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Un ‘Ranger’ de Texas consiguió que un prolífico asesino en serie hablara. Así es como lo hizo

Texas Ranger James Holland in his office
Durante sus 20 años de carrera en los ‘Rangers’ de Texas, James Holland se convirtió en un experto en obtener confesiones de asesinos en serie.
(Louis DeLuca / For The Times)

James Holland hizo que Samuel Little admitiera que estranguló a 93 mujeres durante...

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El ‘ranger’ de Texas James Holland entra todos los días a su oficina sin ventanas, infestada de grillos, enciende luces fluorescentes y se enfrenta a rostros espectrales que lo miran.

Holland llenó las paredes con docenas de inquietantes retratos de mujeres, que le hacen recordar al asesino. La galería macabra inicialmente sirvió como una herramienta de investigación para ayudar a Holland a mantener en orden las innumerables confesiones de un asesino en serie.

Las mujeres aparecen en colores vibrantes, con características únicas: un corte de pelo ‘bob’, labios exuberantes, nariz estrecha, ojos tristes. Algunas imágenes llevan inscripciones: “Joven dopada de Tampa”, “Sarah abandonada en un campo en Nueva Orleans abril 1973,” “Abandonada en el bosque de Akron 1990”.

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Recientemente, los retratos han adquirido un propósito más inquietante, recordatorios de que a Holland se le está acabando el tiempo para poner nombres en sus rostros.

Ya ha encontrado justicia para algunos. Donde una serie de detectives no lograron sacar información a Samuel Little, un recluso pugilista de la prisión de California que cumple cadena perpetua por tres homicidios brutales en Los Ángeles, el suave Holland logró descubrir los secretos más oscuros de un asesino.

En 650 horas de entrevistas durante 16 meses, Little confió al detective que había estrangulado a 93 mujeres durante un periodo nómada hostil de 40 años de Florida a California, un recuento que lo ubica entre los asesinos en serie más prolíficos de la nación.

Sam Little había sido arrestado por asesinato al menos dos veces en la década de 1980.

Nov. 25, 2018

Holland, que usa una Stetson, botas de vaquero y lleva una pistola calibre .45 con mango de marfil, admite que sus conversaciones no fueron tanto interrogatorios sino conversaciones un tanto serpenteantes sobre sémola, Dr. Pepper y batidos Braum.

Él platicaba sobre lo que fuera necesario para mantener a Little hablando.

“Hoy me estás causando un ataque al corazón”, le dijo Holland a Little en septiembre pasado cuando parecía probable que el asesino dejaría de confesar. “Todavía te amo, hermano”.

“Gracias, Jimmy”.

“Sammy, hermano, para que conste, tú y yo hemos pasado por un infierno en los últimos cinco meses y medio”.

“No nos rendiremos, Jimmy”.

Luego, como suele hacer, Holland jugó con el ego de Little, dejándolo pensar que él era el que tenía el control.

“Sé que eres un hombre poderoso”, dijo Holland, “un hombre poderoso con la mente”.

“Si lo crees”, dijo Little, riendo.

La confirmación de las afirmaciones de Little ha requerido un esfuerzo nacional por parte de los Rangers de Texas, los analistas del FBI y los detectives para desentrañar misterios a la inversa, desde la confesión hasta el cadáver.

El forense moderno no jugó ningún papel. Las investigaciones se redujeron al trabajo policial: interrogatorio y búsqueda de pistas en archivos polvorientos, como un envío de dinero de Western Union de 1982, un testigo que vio el dorado amarillo, la última comida de zanahoria de una prostituta.

Según su recuento, Holland y su equipo han confirmado 57 de las 93 confesiones de Little, sin incluir 21 en el sur de California (las dejó a la policía y los fiscales locales, y se negaron a discutir sus investigaciones. Little admitió haber matado a las tres mujeres en que fue declarado culpable de asesinato en Los Ángeles).

La memoria fotográfica de Little se estaba deteriorando, y Holland teme que el asesino de 79 años no pueda identificar la fotografía de una mujer, recordar un detalle o dibujar un retrato exacto de las aproximadamente 15 víctimas que el ‘ranger’ aún no ha nombrado. Holland puede sentir que está perdiendo su conexión más fuerte con las mujeres que vigilan sin parpadear sus paredes.

