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‘Te podría pasar a ti’: los angelinos cercanos a la crisis del desamparo instan a la compasión

Aracelly Cauich talks to a person in a hat outside
Aracelly Cauich, una líder comunitaria que vive y hace voluntariado en Boyle Heights, habla con un hombre sin vivienda en Hollenbeck Park, Boyle Heights, el jueves pasado.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Según una encuesta, los encuestados latinos y negros son los más propensos a haber estado sin hogar o a conocer a alguien que lo haya estado, y también los más optimistas respecto a la solución de la crisis de los desamparados en Los Ángeles.

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En una mañana reciente, mientras el manto de niebla se elevaba hacia el cielo, Aracelly Cauich se apresuró a subir por una loma cubierta de hierba en Hollenbeck Park, Boyle Heights.

Reconoció a un hombre que caminaba cerca, con una sandalia en un pie y un zapato deportivo viejo en el otro. Ella le sonrió, y en un minuto los dos se pusieron al día. “Yo tenía vivienda”, le dijo el hombre a Cauich en español, “pero la perdí”.

“Lo sé, lo sé”, respondió ella de manera tranquilizadora. “Pero estás en la lista”.

Cauich, de 49 años, vive a poca distancia a pie del parque Hollenbeck y pasa gran parte de su tiempo libre allí, a menudo llega con una jarra de agua o tortas caseras para las personas desamparadas con las que ha entablado amistad en el lugar. Les da a todos su número de celular y se mantiene en contacto con quienes se mudaron recientemente a las habitaciones del L.A. Grand Hotel Downtown, después de que los funcionarios despejaran un gran campamento en Hollenbeck.

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Este otoño, organizó varios eventos en el parque donde las personas de la comunidad podían ponerse en contacto con servicios de salud mental, y en el futuro espera abrir un taller para que gente con discapacidades y sin hogar pueda ganarse la vida. “¡Hay tanto por hacer!”, subrayó.

Three women talk in the park.
Brenda Martínez, izquierda, enlace para personas sin hogar del Consejo Vecinal de Boyle Heights, y Aracelly Cauich, derecha, también residente y líder comunitaria, conversan el jueves pasado con Marianne, quien no tiene vivienda y vive cerca de Hollenbeck Park.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Tanto en su conexión personal con el problema de la falta de vivienda como en su perspectiva esperanzadora sobre soluciones futuras, Cauich es emblemática de una tendencia más amplia confirmada por una nueva encuesta de votantes del condado de Los Ángeles: mientras que los consultados latinos y negros fueron los más propensos a haber experimentado el desamparo o la inseguridad habitacional en el último año, o haber conocido a alguien en esa situación, también son más optimistas sobre las soluciones en comparación con sus homólogos blancos y asiático-americanos.

La encuesta, realizada por el Los Angeles Business Council Institute en conjunto con The Times, encontró que el 94% de los votantes ven la falta de vivienda como un problema grave o muy serio. Sin embargo, hubo diferencias demostrables en las perspectivas según las líneas raciales y étnicas.

Si bien los votantes blancos citaron con mayor frecuencia la falta de acceso a la atención médica como la causa fundamental de la carencia de vivienda, los votantes negros, latinos y asiático-americanos señalaron los altos costos de la vivienda y los bajos salarios. Los votantes negros y latinos también fueron más propensos a pensar que los funcionarios deberían priorizar la prestación de servicios sobre la limpieza de los campamentos.

Algunas tiendas de campaña permanecen a lo largo de los bordes de Hollenbeck Park, en Boyle Heights.
(Al Seib / Los Angeles Times)

“Cuando hablamos de la población de personas sin hogar en barrios bajos y la cantidad de ellos que son personas de color, hay que entender esto: es una relación directa con la falta de oportunidades que existe para la gente en Los Ángeles”, señaló Shirley Raines, fundadora de Beauty 2 The Streetz, una organización sin fines de lucro que ofrece comidas calientes y cambios de imagen a personas en la zona del skid row.

Todos los sábados durante los últimos cuatro años, Raines, de 52 años, se levanta antes del amanecer, se maquilla y carga su auto con suministros. Llega con comida, kits de higiene, sacos de dormir, mantas y, por estos días, desinfectante de manos y mascarillas. Durante varias horas, hace cortes de pelo, trenza el cabello y maquilla a la gente, un proceso que levanta el ánimo de ellos y el suyo.

Shirley Raines serves other women at a park
Shirley Raines, de 52 años, quien fundó Beauty 2 The Streetz para atender a personas sin hogar en el skid row de Los Ángeles, trabaja en la carrera anual Popeye Toy Run, que se llevó a cabo en el parque Martin Luther King Jr., el sábado, en Long Beach.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

Creció en Compton, un entorno que reconoce como plagado de traumas y “conversaciones negativas”, y debido a su educación, señaló, se identifica profundamente con las personas sin hogar que conoce. Sabe que muchos de ellos recibieron el mismo mensaje que ella: “Nunca serás nada, jamás tendrás nada. Tienes un trauma enorme, no hay forma de salir de él”.

