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Las restricciones del condado de L.A. por la pandemia enfrentan el escepticismo del público. ¿Serán obedecidas?

Three children sit on a bench in front of Santa Claus, who sits behind plexiglass
Catherine Mejía, izquierda, Damián Rocha y Lizzette Mejía se toman una foto, el sábado, en Citadel Outlets con Santa Claus, encarnado por Ray Hamlett. El nuevo traje de Santa incluía escudos faciales de plexiglás.
(Francine Orr / Los Angeles Times)
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Fue un contraste en el Viernes Negro que habla del inmenso desafío que enfrentan los funcionarios de salud pública mientras intentan frenar un aumento sin precedentes del coronavirus durante una temporada navideña que muchos esperaban que fuera un respiro, después de un año de restricciones por la pandemia.

Los funcionarios de salud pública del condado de Los Ángeles anunciaron una serie de nuevas restricciones, el viernes por la tarde, que prohíben la mayoría de las reuniones y ponen nuevos límites a las empresas. En ese mismo momento, los compradores pululaban por los puntos de venta de Citadel, en Commerce, en busca de ofertas navideñas.

Los videos que muestran largas filas de cientos de compradores tratando de ingresar a las tiendas y los estacionamientos llenos casi al máximo, mientras los autos daban vueltas en busca de un espacio vacío, se viralizaron en las redes sociales.

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Más de ocho meses después de la pandemia que cambió la vida cotidiana, los californianos están agotados por las disrupciones y son más abiertos con sus quejas acerca de las nuevas reglas, a pesar del aumento de las hospitalizaciones y las previsiones de un alza en el número de muertos.

Hasta ahora, los residentes del condado de Los Ángeles han aceptado en general las pautas, especialmente en comparación con otras partes del país. Pero la decisión del Condado de suspender las cenas en restaurantes al aire libre la semana pasada provocó una gran reacción, y algunos cuestionaron si la cura era peor que la enfermedad.

La última ronda de limitaciones también causó quejas, especialmente el cierre de parques infantiles que, según algunos padres, han sido un salvavidas para sus hijos inquietos y aburridos.

Los expertos en salud esperan que el público pueda hacer otro sacrificio, y alterar sus normas para las fiestas de fin de año, por el bien común. Pero también saben que eso se vuelve más difícil a medida que algunos son escépticos de las reglas y otros simplemente necesitan más contacto humano.

“Con todo lo que hace la gente, hay que preguntarse: ¿Vale la pena? ¿Vale la pena perder a alguien a quien amo?”, dijo Anne Rimoin, profesora de epidemiología en la Escuela de Salud Pública Fielding de UCLA. “Creo que las personas olvidan que estas decisiones son de vida o muerte”.

People walk around a large decorated Christmas tree at an outdoor mall
La mayoría de los compradores con los rostros cubiertos, este sábado, en el centro comercial Citadel Outlets, en Commerce.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

Los funcionarios han advertido que es probable que se impongan reglas aún más estrictas -tal vez un decreto más formal de quedarse en casa- si Los Ángeles no puede comenzar a doblar la curva en esta tercera ola. Mucho dependerá de si las personas acataron las súplicas de salud pública y evitaron las grandes reuniones y multitudes para el Día de Acción de Gracias.

Bárbara Ferrer, directora de salud pública del condado de Los Ángeles, expuso el sábado que la “gran incógnita” es cómo la gente pasó el fin de semana festivo: ¿Participaron de comportamientos y actividades consideradas seguras o riesgosas? “Si fueron de las últimas… nos espera un momento muy difícil porque tendremos un alza detrás de otra”, comentó.

La escena en el centro comercial Citadel Outlets, cerca del centro de la ciudad, fue más apagada el sábado, pero aún así, fue activa. Las cosas eran un poco diferentes de lo normal para Santa Claus dentro de su cabaña. Por un lado, estaba sentado detrás de una pantalla de plexiglás y nadie podía sentarse en su regazo.

Tampoco había muchos niños. El sábado después del Día de Acción de Gracias, la actividad comenzó lentamente -un niño en un lapso de 30 minutos al final de la mañana-. Por lo general, de 40 a 50 personas hacían fila en su puerta, comentó José Marroquín, uno de los ayudantes de Santa.

Y aunque la mayoría de las visitas se desarrollan entre traviesas, agradables y el pedido de obsequios, una niña de seis años tuvo una solicitud especial. “No deseaba nada para ella en Navidad”, comentó Santa, encarnado por Ray Hamlett. “Solo quería que el COVID desapareciera”.