“Samuel Little me ha dado un regalo masivo, un obsequio para que las familias puedan cerrar su incertidumbre sobre las víctimas puesto que han pasado años sin saber lo que realmente les sucedió a sus seres queridos”, dijo Holland, sentado bajo los retratos.

“Tengo una responsabilidad, y se que es grande. Debo apresurarme con esto y llevarlo a donde sea que vaya, hacer lo que sea necesario. Y sabemos que el tiempo se está escapando”.

Con los ojos azules y la mandíbula cuadrada, con el cuerpo alto y delgado del futbolista universitario que fue, Holland creció en los suburbios de Chicago. En 1995, se convirtió en policía estatal del Departamento de Seguridad Pública de Texas. Doce años después, se unió a los Texas Rangers, una agencia de unos 130 detectives que manejan los delitos más graves del estado.

Cuando investigó su segundo homicidio y persuadió a un asesino en serie para que lo llevara a un cadáver escondido, Holland encontró su vocación. A través de la experiencia y el estudio, aprendió la mejor manera de acercarse a los sociópatas y psicópatas, convirtiéndose en una especie de asesino en serie, en cierta forma.

Escuchó por primera vez acerca de Little en diciembre de 2017 mientras enseñaba técnicas de interrogatorio en una conferencia policial en Tampa y se le acercó un detective de Florida que quería consejos sobre cómo interrogar a Little, a quien consideraba sospechoso en uno de sus casos. El detective explicó que Little había pasado su vida viajando de costa a costa y probablemente cometió muchos homicidios.

Little fue condenado en 2014 por estrangular a tres mujeres en Los Ángeles en la década de 1980 y condenado a cadena perpetua. Los funcionarios de Los Ángeles especularon que Little pudo haber matado a unas 40 personas, y que la policía en todo el país estaba buscando a sus posibles víctimas.

Con la bendición del detective de Florida, cuyo caso resultaría no estar relacionado con Little, Holland comenzó a investigar al asesino. Buscó la ayuda de analistas del Programa de detención criminal violenta del FBI.

Los analistas dijeron que Little, cuyo verdadero nombre era Samuel McDowell, tenía un largo historial criminal y había pasado mucho tiempo en Texas. Encontraron 12 víctimas potenciales allí. Uno, en particular, parecía tener el mayor potencial: una prostituta asesinada en 1994 en Odessa.

Al igual que las víctimas de Los Ángeles, había sido estrangulada y dejada parcialmente vestida. Los registros policiales mostraron que Little había estado en el área alrededor del momento del asesinato.

Hay un dicho sobre los asesinos en serie: sólo hablan cuando están listos. Quizá Little estaba listo, pensó Holland. Se había quedado sin recursos y luchaba contra un problema cardíaco y diabetes. Las cadenas perpetuas inmutables y la mortalidad de uno se encuentran entre las motivaciones más fuertes para confesar.

Las analistas del FBI se sentaron en silencio, escuchando atentamente el chirriante audio desde una sala de entrevistas, al otro lado del pasillo.

Dic. 18, 2018

En mayo de 2018, los analistas de Holland y del FBI, Christie Palazzolo y Angela Williamson, viajaron a California. Se reunieron por primera vez con detectives de homicidios de Los Ángeles, quienes impresionaron a Holland con su minucioso trabajo en la investigación.

Los detectives dijeron que Little los despreciaba, y Holland era libre de usar eso para su ventaja. Los detectives también manifestaron que Little odiaba ser llamado violador, aunque su semen fue encontrado en la ropa de dos víctimas y los fiscales lo calificaron de depredador sexual.

Quizá, pensó Holland, Little vio una distinción entre violación y excitación durante un estrangulamiento. Eso era algo con lo que podría trabajar.

A las 10:21 a.m. del 17 de mayo, con los analistas del FBI escuchando desde otra habitación en la prisión de Lancaster, Little fue llevado en una silla de ruedas a una oficina de cemento y bloques y se sentó en una mesa frente a Holland.

