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Días oscuros para médicos, enfermeros y personal de emergencias en L.A.: ‘La mayoría de los que salen de los sanatorios lo hacen sin vida’

A label that reads "COVID PATIENT" on top of a body covered in a white sheet on a hospital bed
Un paciente fallecido el mes pasado por COVID-19 es etiquetado como tal en el Providence Holy Cross Medical Center, en Mission Hills.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

“Es una zona de guerra”, dijo un médico de un hospital público del condado de Los Ángeles, ya que la oleada de COVID-19 trae niveles de muerte antes inimaginables en EE.UU, a pesar de los incansables esfuerzos por tratar a los pacientes.

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En un hospital cerca del sur de Los Ángeles, los médicos debaten si un paciente mayor debe estar conectado a uno de los pocos respiradores que quedan.

Mientras tanto, las enfermeras del Ronald Reagan UCLA Medical Center, en Westwood, temen estar tratando a demasiadas personas como para brindarles a todas la mejor atención.

En tanto, para los técnicos de emergencias médicas trasladar enfermos a los hospitales se ha convertido en una carrera de obstáculos, sin suficientes camas para los cientos de ellos que las necesitan. Una vez que una ambulancia que respondió un llamado al 911 encuentra un sanatorio, puede demorar hasta 17 horas descargar al enfermo.

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Son tiempos oscuros para médicos, enfermeros y técnicos de emergencias médicas en el condado de Los Ángeles, marcados por niveles de muerte hasta ahora inimaginables en Estados Unidos, a pesar de los incansables esfuerzos realizados para atender a los pacientes.

“Es una zona de guerra”, señaló un médico de un hospital público del condado. “La mayoría de los que salen de los sanatorios lo hacen sin vida”.

Pero en medio del agotamiento y la angustia de las últimas semanas hay algo peor: el temor de que las próximas sean aún más espantosas.

“Solía tener miedo de hacer este tipo de trabajo. Ahora es todo lo que hago”

Ene. 10, 2021

Otro aumento de casos de COVID-19, impulsado por las recientes fiestas de fin de año, está comenzando a manifestarse, y la pregunta que se avecina es qué tan grande será el pico que enfrentarán los hospitales. Los funcionarios piensan que incluso pequeñas alzas en la demanda podrían desencadenar medidas sombrías, que comprometerían aún más la atención.

Ya hay tantos fallecidos en el condado de Los Ángeles que las morgues de los hospitales y las funerarias a menudo están llenas. En la última semana, 200 personas por día murieron de COVID-19 en el condado, más que el número de decesos por todas las demás causas combinadas, que promedian 170 por jornada.

Un médico de uno de los hospitales públicos afirmó que hay “familias que lloran por teléfono, en agonía porque su ser querido está muriendo”. “Pasamos nuestros días llamando a los familiares para informarles que hemos agotado todos los tratamientos médicos con sus parientes y que éstos van a fallecer a pesar de nuestros mejores esfuerzos”, relató.

La sala de emergencias del hospital está llena de pacientes que esperan ingresar a la unidad de cuidados intensivos (UCI), donde el espacio generalmente se abre solo cuando alguien fallece. La atención sufre porque el personal de emergencias no está capacitado para atender a los enfermos de la UCI y, como si fuera poco, también tienen muchos de los suyos que atender, remarcó el médico.

Pero la siguiente fase de la pandemia podría ser peor. Hasta ahora, los hospitales del condado mayormente no necesitaron tomar las decisiones más desgarradoras: elegir quién recibe atención activa para salvar vidas y el tiempo limitado de los profesionales y equipos mejor capacitados, y quién será tratado solo con cuidados paliativos mientras agoniza. Equipos de oficiales de triaje, generalmente dirigidos por médicos de terapia intensiva y de emergencia, tomarían esas determinaciones.

En Ronald Reagan UCLA, hay carpas en el exterior de la sala de emergencias para clasificar y tratar el desborde de pacientes. El personal intenta mantenerse al día, ya que se les asignan más pacientes de los que pueden manejar, comentó la enfermera de emergencias Marcia Santini. “Tenemos una situación realmente peligrosa”, enfatizó. “Es en verdad aterrador”.

El mes pasado, el estado otorgó exenciones que permiten a los hospitales aumentar la cantidad de pacientes que las enfermeras pueden tratar a la vez. La ley de California generalmente autoriza que los enfermeros de emergencias no sean asignados a más de cuatro pacientes, pero la flexibilización de las regulaciones aumentó a seis en algunos centros médicos.

“No rehuimos al trabajo duro ni al cuidado de los pacientes. Pero lo que no queremos es laborar en un entorno inseguro, y en eso se ha convertido esta situación”, remarcó Santini. “Entendemos que estamos atravesando tiempos sin precedentes, pero si no tenemos suficiente personal en estas áreas, o el equipo necesario, entonces es realmente difícil cuidar de alguien”.

Las divisiones que alguna vez fueron claras entre pacientes con COVID y sin ella se quiebran a medida que el hospital se llena, agregó. En la sala de emergencias, se puede tratar a un paciente con COVID minutos antes de ver a alguien con otra enfermedad. “Eso genera un estrés adicional: Piensas ‘Oh, Dios mío, ¿estoy protegido correctamente? ¿Me cambié los guantes? ¿Me cambié la mascarilla?’... Tienes que pensar en todo cada vez antes de ir a otra habitación”, señaló. “Podría tener un paciente con COVID y a alguien que ingresa por complicaciones de cáncer […], y debes tener mucho cuidado de que no haya contaminación cruzada”.

