana Airlines para obtener el manifiesto de vuelo, o a la contraparte coreana de los CDC, señalaron voceros de ambas organizaciones.

En Estados Unidos, las agencias responsables parecían culparse una a otra. Un portavoz de los CDC afirmó: “Este vuelo no está en nuestra base de datos de investigación de contactos, y nuestra agencia no recibió consultas sobre el mismo”. El departamento de salud del condado sostuvo que los funcionarios “notificaron a la Estación de Cuarentena de los CDC en LAX, según el protocolo para un posible seguimiento”. The Times pidió documentación de la notificación; el condado no proporcionó ninguna.

Meses después de la muerte de la mujer de Florida, su hija aún piensa en los otros pasajeros del vuelo desde Seúl. Le preguntó a su padre recientemente si su madre había usado una máscara facial. La mayor parte del tiempo, respondió él. “Me preocupaba por otras personas a quienes ella podría haber infectado. Uno siente una gran culpa”, reflexionó.

Debido a que el riesgo de infección se da en función de la cercanía y la duración de la exposición, los viajeros aéreos son susceptibles de contraer COVID-19 de un compañero de viaje, explicó el epidemiólogo David Engelthaler. “Estar en un ambiente cerrado durante un período prolongado sólo aumenta la exposición general”, resaltó el médico, jefe del área de enfermedades infecciosas del Translational Genomics Research Institute, de Arizona.

Cuando un pasajero viaja mientras está infectado con el nuevo coronavirus, el protocolo de los CDC es notificar a quienes estuvieron sentados en un radio de seis pies. Dependiendo de la configuración, eso puede significar personas ubicadas en la misma fila, así como aquellos en las dos filas delante y dos filas detrás.

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Sin embargo, algunos científicos consideraron ese estándar como inadecuado y potencialmente peligroso. Un estudio de 2016 detectó que tanto para el SARS como para la influenza, aproximadamente la mitad de los que contraían los virus estaban sentados a más de dos filas del sujeto infectado. En un vuelo de tres horas desde Hong Kong a Beijing en 2003, por ejemplo, un pasajero con SARS contagió a dos asistentes de vuelo y a otros 18 pasajeros repartidos por toda la aeronave.

En el caso de los vuelos a LAX, “yo notificaría a todos en el avión que habían estado expuestos”, señaló Rutherford, profesor de epidemiología en UCSF. “Los alentaríamos a realizarse la prueba e investigaríamos a quienes estuvieron sentados más cerca… Y nos aseguraríamos de que se hicieran analizar”.

Otras jurisdicciones adoptaron advertencias aún más amplias. Cuando un pasajero en un vuelo de dos horas a Rochester, Nueva York, que había partido de JFK contrajo COVID-19, a mediados de marzo, los funcionarios de salud anunciaron públicamente que todos a bordo y cualquier individuo que hubiera estado en el aeropuerto en ese momento debían estar muy atentos a los síntomas.

Al principio de la pandemia, los funcionarios de salud se concentraron específicamente en los aeropuertos mientras trabajaban para contener el virus. El primer caso conocido en Los Ángeles se detectó el 22 de enero en LAX. Un hombre de Wuhan, China, que estaba en el aeropuerto junto con su familia para una conexión de regreso a su casa después de unas vacaciones en México, le dijo a un agente de la Aduana y Patrulla Fronteriza que necesitaba tratamiento médico; poco después lo trasladaron a un hospital local y le diagnosticaron el virus. Los funcionarios de salud pública notificaron a los pasajeros sentados a dos filas de la persona infectada y le ordenaron a la aerolínea que contactara a la tripulación. El hombre de Wuhan finalmente se recuperó.

Desde que la pandemia comenzó a afectar a Estados Unidos, los CDC han facilitado 392 investigaciones de rastreo de contactos de viajeros aéreos. La agencia se negó a proporcionar más detalles, y no está claro si hubo otros vuelos no reportados además de los identificados por The Times.

Cuando el avión donde viajaba el cirujano aterrizó, en la noche del 19 de marzo, el número de casos en el condado de Los Ángeles había superado los 200, pero las autoridades aún le decían al público que podían hacer un seguimiento adecuado. “Todos los casos confirmados están siendo aislados y los contactos cercanos se encuentran en cuarentena”, afirmó el condado en un comunicado de prensa ese mismo día.

El cirujano de 69 años había viajado a Los Ángeles para poder mudarse a Silverado Beverly Place, una residencia para el cuidado de personas con demencia, ubicado en las cercanías del distrito de Fairfax. Sus familiares no respondieron a los llamados en busca de comentarios. El cirujano fue objeto de un proceso de tutela en febrero, y The Times no lo nombra porque su competencia mental no está clara.

Justo antes del vuelo, había sido dado de alta de un hospital de la ciudad de Nueva York, según las versiones de Silverado y las entrevistas. En ese momento, el coronavirus se estaba extendiendo rápidamente en la ciudad, incluso en instalaciones médicas. Hubo pocos intentos de ponerlo en cuarentena alejado de otros residentes una vez que llegó a Silverado desde el aeropuerto, según tres empleados que lo recordaron cenando en compañía de otros residentes poco después de su arribo.

La enfermera asignada para darle la bienvenida, Brittany Bruner-Ringo, luego le dijo a su propia madre, a su hermana y a una colega que el hombre tenía fiebre y tos cuando llegó. Silverado lo niega y remarca que los registros médicos preparados por la enfermera muestran que no tenía síntomas.

Sin embargo, al día siguiente, el médico estaba claramente enfermo, con una temperatura corporal de 101.9 grados y una “tos productiva”, según los registros médicos. Una empleada que habló bajo condición de anonimato contó que cuando le dijo al hombre que debía quedarse en su habitación debido a la pandemia, él respondió: “Sí, conozco la situación. Y tengo mucha fiebre y la tengo [la enfermedad]; necesito ir al hospital”.

En Cedars-Sinai, el paciente dio positivo en la prueba de COVID-19.

Los pasajeros y la tripulación en el vuelo que lo había trasladado eran objetivos obvios para el rastreo de contactos, pero nadie intentó ponerse en contacto con ellos. El departamento de salud del condado indicó que no supo acerca de la prueba positiva del cirujano por 11 días, y en ese momento, “la información de contacto proporcionada estaba incompleta; el investigador no pudo realizarle una entrevista”. El condado cerró formalmente el caso después de dos semanas.

No está claro por qué los rastreadores de contacto no recurrieron al centro Silverado para pedir información sobre el cirujano. El lugar presentó un informe al condado a las pocas horas de la prueba positiva del paciente, en el cual brindaron el nombre del enfermo, explicaron sobre su llegada reciente y dieron datos de contacto de un administrador, de acuerdo con documentos proporcionados por Silverado. Al no recibir respuesta, el administrador contactó nuevamente a las autoridades tres días después, y le contestaron que “no necesitábamos hacer nada más por el momento”, según un portavoz del centro de vivienda asistida.

El cirujano se recuperó, pero Silverado experimentó un brote. Hasta la fecha, 90 personas -entre residentes y personal- contrajeron el virus, y 13 murieron, incluida Bruner-Ringo. Un portavoz del condado informó que hay una “investigación en curso” al respecto.

Victoria Kim, redactora de The Times en Seúl, contribuyó con este artículo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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