Con un gorro gris que le cubría la cabeza calva, Little tenía la cara llena de picaduras y los ojos hundidos. Parecía agotado, aunque mantenía los contornos del boxeador callejero que una vez fue, con un tronco como roble, hombros nudosos y brazos gruesos. Una característica llamó inmediatamente la atención de Holland: las manos de Little, sus armas, eran del tamaño de palas.

Holland se presentó. Little no hizo muchas preguntas para saber qué quería el detective.

“Sólo para hacerle una pequeña visita”, dijo Holland.

Según Holland y una cinta de audio del interrogatorio, Little negó con la cabeza, diciendo que nunca ayudaría a la policía porque había sido condenado “por mentiras y pruebas falsas”.

Holland cruzó las manos sobre su regazo mientras Little se volvía más irritable, destrozando a la policía de Los Ángeles, fiscales y al sistema de justicia penal. La sintaxis de Little estaba enredada, y su acento era una mezcla sureña y nasal del medio oeste que confundiría a los analistas y a la policía del FBI, pero nunca a Holland.

El ‘ranger’ no cuestionó la evaluación sobre Little de las autoridades de Los Ángeles y dijo que no creía que fuera un violador, lo que parecía complacer al asesino. Tratando de establecer una buena relación, Holland le expresó que había escuchado que era un artista (una historia de un periódico de 1976 lo describió pintando un mural en la cárcel) y un boxeador.

Holland mencionó su participación en el fútbol universitario. Pero Little sólo quería criticar a la policía de Los Ángeles.

Entonces, creó una conexión. Holland le preguntó ¿cómo debería llamarlo? Little dijo que la mayoría de la gente lo llamaba Sam, pero su madre y su hermana le decían “Sammy”. Holland le contestó que él era James para la mayoría de las personas, pero su madre lo llamaba “Jimmy”. Pronto fueron Sammy y Jimmy.

Holland le preguntó sobre sus viajes a Little, cuestionando si había estado en Midland y Odessa, ciudades vecinas del oeste de Texas.

Little dijo que nunca había visitado Midland, pero que si había estado en Odessa.

El ranger sintió una sacudida. Little pudo haber negado su paso por el oeste de Texas. Así que Holland sintió que estaba en el camino correcto.

Little le dijo a Holland que si le contaba todo lo que había hecho, obtendría la pena de muerte. Sobre la marcha, Holland prometió traer garantías de los fiscales de que no recibiría una inyección letal si hablaba sinceramente sobre los homicidios en Texas.

Holland le prometió que si era honesto y podía verificar sus historias, le diría al mundo “que Samuel Little no es un violador”.

“Estás en lo correcto respecto a eso”, respondió Little.

“Samuel Little no es un asesino. Yo también diré eso”.

Little asintió con la cabeza.

¿Samuel Little ha matado gente? Sí, vamos, los dos lo sabemos”, dijo Holland. “La pregunta es, ¿quiere Samuel Little hablar sobre esos asesinatos y definir lo que realmente sucedió?”

Little estudió al ranger.

“Prostitutas es todo lo que vas a encontrar”, dijo finalmente.

Holland se dio cuenta de que el asesino lo estaba probando. Holland se encogió de hombros. “¿Me ves llorando?”

Little hizo una pausa y luego admitió que había matado a tres mujeres en Texas, incluida una prostituta en Odessa. La había estrangulado y la dejó en un terreno baldío. Todo coincidía con los informes de la muerte en un expediente de 4 pulgadas de grosor sobre Little que estaba en el escritorio frente a Holland.

Little proporcionó los detalles de otros dos estrangulamientos en Texas (ninguno de los 12 posibles homicidios). El asesino enloqueció a Holland cuando dijo que había dejado de contar sus homicidios al alcanzar los 84. Agregó que estaba seguro de que había más.

Su primer estrangulamiento, confesó, fue el de una mujer con cabello rubio el 31 de diciembre de 1970 en Miami. “Fue como las drogas”, dijo. “Llegó a gustarme”.

Little también detalló su último homicidio: una mujer estrangulada en 2005 en una ciudad de Mississippi donde Elvis Presley había tenido una casa.

Cuando la entrevista terminó más de dos horas y media más tarde, y Little salió de la habitación, Holland estaba lleno de emociones. Se sentía eufórico pero aprensivo; él sabía cuánto trabajo le quedaba por delante.

