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La frenética carrera para frenar las desigualdades raciales en la distribución de vacunas en L.A.

Anthony Angulo waits to get a COVID-19 vaccination at  the South Park Recreation Center
Anthony Angulo, de 71 años, al centro, espera ser vacunado contra el COVID-19 en un sitio móvil en el Centro Recreativo de South Park, el martes.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)
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En un lanzamiento ideal de un plan de vacunación, Althea Darby habría podido programar una cita de forma rápida y sin esfuerzo.

La residente del sur de Los Ángeles sufre de presión arterial alta, lo cual la pone en mayor riesgo de desarrollar síntomas graves si contrae el coronavirus, y tiene 69 años, parte de un grupo etario que es elegible para la vacunación desde hace tres semanas en el condado de L.A.

Pero Darby pasó por una odisea para recibir su inyección. “Intenté al mismo tiempo por dos teléfonos”, comentó sobre su experiencia al tratar de comunicarse con el número de vacunación del condado, la semana pasada. “Estuve en la línea durante al menos seis u ocho horas, y nada”.

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Darby tampoco logró concertar una cita a través del sitio web vinculado con el COVID-19 del condado. Luego, una casilla de vacunación en Downey la rechazó porque trató de acercarse al lugar y vacunarse sin tener una reserva. El viernes, ella y su esposo hicieron fila durante una hora en el Hoover Recreation Center, en el sur de Los Ángeles, para recibir sus dosis, pero cuando llegó su turno, se habían agotado.

Sus luchas reflejan un problema fundamental con la distribución de vacunas, según los expertos: un suministro limitado de dosis que se administró de manera desigual. “El virus circula fuerte en algunas comunidades, y esas no son las comunidades en donde estamos vacunando”, destacó una epidemióloga de UCSF, la Dra. Kirsten Bibbins-Domingo.

La tasa de inmunización entre las personas mayores blancas y asiáticas en el condado de Los Ángeles es mucho más alta que entre sus pares negros, latinos e indígenas americanos, las mismas comunidades donde las tasas de casos y muertes por COVID-19 son más elevadas, según datos del condado. Los residentes negros de 65 años o más tienen la tasa de vacunación más baja de todos los grupos.

Esa tendencia es opuesta a cómo se deben distribuir las vacunas si el objetivo es ralentizar la transmisión del virus, tanto en las comunidades más devastadas como en otros lugares, expuso Bibbins-Domingo. Los brotes continuarán si la cobertura no es generalizada, agregó.

“¿Qué significa realmente alcanzar la inmunidad colectiva cuando una parte del condado podría tener efectivamente inmunidad colectiva mientras que otra no la tiene?”, se preguntó. “Nuestra forma de interactuar hace que las personas se muevan entre comunidades, lo cual significa que efectivamente no tenemos inmunidad colectiva, por lo tanto la pandemia no termina”.

A medida que surgen grandes disparidades en las tasas de vacunación, los funcionarios del condado de L.A. impulsan esfuerzos para mejorar el acceso a las dosis para las personas de color. Las estrategias incluyen crear más sitios, así como mejores campañas de mensajería pública, perfeccionar el acceso al transporte y reservarles citas en centros de vacunación de los vecindarios antes de que individuos de otras partes del condado puedan tomarlas.

“Tenemos mucho trabajo por hacer para solucionar esto”, afirmó el martes la directora de salud pública del condado de Los Ángeles, Bárbara Ferrer, en una reunión de la Junta de Supervisores. “Independientemente de la forma en que se reduzcan estos datos, está claro que en algunas de nuestras comunidades más afectadas, hay poblaciones que no se vacunan al mismo ritmo que otras”.

El martes por la mañana, Darby hizo fila nuevamente, esta vez en un sitio de vacunación eventual en South Park destinado a aplicar dosis a 800 personas mayores, en particular negros y latinos, así como a trabajadores sanitarios, en el transcurso de cuatro días. Aunque ciertos problemas históricos y culturales pueden volver más escépticos a los residentes negros con respecto a las vacunas, el mayor problema en el condado de Los Ángeles hasta ahora ha sido el acceso a ellas, remarcó el concejal Curren Price, quien ayudó a planificar el evento.

South L.A. tiene tasas muy bajas de banda ancha -servicio necesario para programar citas en línea- y ha habido mucha confusión sobre cómo operar el sitio web de vacunación del condado, agregó. Price trabajó con iglesias, grupos sin fines de lucro, así como con instalaciones de vivienda pública y para personas de la tercera edad en el sur de Los Ángeles, para alentar a la gente a vacunarse, además de contratar autobuses y camionetas -de la ciudad y privados- para transportar a los adultos mayores al sitio.

