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Graves brotes de COVID-19 afectaron a las universidades de California a pesar de la intensa preparación

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Este otoño, mientras las universidades de todo el país luchaban con la forma de reabrir en medio de la crisis del coronavirus, los funcionarios en California requirieron un enfoque cauteloso. Las clases se impartieron en línea, se instalaron salas de aislamiento en el campus y se impusieron restricciones sobre la cantidad de estudiantes a los que se les permite vivir en dormitorios o ingresar al campus.

Pero lo que los decanos y rectores no pudieron controlar fueron los miles de alumnos que regresaron para llenar apartamentos y casas en los vecindarios que rodean sus escuelas, decididos a salvar algo parecido a una experiencia universitaria.

Sin el control de las reglas y salvaguardias del campus, estos estudiantes se convirtieron en un terreno fértil para el virus, que se ha propagado rápidamente en y alrededor de varios campus de California a pesar de los dormitorios y aulas escasamente poblados.

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Desde San Diego hasta Chico, los brotes han puesto a las universidades en modo de crisis mientras luchan por frenar la propagación del virus con restricciones más estrictas e intentos de convencer a los alumnos para que adopten un comportamiento más seguro.

Con tantos estudiantes viviendo en lugares cerrados y a menudo organizando fiestas y otras reuniones que ignoran las pautas de distanciamiento social, algunos expertos dijeron que las esperanzas de los funcionarios escolares de mantener a raya el virus con el aprendizaje remoto eran poco realistas.

“Creo que es inevitable que las universidades sean entornos de riesgo”, dijo Kirsten Bibbins-Domingo, presidenta del Departamento de Epidemiología y Bioestadística de UC San Francisco.

“Uno de los elementos esenciales de la universidad en general es que hay un grupo de personas que no han estado juntas, viajando y reuniéndose en un solo lugar, viviendo en un entorno en lugares cerrados y, en general, teniendo una experiencia en la que interactuar una con otra es una característica esencial”, expuso.

En Cal Poly San Luis Obispo, donde más de 130 personas han sido infectadas con el virus desde el comienzo del ciclo escolar, los funcionarios la semana pasada suplicaron a los estudiantes que no se reunieran en grandes grupos después de que emergió un video de una fiesta en la playa ruidosa y apiñada.

A menos de 2.500 estudiantes de la Universidad Estatal de San Diego se les permitió vivir en los dormitorios del campus y solo alrededor de 6.240 alumnos están tomando clases en persona, es decir, únicamente a partes de los 35.485 estudiantes matriculados en la escuela.

Pero aunque los administradores escolares implementaron una estrategia generalizada de pruebas para los alumnos en el campus, exigieron que cualquier persona que diera positivo en la prueba se pusiera en cuarentena en salas de aislamiento y reorganizaron los dormitorios para darles a todos su propia habitación, no pudieron obligar a los estudiantes que vivían fuera del campus a participar en los requisitos de seguridad.

El virus llegó. Los funcionarios de la universidad anunciaron 120 nuevos casos el 4 de septiembre y en menos de una semana ese número se cuadruplicó a 509 casos. La escuela pausó las clases presenciales, pero los casos han seguido aumentando. Hasta el 5 de octubre, la universidad había informado más de 1.110 infecciones confirmadas y más del 50% de ellas estaban relacionadas con estudiantes que vivían fuera del campus.

“No se puede aislar, como si estuvieras en una isla, una comunidad universitaria es parte de una comunidad más grande”, dijo recientemente el gobernador Gavin Newsom cuando se le preguntó si el alto número de infecciones de la universidad debería contarse en contra de los esfuerzos del condado de San Diego por reabrir.

Fue una escena similar en la Universidad Estatal de Chico en el norte de California, donde los funcionarios redujeron la cantidad de estudiantes que viven en el campus de aproximadamente 2.200 a 750 con la esperanza de que los alumnos que regresan no propaguen la enfermedad en un condado que había visto relativamente pocos casos. Pero alrededor de 10.000 estudiantes se establecieron en un radio de una milla alrededor de la escuela.

Los primeros casos de coronavirus entre los alumnos de Chico surgieron a principios de agosto antes del inicio de clases, y la situación empeoró a partir de ahí. A finales de mes, se interrumpieron las clases presenciales y se les pidió a los estudiantes que abandonaran el campus después de que 30 personas contrajeran el virus. En las semanas posteriores, el número de casos se ha disparado a más de 190, y dos tercios están relacionados con alumnos fuera del campus.

“Es impredecible para nosotros, es impredecible para cualquier ciudad universitaria”, dijo Debra Larson, rectora y vicepresidenta de asuntos académicos de Chico State, sobre los miles de estudiantes que viven fuera del campus. “Puede decirles, ‘No vengan’, por supuesto, pero igual vendrían”.

En California, los planes de reapertura de las escuelas se han guiado en gran medida por un sistema de clasificación escalonado que el estado ha diseñado para medir la prevalencia del virus en un condado en particular. Una universidad en un condado que permanece estancado en el primer nivel, donde el riesgo de infección sigue siendo alto, no podría reanudar las clases en persona, con la excepción de ciertas asignaturas como laboratorios o trabajos de estudio, mientras que una escuela en un condado que ha progresado a un nivel superior podría hacerlo.

