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‘El estado de ánimo es sombrío’: Violencia, amenazas de muerte e intimidaciones marcan otro año escolar en pandemia

A school bus passes through downtown Sutter Creek, Calif.
El centro de Sutter Creek, en el condado de Amador, donde un padre agredió a un maestro debido al mandato de uso de mascarilla en las escuelas, según funcionarios escolares.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

Las escuelas se han convertido en el campo de batalla de la guerra cultural en torno al COVID-19

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El primer día de clase, un padre se enojó tanto porque su hija tenía que usar una mascarilla en el aula que maldijo al director y le dio un puñetazo en la cara a un docente.

Para la segunda semana, los estudiantes de este pequeño condado en las estribaciones de Sierra Nevada comenzaron a dar positivo por el coronavirus cuando la variante Delta, altamente contagiosa, azotó la zona rural de California.

Algunos maestros prometieron renunciar si les obligan a vacunarse. Las familias sacaron a los niños de las prácticas deportivas para evitar las pruebas semanales de coronavirus.

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Los padres, indignados y llorando, inundaron las reuniones de la junta escolar, menospreciando las mascarillas por considerarlas un “paño sucio” y al requisito de cubrirse la cara como “una decisión basada en el miedo”.

Bienvenida al nuevo trabajo, Torie Gibson.

Este verano, Gibson asumió como superintendente del Distrito Escolar Unificado del Condado de Amador. Justo antes de que comenzaran las clases, todo lucía brillante: el número de casos de coronavirus había bajado, California estaba reabriendo todas sus actividades y las mascarillas empezaban a quedar atrás.

Pero pronto se dio cuenta de que, a medida que emergía la variante Delta, se requerirían nuevamente los cubrebocas, las pruebas y las cuarentenas. Eso significaba problemas.

“Me sentí con estrés postraumático”, reconoció Gibson, de 45 años, desde su oficina en Jackson. “No suelo inquietarme mucho. No me asustan tanto los golpes, me pueden gritar, puede estallar el caos completo y yo digo: ‘Pasa esto’... Pero ahora sentí: ‘Este va a ser un año realmente difícil’”.

Los críticos del uso de las mascarillas le han enviado amenazas de muerte por correo electrónico. A fines de septiembre, la policía llegó a una de sus escuelas después de que una familia ordenara a su hijo que asistiera a clase sin cubierta facial y se negara a irse hasta que llamaran a las autoridades.

En el segundo año lectivo en pandemia, este comportamiento se observa en los campus escolares en todo EE.UU.

A woman holds a sign that reads, "No warp speed experimental vax on our kids!"
Los manifestantes que se oponen al uso de mascarilla y la vacunación obligatoria para los estudiantes se reúnen frente a la sede del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD) el 9 de septiembre, cuando los miembros de la junta votaron que los niños de 12 años o más en las escuelas públicas de Los Ángeles deben estar completamente inoculados contra el COVID-19 antes de enero para ingresar a los campus.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

La semana pasada, la Asociación Nacional de Consejos Escolares envió una carta al presidente Biden solicitando asistencia federal para prevenir la violencia e investigar las amenazas contra los funcionarios de las escuelas públicas y los niños. “Las escuelas públicas de Estados Unidos y sus líderes educativos están bajo una amenaza inmediata”, decía la carta.

La organización solicitó ayuda al Departamento de Justicia de Estados Unidos, el FBI, el Departamento de Seguridad Nacional y el Servicio Secreto de EE.UU y su Centro Nacional de Evaluación de Amenazas.

Después de soportar acalorados debates sobre la reapertura de las aulas, las escuelas ahora están soportando la peor parte de la ira pública a medida que la pandemia continúa con nuevas variantes, señaló Chip Slaven, director ejecutivo interino de la Asociación Nacional de Juntas Escolares.

“EE.UU y todo el mundo necesita dar un paso atrás en este tema y respirar hondo. Todos nos preocupamos por nuestros estudiantes y escuelas públicas”, añadió Slaven. Agregó también que los estallidos de intimidaciones, muchos de ellos alimentados por teorías de conspiración y desinformación, se han “vuelto muy comunes, y eso es preocupante”.

El grupo de juntas escolares calificó las amenazas y la violencia contra las escuelas como “el equivalente a una forma de terrorismo doméstico y delitos de odio”.