 James Holland's Texas Ranger tie pin
Una de las condecoraciones de James Holland.
(Louis DeLuca / For The Times)

Esa noche, Holland y los analistas ordenaron comida griega pero no pudieron comer porque estaban muy entusiasmados. Mientras Holland hacía malabares con sus jefes y un fiscal de Texas, un analista encontró una noticia que coincidía con la descripción de Little sobre su último asesinato: la de Nancy Carol Stevens, de 46 años, en Tupelo, el lugar de nacimiento de Presley en Mississippi.

“Eso realmente nos golpeó”, dijo Holland. “Así que hicimos un juramento de sangre:‘ Las confesiones son geniales, pero no significa nada hasta que demostremos todo esto”.

Holland persuadió al fiscal de Texas para que le enviara la carta comprometiéndose a no buscar la pena de muerte. Se la entregó a Little a la mañana siguiente. El asesino sonrió e insistió en que Holland le tomara una fotografía sosteniendo la carta.

Durante las siguientes cuatro horas, Little confesó 17 asesinatos adicionales. Dijo que sus víctimas eran casi todas prostitutas, drogadictas o aquellas que no creía que las extrañarían.

Presionado sobre la historia de su vida, Little remontó el impulso de matar a su juventud. Dijo que tuvo su primera erección en el jardín de infantes cuando vio a su maestra tocar su cuello. Más tarde, en la escuela primaria, soñó con asesinar a una niña que le acarició el cuello mientras lo molestaba.

A los 15 años, estaba hojeando una revista de crímenes reales cuando se encontró con una foto que mostraba a un estrangulado de 18 años y lo clavó en su pared. “Tenía un cuello hermoso”.

Little dijo que había estado casado una vez y que tenía dos novias que lo habían seguido durante los viajes. Nunca mató a nadie que amara y había hecho un esfuerzo consciente para no mirar sus cuellos.

“¿Tuviste alguna víctima favorita?”, preguntó Holland.

“Todas son mis favoritas”, respondió Little. “Todas te pertenecen”.

El 24 de septiembre de 2018, Holland trajo a Little de regreso a Texas en un avión de los Rangers. El vuelo había sido extremadamente bueno. Little recordó haber matado a una mujer en Arizona en 1974 con tanta precisión que los analistas del FBI pudieron corroborar el crimen cuando llegaron a Texas.

A la mañana siguiente, Holland trajo huevos y café a la celda de Little en la Oficina del Sheriff del condado de Wise. Durante meses, llegaba cada mañana, pero nunca demasiado temprano, a Little le gustaba dormir, con el desayuno, a menudo McDonald’s y sémola.

Hablarían sobre deportes o política, luego Holland lo llevaría por el pasillo a la sala de entrevistas. Las atenciones enviaban un mensaje subconsciente a Little de que Holland se preocupaba por él.

La primera orden del día, según el acuerdo de extradición, era obtener confesiones de los casos de L.A. Mientras que Holland esperaba tener éxito al llevar a la policía a interrogar a Little sobre los homicidios en sus jurisdicciones, Little se negó a hablar con los detectives de Los Ángeles.

Pero cuando Holland y Little estaban a punto de discutir los homicidios de L.A., Little se desvió, recordando cuánto había disfrutado Las Vegas.

¿Había matado a alguien allí? Holland preguntó.

Sí, respondió Little, con indiferencia.

Holland tenía una opción: centrarse en Los Ángeles o seguir la corriente. Decidió dejar que Little ‘condujera la conversación’.

La charla transcurrió desde Las Vegas hasta Mississippi, donde dijo que mató a una mujer transgénero. Luego, Little habló de una mujer que recordaba como particularmente bella. Mientras Holland tomaba nota, Little hizo un gesto con la mano de que no necesitaba escribir nada de eso, no la había matado.

Durante los siguientes meses en Texas y más tarde en California, el detective trató de liberar los recuerdos de Little durante décadas. No fue fácil. Little luchó por recordar los nombres completos y no siempre estaba seguro de en qué ciudad o condado había arrojado un cuerpo. Era terrible en las citas, a menudo colocando asesinatos en la década equivocada. Holland llegó a llamar a esto el “vórtice del tiempo”.