A medida que las escuelas vuelven a abrir, el virus continúa golpeando los campus en oleadas. Cal State Long Beach registró al menos 22 casos más después de que la escuela reabriera. UC Berkeley, que ha reportado de más de 225 casos, está considerando un plan para cerrar más el campus del público. Según el plan, los empleados de la universidad monitorearían a los visitantes y verificarían sus razones para asistir a la escuela.

Al igual que otras escuelas, la USC ha tratado de enfrentarse a los miles de estudiantes que viven en las cuadras alrededor de su campus al sur del centro de Los Ángeles a pesar de que no hay clases en persona.

“Estamos haciendo un acercamiento activo a los alumnos que viven alrededor del campus para alentarlos a que se hagan la prueba semanalmente”, dijo la Dra. Sarah Van Orman, subdirectora asociada de asuntos estudiantiles y directora de salud.

Aproximadamente 3.000 estudiantes han sido examinados semanalmente para detectar el virus y la universidad cuenta con un equipo de unos 30 rastreadores que trabajan para identificar contactos cercanos de aquellos que dan positivo.

Estos pasos no lograron detener el virus. Con más de 500 casos reportados desde principios de julio, la escuela ha tenido aproximadamente 2.000 alumnos viviendo en algún momento en instalaciones de aislamiento o en cuarentena.

Las infecciones entre los estudiantes se han relacionado en gran medida con fiestas y otras reuniones fuera del campus, y los funcionarios están tratando de hacer cumplir las restricciones más allá de las fronteras de la escuela. Los alumnos que desobedecen las reglas que prohíben grandes reuniones, por ejemplo, enfrentan un posible castigo disciplinario, incluida la expulsión.

Pero el subdirector del Departamento de Seguridad Pública de la escuela, David Carlisle, dijo que la universidad se ha centrado en ofrecer a los estudiantes recursos para corregir conductas de riesgo. La información sobre los alumnos que supuestamente han organizado reuniones se remite normalmente al Comité de Cumplimiento de Estudiantes, que envía material educativo a la persona en forma de carta.

Los adultos jóvenes tienen más probabilidades de desarrollar casos asintomáticos del coronavirus. En California, que ha registrado más de 833.000 infecciones, los adultos en edad universitaria de 18 a 22 años han representado más de 77.100 de esos casos, según el Departamento de Salud Pública de California.

Esos números reflejan una dura realidad para las universidades y colegios de que los brotes entre estudiantes universitarios pueden ser casi imposibles de prevenir. Y aunque algunas escuelas en otras partes de EE.UU han optado por evitar el riesgo de brotes permaneciendo cerradas por completo y otras se han abierto totalmente, en California los campus han tratado de lograr un equilibrio entre la apertura y la mitigación del riesgo que representa el virus.

“Las universidades que ya estaban al borde del precipicio financiero podrían verse empujadas al límite hacia el cierre permanente debido a la pandemia”, expuso Mark Kantrowitz, editor y vicepresidente de investigación de la guía de universidades financieras Savingforcollege.com.

Peter Herman, profesor de inglés en San Diego State, cuestionó el rumbo que ha forjado la escuela.

“¿Por qué la universidad aceptó estudiantes en el campus en primer lugar, cuando un brote era obviamente una posibilidad?”, escribió en una columna de opinión reciente. “¿Qué salvaguardas tenía la universidad en los dormitorios para garantizar el cumplimiento?... ¿Cómo va a controlar la universidad el comportamiento de los estudiantes que no viven en el campus?”.

A California le ha ido mejor que a otros estados donde los funcionarios universitarios optaron por reabrir más completamente y se enfrentaron rápidamente a oleadas de casos, como Georgia y Carolina del Sur. Tales reaperturas del campus provocaron un aumento de aproximadamente 3.000 nuevos casos por día en Estados Unidos, según un estudio preliminar publicado este mes.

De acuerdo a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, los informes semanales de COVID-19 entre las personas de 18 a 22 años aumentaron en más del 55% del 2 de agosto al 5 de septiembre. Los incrementos fueron mayores en el noreste y el medio oeste, alineados con varias reaperturas universitarias en todo el país.

Bibbins-Domingo dijo que las pruebas regulares desde el momento en que un estudiante llega al campus son cruciales. Es probable que se notifiquen infecciones, pero el objetivo debe ser mitigar la propagación. “Su objetivo es asegurarse de que esos brotes sean lo suficientemente pequeños como para contenerlos”, señaló, comparándolo con la estrategia de extinción de lumbre para contener un fuego forestal antes de que se propague como un incendio en toda regla.

En UC Irvine, los 7.000 estudiantes de pregrado a los que se les permitió vivir en el campus llegaron en oleadas escalonadas la semana pasada en un intento de minimizar las interacciones. Sus números han bajado un 40% con respecto a un año típico.

Los funcionarios escolares planean evaluar semanalmente a los estudiantes del campus para detectar el virus, así como a cualquier individuo que visite la universidad.

El rector interino Hal Stern dijo que la escuela estaba preparada para cambiar por completo a la instrucción remota si los casos se disparaban. Se ha desplegado un equipo de 10 rastreadores de contactos para detectar a las personas en riesgo tan pronto como alguien dé positivo.

UCLA tiene planes similares, con solo 700 alumnos viviendo en el campus - 5% de la capacidad normal. Ellos y los otros miles de estudiantes en viviendas fuera del campus propiedad de la universidad serán evaluados regularmente. Pero los miles de alumnos que alquilan apartamentos en las colinas alrededor del campus están decidiendo por sí mismos cómo vivir.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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