En Michigan, un padre fue expulsado de una reunión de la junta escolar porque hizo el saludo nazi y gritó: “¡Heil Hitler!” después de que otro hablara a favor del uso de las mascarillas. El padre de un niño al que se le ordenó ponerse en cuarentena llegó a la primaria donde asiste su hijo, en Arizona, con otros dos hombres que portaban bridas y amenazó al director con el arresto ciudadano.

En una reunión de la junta escolar en Florida, donde el gobernador Ron DeSantis prohibió los mandatos de uso de cubiertas faciales en las escuelas públicas, un manifestante roció una bandeja llena de cubrebocas con líquido para encendedor y le prendió fuego.

Aquí, en California, miembros de los extremistas Proud Boys se unieron a los manifestantes contra el uso de mascarillas y las vacunas en las reuniones de la junta escolar en el condado de Placer.

“El estado de ánimo es sombrío”, comentó Troy Flint, portavoz de la Asociación de Juntas Escolares de California. “En muchos casos, los miembros de la junta escolar se sienten inseguros, amenazados o sienten que se han convertido en el villano de una obra en la que no pudieron escribir el guion”.

El viernes, el gobernador Gavin Newsom anunció el primer mandato estatal del país que requiere que todos los escolares -de instituciones públicas y privadas- elegibles se vacunen contra el COVID-19 después de que la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU autorice la aprobación total de las vacunas para sus grupos de edad.

También anunció que los empleados escolares, que han tenido la opción de hacerse la prueba semanalmente si no están vacunados, deberán inocularse una vez que se exija que los niños lo hagan.

“Por un lado, un mandato estatal elimina parte de la presión de las juntas escolares”, señaló Flint. “Pero en áreas donde hay una fuerte resistencia, podría intensificar las reacciones”.

El mes pasado, la organización de juntas escolares de California envió una carta a Newsom solicitando la intervención del estado. A menudo, dice la carta, los distritos escolares se ponen en contacto con las autoridades para restablecer el orden en las reuniones estridentes o para hacer cumplir los mandatos del uso de las mascarillas, pero la policía se niega a hacerlo.

A boy holds a sign that reads, "Unmask the kids."
Una protesta apoyada por Let Them Breathe, un grupo antimascarillas afuera del edificio del Distrito Escolar Unificado de Redondo Beach en julio.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

“En numerosos casos, los agentes del orden, desafiando la ley y su juramento profesional, han declarado explícitamente que no harán cumplir los mandatos de seguridad ni restringirán a aquellos cuyas acciones interrumpan deliberadamente una reunión e impidan que se lleve a cabo”, señala la carta de Vernon M. Billy, director ejecutivo del grupo.

En el condado de San Diego, el mes pasado, los manifestantes contra el uso de cubrebocas entraron a la fuerza en una reunión de la junta del Distrito Escolar Unificado de Poway, que tuvo una asistencia limitada en persona y se transmitía en vivo para el público, y se negaron a irse.

Según el distrito escolar, los oficiales del Departamento de Policía de San Diego aconsejaron a los miembros de la junta que aplazaran el encuentro para desactivar la situación. El departamento de policía no respondió a las solicitudes de comentarios.

El video en las redes sociales mostraba a los oficiales esperando mientras los manifestantes, que según los miembros de la junta habían desocupado sus asientos, intentaban juramentarse como la nueva junta escolar.

En una reunión posterior, la superintendente Marian Kim Phelps señaló que la mayoría de los manifestantes rebeldes no tenían hijos que asistieran a las escuelas de Poway.

Incluso sin las amenazas, este año académico ha sido abrumador para los administradores, que ahora tienen la tarea de rastrear los contactos del coronavirus, las pruebas y la complicada logística de las cuarentenas, comentó Stuart Packard, presidente de la Asociación de Distritos Escolares Pequeños.

En el estado, añadió, muchos superintendentes se jubilaron el año pasado y “está en la mente de todos los administradores escolares que se acercan al final de su carrera en este momento la pregunta: ‘¿Cuánto más puedo enfrentar?’”.

Packard, superintendente del Distrito Escolar Unificado de Buttonwillow en el condado de Kern, comentó que su escuela erigió una carpa para que la mitad de los estudiantes se sentaran afuera, a fin de mantener la distancia social.

Los trabajadores de la cafetería toman fotografías durante el almuerzo para ver quién está sentado con quién, de modo de poder rastrear los contactos. Y el propio Packard les da a los alumnos las pruebas rápidas de coronavirus.