El investigador encontró la forma para guiar a Little en los tiempos. El mejor fueron los autos. Little estaba loco por los automóviles y podía recordar la marca, el modelo, el tamaño del motor y la potencia de todos sus vehículos, y cuándo los había comprado.

En este caso, Little sabía que había matado a una mujer en Las Vegas en 1993 porque conducía un Cadillac Eldorado amarillo de 1978 que había comprado ese mismo año. Él manejaba ese mismo auto cuando anteriormente estranguló a una mujer en Perry, Florida. Cuando él apretó su cuello, “ella comenzó a señalar hacia el cielo”, dijo, recreando el movimiento final de la mujer.

Holland sabía el momento en que vendrían esas confesiones de oro: Little torcía el cuello, entrecerraba los ojos y comenzaba a acariciarle las mejillas, al recordar el rostro de una mujer, o la escena de un asesinato o un vertedero.

El ranger le preguntó si podía dibujar retratos de sus víctimas. Little estuvo de acuerdo, y Holland instaló un estudio en su celda.

Los retratos, en acuarela, acrílicos y tiza, podrían ser sorprendentemente precisos. A principios de este año, el FBI publicó un lote de retratos en su sitio web y recibió una sugerencia que ayudó a resolver un caso en Nueva Orleans.

Después de las confesiones llegó el trabajo minucioso, confirmando los asesinatos. No habrá tiempo para procesar a Little por todas las muertes, pero las autoridades creen que pueden vincularlo lo suficiente a un homicidio para considerar el caso resuelto.

Holland trajo detectives de estados de todo el país para interrogar al asesino. Vinieron de Arizona y Florida, Maryland y Kentucky, Ohio e Illinois, y más. Muchos abandonaron la sala de interrogatorios sorprendidos por el recuerdo de Little.

Holland ha llegado a conclusiones contradictorias sobre Little. Parece que le cae bien, diciendo que felizmente tomaría cervezas con él si pudiera. Él profesa admiración por su talento artístico, inteligencia y memoria.

Al mismo tiempo, reflexiona sobre los momentos finales de las víctimas. Él dice que Little es un sociópata con tendencias psicópatas extremas. Hizo cosas malas.

“El hombre es un genio absoluto y tiene una enfermedad”, dijo Holland. “Él no sabe por qué, y yo tampoco sé por qué”.

Por su parte, Little dijo en una carta al Times que había confesado porque no iba a recibir otro juicio (Holland había tenido razón: era cuestión de que Little decidiera hablar). Little agregó que quería ayudar a las familias de las víctimas y, tal vez, exonerar a alguien condenado por uno de sus crímenes. Dijo que había “encontrado un amigo en un Texas Ranger”.

En diciembre pasado, Little se declaró culpable del asesinato de Odessa y fue devuelto a California. El mes pasado se declaró culpable de otros cuatro en Ohio.

Otras jurisdicciones lo han acusado de sus asesinatos. Mientras tanto, Holland sigue presionando a Little para obtener pistas mientras todavía puede. En cada visita, dijo Holland, la memoria de Little parece un poco más turbia y la presión aumenta para encontrar pistas y hacer coincidir los nombres con las caras en la pared.

El mes pasado, Holland grabó en video a Little hablando de confesiones inigualables para que el FBI pudiera publicarlo en su sitio web y generar sugerencias.

Aunque Little ha comenzado a mostrar algo de remordimiento, el asesino en serie parecía alegre al contar sus asesinatos. Recordó lo difícil que había sido estrangular a una mujer en Arkansas. El sudor la hacia resbaladiza y se retorció y gritó cuando él apretó su cuello.

“Ella estaba luchando por su vida”, dijo, riéndose. “Y yo luchaba por mi placer”.

Como siempre, Holland no lo juzgó y rápidamente hizo la única pregunta que le importaba: “¿Qué hiciste con ella?”

James Holland at his office
A James Holland le preocupa que se le esté acabando el tiempo para poner nombres a más de los rostros que se alinean en las paredes de su oficina.
(Louis DeLuca / For The Times)

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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