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L.A. Affairs: Cómo trabajar de acomodador en el Hollywood Bowl curó mi dolor

Yun Yao's illustration of man standing in the hills outside the Hollywood Bowl.
Aprendí que ser útil es una de las mejores maneras de salir de una depresión.
(Yun Yao / For The Times)
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No creo en el amor a primera vista. Más bien creo que puedes conocer a alguien y obtener una pista al instante.

Para mí, es una voz interior involuntaria que aparece y dice: “Sí, podría gustarme esta mujer”.

Al menos así fue cuando conocí a Olivia. Era maestra de historia en Glendale High, y yo iba a ser su sustituto del día. Ella iba a llevar a una de sus clases a un viaje de campo, y yo enseñaría al resto de la clase. Olivia estaba escribiendo un plan de lecciones para mí cuando entré a su salón. Me miró desde su escritorio y me regaló una hermosa sonrisa, con ello recibí uno de los mayores indicios de mi vida.

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A Olivia le gustó la forma en que manejé sus clases, así que me convertí en su suplente habitual. Una vez, cuando iba a faltar varios días seguidos, me llamó a casa para repasar lo que tenía que hacer mientras ella no estaba. Después de la conversación de trabajo, la invité a cenar. Ella dijo que sí.

Así empezaron mis ocho años y doce días de Olivia.

Soy un ávido excursionista, y Olivia pronto se unió a mí en mis caminatas del Sierra Club de los viernes por la noche en las montañas de Santa Mónica, nuestro ritual semanal, seguido de yogur helado. Eso se convirtió en uno de los momentos más importantes de mi vida.

Soy un astrónomo aficionado, y cuando le señalé Júpiter a Olivia una noche, ella respondió con entusiasmo, “¡Oh, wow!” y me dijo que siempre había querido aprender más sobre el cielo nocturno, entonces comencé a señalarle las constelaciones.

Mi voz involuntaria volvió a sonar, y esta vez fue mucho más que una indirecta. (¿Qué puedo decir? Me atraen las personas con un saludable sentido de maravillarse).

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Fuimos al cine, a obras de teatro y a fiestas juntos, pero durante mucho tiempo sólo como buenos amigos. Hubo heridas y decepciones del pasado que la hicieron reacia a pasar al siguiente nivel. Disfruté tanto de su compañía que me quedé allí. Nos convertimos en los mejores amigos y finalmente me pidió quedarse conmigo una noche.

Lenta pero de manera rotunda me enamoré de ella.

Le hicieron cirugía, quimioterapia y radiación. Pero el cáncer de mama había sido descubierto demasiado tarde.

Ocho años y 12 días después de nuestra primera cena juntos, me senté al borde de una cama de hospital y la vi morir.

Fue el peor día de mi vida.

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Descendía en espiral hacia la depresión. Me sentaba en casa por la noche, aturdido por encontrarme solo. Una vez me puse a llorar mientras lavaba los platos. Mis amigos encontraron maneras de mantenerme ocupado. Me dieron libros para leer sobre el duelo y a menudo me llamaban para hablar. Uno de los libros advertía que la gente a veces lidia con el dolor perdiéndose en el trabajo. El autor sugirió que este método de duelo era sólo un aplazamiento del dolor y no la cura.

Pero no estaba de acuerdo. Pensé: Pero ¿qué pasa si es el trabajo correcto? ¿Y si es el trabajo lo que puede ayudar con el duelo? Consideré esta idea durante unos días y luego solicité un empleo como acomodador en el Hollywood Bowl.

La música.

Mucha música.

Eso es lo que necesitaba. Y conseguí el trabajo. Cada noche, semana tras semana, me bañaba en el mayor invento de la humanidad. Se me ocurrió que el Hollywood Bowl tenía que estar lleno de sentimientos positivos. Quiero decir, ¿quién es infeliz con una noche en el Hollywood Bowl?

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Así que me paraba al final del pasillo con mi camisa blanca y corbata negra, listo para ayudar. Normalmente, estaría en el Hollywood Bowl el 4 de julio para una noche de música y fuegos artificiales, pero el virus se ha llevado todo eso por ahora. Extraño pasar mis tardes ayudando a la gente a encontrar su camino. Me gustaba mucho esa parte del trabajo. Aprendí que ser útil es una de las mejores maneras de salir de una depresión. Realmente me ayudó.

Pero fue la música la que hizo la mayor labor en mí. Los conciertos de Mozart me hicieron desfallecer con su belleza. La “Oda a la Alegría” de Beethoven me elevó. Una noche, en un concierto, el hijo de Bob Marley me cantó “Every little thing gonna be alright” (Todo estará bien). James Taylor y Carole King me recordaron la importancia de tener un amigo. Van Morrison ofreció un amor duro. Me dijo: “You’ve got to roll with the punches ... that’s the only way to go” (Tienes que seguir el ritmo de los golpes... es la única manera de hacerlo).

Fue durante uno de estos conciertos que tuve una revelación revolucionaria que cambió todo y comenzó mi verdadera curación.

El hecho más básico de mi experiencia con Olivia me inundó el cerebro.

Cuando Olivia supo que iba a morir, decidió pasar más tiempo conmigo.

El autor ha escrito ocho novelas, incluyendo “Company of Thieves”. Vive en Los Ángeles.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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