Cuando se le preguntó cómo le estaba yendo a su personal este año, Jon Ray, el superintendente-director de la primaria Weed Union, en el condado de Siskiyou, se rió con pesar. “Tengo que ser honesto, estamos corriendo a toda máquina y es estresante”, enfatizó. “Siento que somos una clínica médica”.

En su escuela rural, donde la inscripción se disparó casi un 40% porque permaneció abierta para la instrucción presencial el año pasado, cualquier adulto que ingrese debe proporcionar un comprobante de vacunación o hacerse la prueba en el sitio, detalló. Eso incluye a padres voluntarios y trabajadores de la construcción que reparan edificios que fueron evacuados este año debido al moho negro.

La segunda semana de clase tuvo que ser totalmente virtual, ya que los casos de coronavirus alcanzaron su punto máximo en el condado de Siskiyou en agosto. La semana pasada, la madre de un empleado falleció por COVID-19. Ray se vio en la necesidad de contratar a terapeutas que ayuden a los niños a lidiar con la depresión y los pensamientos suicidas exacerbados por la pandemia.

A school official poses outside a school building.
Torie Gibson, quien acaba de asumir como superintendente del Distrito Escolar Unificado del Condado de Amador, ya debió lidiar con los disturbios por el coronavirus entre los padres, además de los incendios forestales del área.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

En el condado de Amador -un área conservadora, donde las hospitalizaciones por coronavirus alcanzaron su punto máximo este verano- el esposo de Torie Gibson, Mark, se preocupa por su seguridad durante las reuniones de la junta escolar y monitorea las redes sociales en busca de amenazas, también mira por encima del hombro cuando están en público en su nueva ciudad.

“Vivimos en la comunidad que amamos, pero al mismo tiempo pensamos ¿a qué nos enfrentamos?”, comentó Mark Gibson, quien es terapeuta. “Cuando estamos fuera de casa, siempre estoy observando. No me pongo ansioso, pero sí me pregunto: “¿Esta persona sabrá quién es ella?” [en referencia a su esposa].

Fue el 11 de agosto, el primer día de clases, que un padre llegó tarde a recoger a su hija de cuarto grado de Sutter Creek Elementary School, relató Torie Gibson. El hombre se enfureció cuando su hija y el director salieron con mascarilla, porque observó el interior de una sala de profesores donde los docentes no las llevaban puestas.

Si los maestros están vacunados y no hay estudiantes presentes, pueden quitarse las mascarillas en el interior, relató Gibson.

“Ese papá vio eso y se volvió loco”, relató la funcionaria. “La niña trató de explicarle: ‘Papá, está bien. No la uso afuera; solo en interiores. Está todo bien’”.

El padre se fue con la niña, pero luego regresó para enfrentarse al director. Un docente que pensó que la situación “se volvería agresiva” entró en la oficina del director, relató Gibson, y el padre le dio varios puñetazos en la cabeza y en la cara. El maestro todavía tiene problemas de visión en un ojo, añadió Gibson.

El padre, Jason Wages, de 49 años, de Sutter Creek, fue acusado de varios delitos menores, incluida la agresión a un empleado de la escuela, según la oficina del fiscal de distrito del condado de Amador.

No se pudo contactar a Wages para hacer comentarios en este artículo.

La historia se volvió viral y la nueva superintendente pasó el resto de la primera semana haciendo malabares con las entrevistas de los medios, las pruebas de coronavirus de los estudiantes y mudándose a su nuevo hogar.

Luego ocurrió el incendio de Caldor, que comenzó ese primer fin de semana de clases, lo cual obligó a evacuar áreas del condado de Amador y a cerrar las escuelas debido al humo.

A Gibson ahora le preocupa que los maestros y demás personal escolar renuncien por el nuevo mandato de que tienen que estar vacunados. Su distrito ya cuenta con pocos empleados. Las rutas de autobús se cancelan cuando no hay suficientes conductores, y puede ser difícil cubrir a los docentes que están en cuarentena después de una exposición al virus.

Mientras tanto, son los niños del distrito -de 4.200 alumnos- los que parecen comportarse mejor. “Ellos dicen: ‘Por favor, déjenme venir a la escuela. No hagan que me quede en casa con mis padres todo el día’”, relató. “Los adultos, en cambio, no siempre se han portado muy bien”.

El investigador del Times Scott Wilson contribuyó con este informe.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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