El hijo de dos años de Raines murió en 1990 después de ingerir accidentalmente medicamentos, y ella estuvo afligida por el dolor durante años. En el aniversario de su fallecimiento, en 2017, su hermana gemela le sugirió que canalizara toda la angustia hacia una causa y comenzó a servir Meals on Wheels; también se unió a un grupo de apoyo para mujeres que perdieron hijos.

La experiencia le resultó demasiado dolorosa, pero pronto hizo su primer viaje voluntario al skid row. “Me sentí como en casa, sentí que no tenía que cambiar. No tuve que poner una fachada”, comentó. “Podía salir y ser yo misma. Y podían ser ellos mismos conmigo sin ningún juicio”.

Several women are in a park, some with strollers
Shirley Raines guía a una familia a un puesto de comida en el Popeye Toy Run anual que se llevó a cabo en el parque Martin Luther King Jr., el sábado, en Long Beach.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

El trabajo voluntario que hace ahora le trae recuerdos de su abuela y otras matriarcas de la comunidad que vivían al servicio de sus vecinos en Compton. “Si tus padres trabajaban, mi abuela te cuidaba”, dijo. “Si no tenías qué comer, mi abuela te alimentaba”.

El trabajo que hace en skid row a menudo requiere que ella imponga límites y se sienta cómoda con la decepción, reconoció Raines, pero también es profundamente alentador. “No tengo muchas historias sobre cómo sacar a la gente de la calle. Pero, sí tengo sobre personas que todavía se despiertan a pesar de las circunstancias en las que se encuentran, y vienen a vernos”.

En una tendencia que se desarrolla en todo el país y que empeoró durante la pandemia, la población sin hogar de Los Ángeles está marcada por grandes desigualdades raciales. Los residentes negros representan aproximadamente el 8% de la población del condado de Los Ángeles, pero el 34% de su población de desamparados, según un informe reciente de la Autoridad de Servicios para Personas sin Hogar de Los Ángeles.

A man pushes a grocery cart filled with bags through a park.
Un hombre empuja un carrito por Hollenbeck Park, el jueves, en Boyle Heights.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Y esas desigualdades intratables a menudo son citadas por los funcionarios locales, quienes durante la pandemia hicieron un esfuerzo ambicioso pero vacilante para trasladar a las personas sin hogar a habitaciones de hotel vacías y prohibieron sentarse y dormir en parques, bibliotecas y otros lugares, mientras los funcionarios despejaban un gran campamento en MacArthur Park, así como otros sitios en partes más caras de la ciudad, por ejemplo Echo Park y Venice.

A los encuestados recientemente se les pidió que eligieran palabras para describir cómo se sentían acerca de la falta de vivienda, incluidas “simpatía”, “inseguro”, “enojado”, “indiferente”, “esperanzado”, “decepcionado” y “triste”. Los votantes negros y latinos informaron sentirse “tristes”, “decepcionados” y “comprensivos” en mayor proporción que sus pares blancos y asiático-americanos, quienes se mostraron más propensos a sentirse “inseguros”.

“Triste” es lo primero que le viene a la mente a Blanca Rodríguez. “Siento una profunda tristeza”, reconoció la mujer de 69 años, entre lágrimas, en una tarde reciente, de pie en la entrada de su tienda, Blanca’s Beauty Salon, en una franja de Whittier Boulevard que serpentea debajo de la Autopista 60.

Blanca Rodriguez stands in front of her beauty salon.
Blanca Rodríguez, de 69 años, en el exterior de su salón en Boyle Heights, el jueves. Su tienda está en una franja de Whittier Boulevard, cerca de un paso subterráneo de la Autopista 60, donde algunas personas sin vivienda duermen en colchones.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)

Allí, en el sombrío paso subterráneo, tres personas dormían en colchones andrajosos mientras los autos pasaban a toda velocidad. Rodríguez relató que un hombre que solía vivir allí a menudo deambulaba por la acera frente a su tienda, y se agachaba con frecuencia como si fuera a recoger algo, a pesar de que no había nada. Su mente lo traicionaba, comprendió, y cada vez que él pasaba, ella decía una oración rápida pidiendo a Dios que lo protegiera. “Todos somos iguales”, expresó. “Todos venimos del vientre de una madre y todos moriremos”.

Rodríguez sabe cómo es estar estresada por las finanzas: fácilmente veía a 10 clientes al día antes de la pandemia, pero ahora con suerte hace uno o dos cortes de cabello por jornada. Muchos meses, apenas gana lo suficiente para cubrir el pago de $700 de su casa, y ha tenido que echar mano de sus pequeños ahorros para cubrir las facturas y la comida.