People carry red Guess shopping bags at an outdoor mall
La escena en Citadel Outlets, cerca del centro de la ciudad, fue más apagada el sábado, pero activa de todas maneras.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

Sin embargo, la transmisión del coronavirus está aumentando en el condado de Los Ángeles, lo cual refleja una tendencia observada en todo el estado y en otras partes del país. Hace dos meses, los funcionarios estimaron que uno de cada 880 residentes del Condado estaban infectados; ahora, creen que es uno de cada 145 y sigue escalando, lo cual significa que las actividades que las personas alguna vez disfrutaban de manera segura ahora representan un mayor riesgo.

Los funcionarios de salud pública reportaron el sábado 3.143 nuevos casos del virus y 19 muertes, pero advirtieron que los números eran bajos porque no hubo pruebas comunitarias durante el Día de Acción de Gracias y solo se realizaron de forma limitada al día siguiente. No obstante, añadieron los funcionarios, la proporción de análisis que dieron positivo se duplicó en las últimas dos semanas, alcanzando el 7.4%.

El condado de Los Ángeles registra hasta el momento 391.225 casos del virus y 7.623 decesos.

A crowd of shoppers beneath palm trees at an outdoor mall.
Compradores navideños se mueven por Citadel Outlets.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

Los funcionarios de salud pública están especialmente preocupados por el rápido aumento de las hospitalizaciones. Había 2.049 pacientes confirmados con coronavirus en los hospitales del condado de Los Ángeles hasta el viernes, un aumento del 173% con respecto al mes anterior, cuando la cifra era de 700 personas, según datos del estado. La cantidad se acerca ahora a la observada durante el pico de la crisis, a mediados de julio, cuando las hospitalizaciones superaron las 2.200.

Debido a que las hospitalizaciones reflejan casos que se identificaron dos o tres semanas antes, los funcionarios están seguros de que continuarán aumentando durante las próximas dos o tres semanas, dados los números de eventos recientes.

Santa Claus wearing a mask walks through an outdoor mall as a table of shoppers turn to look at him
Después de tomar un descanso para comer, Santa Claus, encarnado por Ray Hamlett, camina hacia su taller en Citadel Outlets, el sábado.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

El ritmo del aumento hace que los funcionarios se esfuercen por tomar medidas para frenar la propagación del virus y, al mismo tiempo, evitar reglas más draconianas que podrían provocar el cierre total de amplias franjas de negocios, como sucedió en marzo.

Más recientemente, el viernes, el condado de Los Ángeles anunció una orden limitada para quedarse en casa, que comenzará el lunes y estará vigente hasta el 20 de diciembre.

La orden prohíbe todas las reuniones públicas y privadas con personas de varios hogares, excepto los servicios religiosos y las protestas, que los funcionarios dicen que son derechos protegidos constitucionalmente. También reduce los límites de ocupación de las empresas.

En algunos casos, las reducciones son modestas; por ejemplo, las tiendas minoristas no esenciales y los servicios de cuidado personal pueden operar al 20% de la capacidad máxima, en comparación con el 25% a principios de mes. En otros casos, las restricciones son más significativas: los límites de ocupación de las tiendas de comestibles fueron reducidos del 50% al 35% del máximo.

Aún así, se permitió que permanecieran abiertos muchos sectores comerciales que fueron cerrados durante la última ronda de pedidos de permanecer en casa, como los centros comerciales cubiertos y otras tiendas minoristas no esenciales. Los únicos cierres nuevos anunciados el viernes fueron de casinos y áreas de juegos infantiles.

A última hora de la mañana en Citadel Outlets, siete clientes estaban dentro de Claire’s, todos bajo la atenta mirada de Fernanda Beiza, quien siempre cuenta la gente que ingresa. El nuevo límite, basado en el tamaño de su tienda, es de 10, comentó; por debajo de los 16 de antes.

“Esto es estresante”, reconoció, “porque solo hay una cierta cantidad de personas”.

A man in a mask sits on a bench with a pile of shopping bags and backpacks next to him
Melvin Campos, de 41 años y con mascarilla, espera a su familia en Citadel Outlets, en Commerce.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

En ECCO, que vende zapatos, bolsos, cinturones y billeteras, un flujo normal de clientes para este momento del año sería de 2.000 por hora, tal como ocurrió en el pandemónium de 2019. En la pandemia de 2020, cerca del fin de semana de Acción de Gracias, el número comparativo fue de 150, estimó Iván Ramírez, encargado de la tienda.

Ramírez no minimiza el riesgo para la salud y las preocupaciones que surgen cuando los clientes no respetan la “burbuja” de seis pies que debe existir entre las personas. Dijo que las pautas sobre el porcentaje de ocupación permitido por el Condado pueden parecer “arbitrarias”. “Cuando hay gente dentro de un lugar, no se miden entre sí a seis pies de distancia”, afirmó. “Podría haber un momento en el que todo el mundo simplemente se junta”.

