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Columna: Fue despedida de su trabajo de limpieza en un hotel después de contagiarse de COVID, pero nunca perdió la fe

Rabbi Neil Comess-Daniels prays over Margarita Santos
El rabino Neil Comess-Daniels, a la izquierda, ora con Margarita Santos, en el centro, después de que la despidieran de su trabajo en el hotel Le Merigot, en Santa Mónica, el año pasado. El hotel ahora tiene un nuevo propietario y la volvió a contratar.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Margarita Santos estaba en su hogar en Porter Ranch, limpiando la casa que ella y cuatro miembros de su familia alquilan, cuando su teléfono sonó a principios de este mes.

El año pasado no había sido fácil para Santos. En julio de 2020, la despidieron de su trabajo de limpieza en un hotel de Santa Mónica después de dar positivo por el coronavirus. Pero su suerte estaba a punto de cambiar. El hotel tiene ahora un nuevo propietario y un líder sindical la llamaba para ver si Santos quería que le devolvieran su antiguo empleo.

Sí, por supuesto. Sintió que había sido agraviada cuando la despidieron, pero como mujer de fe, nunca había perdido la esperanza de que se hiciera justicia.

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“Estaba muy feliz”, comentó Santos. “Mi hermano y mi hermana dijeron: ‘Wow’”.

Margarita Santos recuperó su antiguo trabajo como ama de llaves en el hotel Le Merigot en Santa Mónica.
(Steve López / Los Angeles Times)

Su hermana le recordó a Santos que era un trabajo que realmente amaba. Aunque no necesitaba recordárselo.

“Respondí: ‘Sí, quiero el trabajo’”, narró Santos, quien podría ser la trabajadora de limpieza de hotel más feliz que he conocido. Es un empleo físicamente exigente y la paga no es muy buena, pero se ha aburrido en los trabajos anteriores que no implican mucho esfuerzo.

“Estaba tan emocionada que no podía esperar para empezar”, recordó.

Regresó a trabajar en el JW Marriott Le Merigot el 13 de julio.

Entonces, ¿por qué exactamente fue despedida en primer lugar y por qué la aceptaron de regreso?

Conocí a Santos hace casi exactamente un año. Se sentía mejor después de su batalla contra el COVID-19, y se había unido a una manifestación organizada por Unite Here Local 11, con el objetivo de recuperar su trabajo.

Los líderes de la comunidad marcharon frente al hotel y el rabino Neil Comess-Daniels dirigió una oración y llevó un cartel que decía “Traigan a Margarita de vuelta”. El rabino me comentó que estaba allí porque la comunidad tenía que mostrar su apoyo a los trabajadores de bajos salarios afectados por la pandemia.

“En un momento en que necesitaba que me ayudaran”, mencionó Santos sobre su patrón cuando se dirigía a los manifestantes ese día, “me decepcionaron”. Y ella no fue la única en su casa que se enfermó. Un hermano, una hermana y una sobrina también contrajeron COVID-19, enfatizó.

Como informé hace un año, Santos tuvo dolor de cabeza un día y se lo comunicó a un gerente, quien le instruyó que tomara unos analgésicos. Ella lo hizo y siguió trabajando. Unos días después, se sintió enferma nuevamente en el trabajo y la enviaron a casa. Fue a hacerse una prueba de coronavirus, y Santos recordó que, tan pronto como dio positivo, llamó y le comentó la situación a su gerente, pero no obtuvo ninguna respuesta.

Unos días después, recibió una carta de despido alegando que sabía que estaba enferma, pero que fue a trabajar de todos modos.

“A sabiendas pone a nuestros huéspedes y a sus propios compañeros de trabajo en un riesgo considerable de infectarse con COVID-19”, escribió su jefe, acusándola de “comportamiento atroz y desprecio consciente”.

Santos se sorprendió por la acusación y se preguntó si la habían atacado porque fue organizadora sindical de Unite Here, organización que ha estado negociando con el hotel durante cinco años. El gerente del establecimiento en ese momento me comentó que no tenía nada que agregar a lo que había en la carta que recibió Santos.

