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La lección que se aprende después de la muerte de la figura materna: El corazón queda triste pero tranquilo

Fernanda Hinojosa en una foto con su tía María del Pilar Sabút Arangüena.
(Cortesía)
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Para los latinos la madre es el pegamento que mantiene a la familia unida, es símbolo del amor y la compasión, y la persona que conoce los sentimientos de sus hijos antes de que ellos compartan sus problemas.

“La muerte de un familiar cercano que ha moldeado tu existencia para siempre es el dolor más crudo que se pueda experimentar, pero es peor cuando se trata de una figura materna”, dice Fernanda Hinojosa, cuya tía a la que veía como segunda madre, murió el pasado 21 de octubre.

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En medio del luto, la joven inmigrante mexicana comparte con todos aquellos que han perdido a algún familiar, que lo que se descubre durante la muerte es una lección que los va a ayudar a sanar con el tiempo.

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Cuando se le pregunta a Hinojosa que es lo que está descubriendo, ella ofrece una lección de vida que tiene mucho sentido, pero no sin antes hablar un poco de su tía.

“No pude despedirme de ella, pero entre dolor y frustración estoy valorando muchas cosas sobre su vida y aprendiendo lecciones”, dice con voz quebrantada la residente de Los Ángeles, una de millones de personas que no han logrado tener cierre ante la muerte de un ser querido por la pandemia.

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La señora María del Pilar Sabút Arangüena, de 77 años, falleció el pasado 21 de octubre a causa de cáncer, según los doctores de un hospital en la Ciudad de México. Sin embargo, “mi tía empezó con síntomas de COVID-19, no podía respirar. A los dos días de ingresar al hospital falleció”.

“Yo creo que tuvo coronavirus, pero como tenía problemas en los pulmones, eso empeoró la situación. Ella sentía que se ahogaba y le dieron morfina para que se fuera lentamente hasta que su corazón dejo de latir”, expuso Hinojosa, quien se mudó a Estados Unidos hace dos años.

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Debido a la pandemia, los doctores tampoco alentaron una autopsia para indagar más allá de la muerte de su tía materna.

Hinojosa, quien estudia para abogada en derechos de propiedad intelectual, no se pudo despedir de su tía debido al temor de la pandemia y al no poder salir de Estados Unidos porque aún no recibe su residencia.

“Pedí un permiso de emergencia para salir de Estados Unidos, pero las autoridades de inmigración nunca me dieron una respuesta” dice.

“Deja los rencores atrás, no pelees con tu mamá porque el tiempo se va muy rápido. Hoy tienes a tu madre y mañana tal vez no...”

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Sin poder ver la tumba en la que su tía descansa, Hinojosa le hace un pequeño homenaje recordando lo que aprendió de ella.

“Aprendí a tener una buena aptitud ante la vida. A pesar de su edad ella era la que creaba la fiesta. Donde quiera que íbamos a eventos se paraba y bailaba, platicaba con la gente. Nos hacía reír y decía que la edad era cosa de la mente”, dice Hinojosa.

La señora María del Pilar era la que unía a hijos, primos, nietos y sobrinos en un solo techo en las fiestas de Navidad, año nuevo, cumpleaños y otros eventos familiares. Le gustaba cocinar para todos, y sin ella una fiesta no era celebración, sostiene.

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“Ella era una excelente chef. Le salían deliciosas las lentejas, el pozole, las croquetas de pollo y el mole de olla; es la persona de la que aprendí mucha de mi cocina”, dice orgullosa. “La casa de mi tía estaba en la esquina de donde vivía mi familia en México, así que como hermana de mi madre [Patricia Cantú], ellas siempre convivían juntas y nosotros los primos también”.

En mayo de 2020, cuando el coronavirus se empezaba a esparcir a lo largo de México, María del Pilar y su madre Pilar Aragüena (abuelita de Hinojosa) se fueron a vivir a las playas de Acapulco para estar lejos de la gente y cuidarse del temido virus.

Tal vez la señora María del Pilar presagiaba su muerte. En una llamada le dijo que no estaba segura si el día en que las dos se volvieran a ver iba a llegar.

“Mi tía siempre estuvo presente en los momentos más importantes de mi vida. Y ella misma estaba feliz de que me mudara a Estados Unidos a realizar mis sueños”, dice Hinojosa.

“La lección que esto me ha dejado es que lo que realmente importa es lo que le diste a la persona amada en vida y lo mucho que la aprovechaste cuando estaba a tu lado, y no cómo fueron las cosas ante su muerte porque nunca sabes cuándo y cómo llegará”, agrega la inmigrante.

“Uno tiene que aprovechar al ser amado que tiene al lado en vida y no arrepentirse al pie de su cama. El corazón está muy triste pero tranquilo. Siento en el corazón que ella sigue viva, en otro plano, pero viva”.

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