En respuesta a los comentarios de Santini, UCLA Health System mostró un comunicado que indica las proporciones de personal exigidas por el estado y que tiene suministros adecuados de equipos de protección personal para mantener la seguridad de los enfermeros.

“La seguridad y el bienestar del personal de enfermería de UCLA Health, de nuestros otros trabajadores de la salud y pacientes, es la principal prioridad en todo momento. Entendemos la ansiedad que crea el alto volumen de pacientes con COVID-19 y la carga de trabajo relacionada, y valoramos la dedicación de nuestro personal a la atención compasiva y de alta calidad para los enfermos”, enfatizó el comunicado.

Otros hospitales ya se enfrentan a decisiones difíciles sobre cómo distribuir recursos limitados. Un enfermero del St. Francis Medical Center, en Lynwood, dijo que los proveedores discuten cómo distribuir los escasos suministros de oxígeno de alto flujo y máquinas BiPAP, que ayudan a respirar a los pacientes con COVID-19. Un médico del hospital describió una discusión reciente sobre si colocar a un paciente críticamente enfermo en uno de los respiradores restantes; el equipo finalmente decidió no hacerlo. “Este tipo de situaciones van a seguir ocurriendo, y es triste y traumático que los equipos médicos vivan cosas por el estilo todos los días”, remarcó el especialista.

En St. Francis, cualquier separación entre pacientes con COVID y sin ella ha desaparecido, y la sala de emergencias funciona como “una UCI al aire libre”, describió el médico. A los enfermeros se les asignan más pacientes de los que pueden manejar, que “se alinean en los pasillos, sin supervisión”.

Los problemas se extienden más allá de las paredes del hospital. Los técnicos médicos de emergencia que responden a las llamadas al 911 lidian con cuellos de botella, tiempos de espera extremos y personal enfermo.

“Si bien estamos capacitados para manejar crisis, nadie que esté en el cuidado de la salud ha visto antes algo como lo que se vive en este momento”, comentó Tom Wagner, director ejecutivo para la región occidental de American Medical Response (AMR), uno de los proveedores de servicios de ambulancia más grandes del país.

AMR y Care Ambulance Service, un proveedor en los condados de Los Ángeles, Orange y Riverside, están respondiendo a un total de 1.500 llamadas de emergencia al día, detallaron las autoridades, aproximadamente un 30% más que en los primeros meses de la pandemia, cuando las llamadas disminuyeron durante la orden inicial de aislamiento en el hogar.

El Departamento de Bomberos de Los Ángeles, que brinda servicios de ambulancia dentro de la ciudad, responde entre 800 y 1.000 llamadas de emergencias al día.

La avalancha de pacientes, junto con los trabajadores sanitarios cada vez más enfermos y la falta de camas de UCI, provoca retrasos paralizantes cuando se trata de dar de alta a los pacientes.

Antes de la pandemia, una ambulancia podía volver a las calles a los pocos minutos de llegar a un hospital para dejar a un paciente. Ahora, suelen esperar cuatro, cinco o incluso diez horas, expuso Jeff Lucia, director de comunicaciones de Care. El miércoles, “escuché de hasta 13”, comentó.

Wagner habla de esperas de hasta 17 horas. “Ese es tiempo que un paciente pasa en una camilla de ambulancia frente a un hospital, lo cual es incómodo, esperando que lo acepten”, comentó Lucia, y agregó que incluso si Care pusiera más ambulancias en la carretera, la mayoría terminaría simplemente “esperando”.

Los equipos de ambulancias también experimentan una reducción de personal debido a la propagación del coronavirus. Más de 170 de los socorristas del LAFD están aislados por este motivo, precisó el Dr. Marc Eckstein, comandante de la Oficina de Servicios de Emergencias del departamento. Mientras tanto, “varias docenas” de los 500 cuidadores de AMR en Los Ángeles se encuentran en diversas etapas de cuarentena en un día determinado, expuso Wagner.

La Agencia de Servicios Médicos de Emergencia del Condado de Los Ángeles emitió una directiva que aconseja a los equipos de ambulancias conservar oxígeno para los pacientes siempre que sea posible, pero Lucia expuso que el contenido de los pequeños tanques que llevan las ambulancias se está agotando por las largas demoras frente a los hospitales.

Tanto AMR como Care desarrollaron planes de contingencia para redistribuir oxígeno y equipos de protección personal, si es necesario, para evitar una escasez peligrosa.

La directiva del condado también indicó a los equipos de ambulancias que no transporten a los hospitales a los pacientes ya sin pulso, a quienes no pueden ser resucitados en el lugar y a aquellos que tienen una posibilidad extraordinariamente limitada de supervivencia, un escenario cada vez más probable a medida que crece el número de enfermos severos. Según Eckstein, los casos de paros cardíacos se duplicaron con creces en noviembre y diciembre en comparación con 2019, un reflejo del impacto del COVID-19.

“Es realmente una pesadilla”, expresó Santini, “porque te obliga a hacer cosas que nunca harías”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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