Ella tenía mucha experiencia, habiendo trabajado en Le Merigot durante casi una década, pero toda la industria fue golpeada por la pandemia, por lo que no podía simplemente cambiarse a otro hotel.

Kurt Petersen, copresidente de Unite Here Local 11, indicó que el sindicato tiene 31.000 miembros en California y Arizona, y el 90% de ellos perdieron sus trabajos. Las cosas han mejorado, con el 40% de regreso en empleos, pero Petersen señaló que muchos están laborando menos horas que antes.

Con una nueva cepa del virus que amenaza el progreso y algunos hoteles eliminando la limpieza diaria de las habitaciones, Petersen subrayó que el regreso a los días previos a la pandemia aún podría estar muy lejos. Unite Here se ha aliado con Clergy & Laity United for Economic Justice en una campaña de recaudación de fondos, en cluejustice.org, para ayudar a quienes tienen dificultades.

Santos no dejó que su desgracia la dejara inactiva por completo. Una vez había trabajado como costurera, por lo que comenzó a buscar clientes que necesitaran modificaciones, y algunos de ellos fueron compañeros de Le Merigot que querían ayudarla. También tenía algo de experiencia como peluquera, por lo que sacó su esquiladora y se puso a trabajar.

Pero mantenerse ocupada no borró el aguijón de su despido.

“Fue un año difícil”, comentó Santos. “Lloré y fue muy deprimente. No estaba enojada, sino resentida por perder mi trabajo así, después de dar gran parte de mi vida a ese lugar, simplemente no era justo”.

También perdió su seguro médico, indicó Santos. Se inscribió para recibir beneficios de desempleo y Medi-Cal, pero cuando se recuperó del COVID-19, tenía gastos médicos que no estaban cubiertos. Y todavía tiene síntomas que cree que prevalecen desde el ataque del virus, incluido un dolor ocasional en el pecho, que no existía antes del COVID, y algo que su médico llamó “niebla mental”. Se siente aliviada porque ahora está vacunada.

En marzo, Le Merigot se vendió a Stockdale Capital Partners. Petersen dice que Unite Here planteó algunos problemas sin resolver entre la gerencia y los empleados, incluido el caso de Santos. Bill Doak, director general de hospitalidad con los nuevos propietarios, me respondió que recordaba haber leído sobre Santos en mi columna el año pasado.

Doak mencionó que, mientras la pandemia se desataba el año pasado, se convirtió en un momento difícil y aterrador en la industria hotelera. Agregó que no conocía todos los antecedentes del despido de Santos, pero le pidió a su nuevo equipo de administración que revisara la situación para ver si alguien se oponía a traerla de regreso.

“Es bueno para las empresas hacer lo correcto en esta situación”, aclaró Doak.

Le comenté que Santos es religiosa y que esperaba un milagro de Le Merigot.

“Ella cuenta con el apoyo de los compañeros de trabajo, así como del sindicato, y tenía un buen historial”, mencionó Doak. “En cuanto a su punto de tener fe, claramente era una buena empleada y su expediente lo demostró”.

Petersen subrayó que los nuevos propietarios parecen, en general, más comprensivos que los anteriores con la fuerza laboral, incluida Santos.

“Felicitaciones a Bill y su compañía, porque no dudaron cuando planteamos su situación”, enfatizó Petersen. “Dijeron: ‘No estuvo bien que la dejaran ir y la traeremos de vuelta’. Y lo hicieron”.

Santos me recibió en el vestíbulo de Le Merigot el martes, justo antes de su turno de las 2:30 p.m. Mencionó que todavía no había hecho todo el papeleo necesario, pero comprendió que estaría ganando alrededor de $17 la hora, un aumento de 75 centavos y también recuperaría sus beneficios.

En el sótano, se encontró con colegas que no había visto en un tiempo. Una de ellas, una mujer llamada Claudia, explicó que todos estaban emocionados de verla de nuevo en el trabajo.

Recibió una llamada de servicio desde el sexto piso, donde un huésped necesitaba un juego de toallas.

Santos lo atendió en un instante, subió al elevador de servicio y realizó la entrega, feliz de estar de regreso.

Steve.lopez@latimes.com

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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