“Con frecuencia, nuestros residentes se quedan fuera”, expresó, mientras observaba a las personas mayores enmascaradas hacer fila para vacunarse, este martes. “Hemos visto los números... Esta es nuestra oportunidad de llevar las vacunas a la comunidad y de asegurarnos de que nuestros residentes las aprovechen”.

En el condado de Los Ángeles, donde hasta ahora se distribuyeron más de un millón de vacunas contra el COVID-19, el 17% de los residentes mayores de 65 años blancos, el 18% de los asiáticos y el 29% de los nativos de Hawái/islas del Pacífico, han recibido al menos una dosis, en comparación con solo el 14% de sus homólogos latinos, el 9% de los nativos americanos y el 7% de los negros, según datos del condado.

Si estas tendencias continúan, las grandes oleadas de COVID-19 que amenazan con abrumar los centros médicos no cesarán, advirtió Bibbins-Domingo. Los latinos de todas las edades son hospitalizados a tasas altas, por lo cual también deben vacunarse a altas tasas, señaló. “Los sistemas hospitalarios que atienden a estas comunidades no podrán evitar una sobrecarga cuando los casos vuelvan a aumentar”, manifestó.

El bombero de Los Ángeles Jason Jasgur vacuna contra el COVID-19 a
El bombero de Los Ángeles Jason Jasgur vacuna contra el COVID-19 a Althea Darby, de 69 años, en un sitio móvil en el sur de Los Ángeles.
(Irfan Khan/Los Angeles Times)

Aunque las vacunas evitarán muertes, las comunidades donde un gran número de personas permanecen sin inmunizar seguirán sufriendo brotes importantes en los lugares de trabajo, así como oleadas mortales en los hospitales, agregó.

Para Rhonda M. Smith, directora ejecutiva de California Black Health Network, el lento comienzo de California en la divulgación pública sobre la vacuna a la población en general se agravó en las comunidades negras por el escepticismo hacia las entidades médicas.

En California, menos del 30% de las personas negras reconocieron que ‘probable o absolutamente’ se vacunarían, según una encuesta publicada por el Public Policy Institute of California. “¿Dónde está la confianza? ¿Cómo puedes convencer a alguien de que esta vacuna es buena, y que debes aplicártela por tales y cuales razones?”, dijo Smith.

Un sociólogo médico de UC Riverside, Richard Carpiano, añadió que años de iniciativas de salud pública demostraron la necesidad de utilizar sitios locales en los que la gente ya confía -como iglesias, barberías y salones de belleza- para aumentar la participación entre los grupos desatendidos. “Es maravilloso contar con el Dodger Stadium, pero basta de eso. Me gustaría que se prestara más atención a otras formas en que también intentamos generar acceso a las vacunas”, expuso.

Marilyn Shugars, quien vive en el sur de Los Ángeles, se debatía entre ir al evento de vacunación el martes, o no. Había escuchado mensajes contradictorios sobre las vacunas y no entendía muy bien cómo éstas fueron producidas tan rápidamente.

Si hubiera habido una larga fila en el sitio, confesó después, habría dado la vuelta y regresado a su casa. Pero no fue así. Entonces, recibió su vacuna. “Si esto nos va a salvar, me arriesgaré por el beneficio”, comentó.

Para la supervisora Hilda Solís, que preside la Junta de Supervisores, el condado debe ponerse rápidamente en marcha en las comunidades de color más afectadas, incluso con unidades móviles que ofrezcan vacunas puerta a puerta a los residentes, especialmente para quienes no tienen vehículos o están confinados en sus domicilios.

Solís visitó recientemente un sitio de vacunación del condado y escuchó que los residentes habían tenido que tomar varios autobuses para llegar allí. La junta votó el martes para investigar cómo utilizar los servicios de tránsito y las empresas de viajes compartidos para brindar rutas directas. “No es solo una cuestión de equidad, sino que, en mi opinión, también es una cuestión de ética”, enfatizó Solís. “Es lo correcto”.

La supervisora Holly Mitchell, cuyo segundo distrito incluye un porcentaje significativo de la población negra del condado, destacó que cuando los residentes se enteran de la apertura de nuevos sitios de vacunación en sus comunidades, la suposición natural es que podrán aplicarse sus dosis en ellos. Sin embargo, eso no ha sucedido al ritmo debido, en parte por los problemas de registro y por las personas de otros vecindarios que se apresuran a tomar esas citas. “Es por eso que nuestras cifras de equidad son tan insignificantes”, señaló Mitchell.

Darby y su esposo esperaron una hora para vacunarse, el martes. Hacerlo le brindó cierto alivio, especialmente después de que su propio hermano, que vive en Arkansas, contrajera el virus. “Sé que tendré que seguir cumpliendo las pautas como lo he hecho hasta ahora”, dijo. “Pero me sentiré más protegida”.

La redactora de planta de The Times Erin B. Logan contribuyó con este artículo.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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