A woman visits a pair of unhoused people under the 60 Freeway.
Veta Gashgai, del grupo First Blocks, de Whittier Boulevard, visita un sitio en Boyle Heights donde un par de personas sin hogar duermen en colchones debajo de la Autopista 60. Le molesta la falta de vivienda en su comunidad y trata de ayudar a la gente tanto como sea posible.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)

Espera que, en el futuro, los políticos den prioridad a la ayuda inmediata para los desamparados, incluida su mudanza a apartamentos o habitaciones de hotel vacíos. “Se necesita ahora”.

Beverly Vásquez, gerente de Nimbus Coffee, en el centro de Los Ángeles, interactúa con personas sin hogar casi todos los días. Algunas empresas en el área, así como algunos residentes y la policía, reaccionan ahuyentando a los que no tienen vivienda, dijo, y los llevan a otro lugar, a cualquier otro lugar.

Pero ella y las propietarias de Nimbus, todas mujeres de color, intentan adoptar un enfoque diferente cuando pueden, repartiendo agua y, a veces, pasteles que quedaron sin vender al final del día.

Una mañana, mientras se dirigía al trabajo durante una tormenta, notó a alguien que había visto antes, una mujer negra delgada de entre 20 y 30 años, y la invitó a la tienda para regalarle un pastel y que se protegiera de la lluvia.

Interactuar con personas sin vivienda puede ser difícil para las empresas, reconoció Vásquez; también señaló que las mujeres que dirigen Nimbus trabajan mucho para mantener un escaparate impecable y, a veces, sienten ansiedad por su seguridad, temprano en la mañana y tarde en la noche.

“Es un poco inquietante cuando ves a grupos de personas viviendo cerca de tu negocio”, expuso Vásquez, pero de igual manera es partidaria de un enfoque más humano que de una dura vigilancia a los desamparados. “Hay que recordar que te podría pasar a ti”.

De regreso en Hollenbeck Park, una mujer de 44 años, que se presentó usando solo su primer nombre, Lourdes, estaba sentada a la sombra de una palmera, doblando la ropa. Se encuentra sin hogar desde hace tres meses, relató, y había ido al parque esa mañana para cambiarse en el baño y relajarse en algún lugar donde se sintiera segura, donde los pensamientos paranoicos que a veces pasan por su mente se ralentizaran. Tomó una camiseta y la rasgó por la mitad, atándose la tira de tela alrededor de la cabeza para cubrir varias costras -recordatorios, dijo, de una adicción a la metanfetamina que desea desesperadamente vencer-. “Solo necesito ayuda”, señaló, “ayuda de verdad”.

People enjoy Hollenbeck Park in Boyle Heights.
Residentes en un sendero de caminatas en Hollenbeck Park, el jueves pasado.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Brenda Martínez, el enlace para personas sin hogar del Consejo Vecinal de Boyle Heights, cree que más oportunidades para el tratamiento de la adicción a las drogas y opciones de vivienda más sostenibles son clave para reducir la falta de vivienda. “Este problema se hará cada vez más grande”, comentó, y agregó que la mayoría de las personas en el vecindario son inquilinos y tienen dificultades para quedarse en sus hogares debido a la rápida gentrificación del área y el estancamiento de los salarios.

Aunque Boyle Heights no recibe la misma cantidad de recursos que la cercana zona del skid row, muchos de los problemas de ese tramo del centro de la ciudad se extienden allí, remarcó Martínez, quien agregó que la solución más verdadera radica en aumentar los salarios de los trabajadores en comunidades de bajos ingresos.

“Las familias aquí son muy orgullosas. Desean poder pagar su comida”, dijo. “Quieren trabajo y mejores salarios”.

Two women stand in a park near water.
Brenda Martínez, a la derecha, cree que más oportunidades para el tratamiento de la adicción a las drogas y opciones de vivienda más sostenibles son los componentes clave para reducir la falta de vivienda.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Pese a todo, encuentra mucha esperanza en el trabajo de las personas de su comunidad, como Cauich, su amiga cercana.

Para Cauich, su profunda pasión por retribuir surgió de la comprensión. Recuerda vívidamente el día, hace años, cuando llegó a su apartamento y encontró nuevas cerraduras en la puerta. Estaba pasando por un divorcio y había perdido su trabajo como cajera, así que durante un tiempo durmió sentada en un banco en Koreatown con sus dos hijos, por entonces de tres y cuatro años, que dormían debajo de una manta en un cochecito.

Ahora, cada vez que alguien sin hogar le lanza una mirada de desconcierto y le pregunta por qué hace lo que hace, brinda la misma respuesta. “Yo estuve en tus zapatos”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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