El número de personas hospitalizadas con infecciones de coronavirus en California se ha duplicado en las últimas dos semanas y se dirige rápidamente a superar su máximo de verano, según un análisis del Times.

Nov. 29, 2020

Su personal trabaja duro para desinfectar durante todo el día y mantener a los clientes separados entre sí, un tema común entre los trabajadores de las tiendas que intentan hacer cumplir las reglas y también buscan protegerse a sí mismos de riesgos innecesarios.

Ramírez agradece que su empresa haya tratado de retener a los trabajadores, pero le preocupa el efecto económico de las órdenes de salud del Condado. “Si fuéramos una mamá o papá, definitivamente, no habría forma de llegar a fin de mes”, comentó Ramírez. “Con los recortes de empleados que hay por todos lados”.

A las 12:30 p.m. tanto la temperatura como el tamaño de la multitud habían aumentado en Citadel. Las filas comenzaron a formarse en el exterior de las tiendas más populares, incluida Tommy Hilfiger. La gente esperaba una hora o más para ingresar.

La fila frente a Coach era aún más larga. Y las multitudes se arremolinaban en torno a una decoración central llamada “El árbol de Navidad más alto”.

Masks on mannequin heads at a kiosk at an outdoor mall
Mascarillas a la venta en Citadel Outlets, en Commerce.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

La mayoría de la familia Flores se sintió agotada después de una sola parada, y estaba lista para irse a casa. Pero todavía esperaban a mamá, que desafiaba una línea más.

La escena comenzó a parecerse a las filas que se hacen para las atracciones más populares de Disneyland, donde la gente aguarda horas a cambio de unos pocos minutos de felicidad, y parte de esa felicidad aquí era el interior-relativamente poco concurrido- de las tiendas.

Miguel Flores, de 17 años, pensó que los precios eran demasiado buenos para dejarlos pasar. Su hermano José, de 19 años, cuestionó esa lógica, preguntándose si no los habrían subido antes para que las cosas parecieran rebajadas ahora. José perdió su trabajo en el comercio minorista debido a la pandemia. El padre de José estaba sentado cerca, un poco ansioso por toda la aventura, porque tiene 60 años y le preocupa contraer el virus.

En el condado de Los Ángeles, está prohibido reunirse con gente fuera de su casa a partir del lunes. Los negocios y los patios de recreo también están restringidos.

Nov. 29, 2020

Casi todos parecían llevar mascarillas, pero se las bajaban para comer o beber, y muchos caminaban con helados, batidos, chocolates y otros bocadillos en sus manos.

A pesar de que trabaja afuera, en un puesto -justo frente a Skechers-, Anabel Velázquez teme por el riesgo para la salud. La gente se ofende cuando les recuerda que deben usar un cubrebocas o llevarlo correctamente, comentó, lo cual es irónico porque vende mascarillas y ella misma lucía una con el logotipo de Playboy.

Los clientes siguen comprando este artículo en su puesto; uno por $10, tres por $20. “Hay días en los que la gente viene a comprar mascarillas”, comentó Velázquez. “Se llevan a casa cubiertas faciales por valor de $300”.

Velázquez agregó que el centro comercial exige el pago del alquiler ya sea que su puesto abra o no, por lo cual ahora se siente tan unida a su empleo como si se tratase de una trabajadora esencial.

La mayoría de sus clientes, piensa, “están gastándose el dinero del seguro de desempleo. Creo que por eso ha habido ese boom de ventas. Porque si uno mira a su alrededor, es casi como cualquier otro año. No hay disminución en la cantidad de personas que han salido a comprar”.

Las inspecciones encontraron que algunos restaurantes de Pasadena no han tomado las medidas básicas para corregir las violaciones de COVID-19 y fueron cerrados.

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Según Ferrer, los funcionarios esperan que estas restricciones sean suficientes para frenar la propagación del coronavirus sin tener que emitir órdenes más estrictas de quedarse en casa. El Condado está “en una situación diferente ahora de la que había en marzo y abril, cuando no teníamos datos científicos acerca del uso de mascarillas y el distanciamiento”, remarcó.

“Ahora que usamos esas pautas, tenemos un camino ligeramente diferente a seguir”, agregó. “Pero seré honesta: solo hay un camino diferente si todos lo hacemos”.

Si la gente no sigue las precauciones de seguridad, destacó, es posible que el Condado vuelva a estar como a principios de la primavera.

“Si esto no funciona y dentro de dos o tres semanas nos encontramos en una instancia peor de la que estamos, tendremos que volver atrás y ver qué otras opciones tenemos, porque no podemos seguir así a riesgo de abrumar al sistema de salud”, enfatizó la funcionaria. “No creo que haya ningún desacuerdo al respecto: es un desastre que tenemos que evitar a toda costa”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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