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Opinión: La vacuna COVID-19 es una cosa, pero lograr que los estadounidenses se la pongan es otra

Opinión: La vacuna COVID-19 es una cosa, pero lograr que los estadounidenses se la pongan es otra
Una enfermera prepara una dosis de una vacuna experimental contra el coronavirus desarrollada por los Institutos Nacionales de Salud y Moderna Inc.
(Hans Pennink / Associated Press)
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Con múltiples candidatas a vacunas en las últimas etapas de los ensayos clínicos, puede parecer que el fin de la pandemia de COVID-19 está a la vuelta de la esquina. Pero una vacuna segura y eficaz es simplemente el primer paso.

Para lograr la inmunidad colectiva, se debe vacunar a un gran número de personas. Esto requerirá una cadena de suministro global prodigiosa, acceso equitativo a la vacuna y, quizá lo más abrumador en el caso de Estados Unidos, la voluntad de la gente para tomarla.

Si es difícil lograr que los estadounidenses usen una mascarilla, es probable que conseguir que se pongan la vacuna COVID-19 sea aún más problemático.

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A pesar de la abrumadora evidencia de que las vacunas son seguras, los médicos se enfrentan habitualmente a una resistencia a las inmunizaciones de todo tipo.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, solo el 62.6% de los niños menores de 18 años y el 45.3% de los adultos recibieron la vacuna contra la influenza durante la temporada 2018-19.

En 2018, solo el 51.1% de los adolescentes estaban al día con su vacuna contra el VPH, que previene el cáncer de cuello uterino y otros tipos de cáncer.

Aunque fue declarado eliminado en EE.UU en 2000, el sarampión, una enfermedad altamente contagiosa que requiere más del 90% de cobertura de vacuna para lograr la inmunidad colectiva, ha regresado en la última década.

Recientemente, le preguntamos a una muestra demográficamente representativa de 1.000 personas de todo EE.UU sobre sus actitudes hacia el COVID-19, incluida su percepción de las vacunas. Para nuestra consternación, el sentimiento contra las inmunizaciones fue incluso más prevaleciente de lo esperado.

Entre los participantes de la encuesta, el 36% dijo que pensaba que las vacunas tienen efectos dañinos que no se están divulgando al público, el 10.3% comentó que las inmunizaciones infantiles no son muy seguras o no son seguras en absoluto, y el 21.1% informó haber rechazado vacunas en el pasado.

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Jul. 21, 2020

Hubo un punto importante: cuando se trata de una posible vacuna contra el coronavirus, la mayoría de los encuestados dijeron que buscarían orientación en expertos médicos. Al preguntárseles cuál era el respaldo que afectaría su elección, el 41.5% clasificó a líderes de salud pública como el Dr. Anthony Fauci o la Dra. Deborah Birx en primer lugar, mientras que el 24% clasificó a su médico personal en primer lugar.

Pero una parte alarmante de los encuestados, el 21.8%, dijo que definitivamente no se pondrían la vacuna contra el coronavirus. Aquellos con un nivel de educación más bajo y quienes se identificaron como conservadores eran más propensos a decir que rechazarían la vacuna contra el coronavirus y sería menos probable que escucharan a los expertos en salud pública.

El menor nivel de educación también se asoció con una mayor probabilidad de votar por el presidente Trump en las elecciones de noviembre.

Dependiendo de la enfermedad infecciosa, generalmente entre el 70% y el 90% de una población determinada debe ser inmune para lograr la protección de ‘rebaño’. La tasa de vacunación necesaria para lograr la inmunidad colectiva depende de la eficacia de la inmunización en sí.

La vacuna contra la gripe estacional es, en el mejor de los casos, solo un 60% eficaz. Si la inmunización contra el coronavirus se parece en algo a la vacuna contra la gripe, una tasa de cumplimiento de la vacunación del 100% no sería suficiente para alcanzar la inmunidad colectiva.

Nuestra encuesta sugiere que menos del 80% de los estadounidenses pueden vacunarse contra el coronavirus. En este escenario, incluso si una nueva vacuna tuviera un 80% de efectividad, lo cual es optimista, solo el 64% del público estaría protegido. Eso no nos da una inmunidad colectiva.

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Jul. 18, 2020

La situación no es para perder la esperanza. Una tasa de protección del 60% desaceleraría drásticamente la pandemia en EE.UU pero la realidad es que dependemos unos de otros para alcanzar niveles de vacunación que reduzcan el riesgo. No solo necesitamos una inmunización segura y eficaz, también necesitamos una amplia aceptación de la misma.

Las campañas de vacunación exitosas en el pasado se han basado en el respaldo político y sólidas asociaciones público-privadas. El presidente Franklin D. Roosevelt jugó un papel crucial en la recaudación de fondos para la investigación de la poliomielitis mucho antes de que los Institutos Nacionales de Salud tuvieran un gran presupuesto.

El presidente Eisenhower luego utilizó los consejos de los mejores científicos y médicos para asegurar al público que las vacunas contra la polio eran seguras y efectivas.

Hoy en día, las campañas de erradicación mundial de la poliomielitis están dirigidas por gobiernos nacionales, agencias de salud mundial y entidades privadas, como la Fundación Bill y Melinda Gates. Una enfermedad que una vez devastó a millones de personas en todo el mundo ahora es endémica en solo dos países.

Cualquier futura campaña de vacunación contra el coronavirus requerirá líderes fuertes que apoyen la buena ciencia, no líderes que manipulen u obstruyan la ciencia para sus propias agendas políticas. Estados Unidos también debe continuar, no terminar, su relación de trabajo con la Organización Mundial de la Salud y otras entidades globales.

Esta pandemia no terminará, ni en EE.UU ni en ningún otro lugar, hasta que una vacuna eficaz llegue a todas las comunidades vulnerables del mundo.

Jiayin Xue es profesora adjunta en el Centro de Investigación de Excelencia Clínica de Stanford y pediatra. Robert M. Kaplan es un distinguido profesor de investigación de salud pública en UCLA y profesor adjunto en el Centro de Investigación de Excelencia Clínica de Stanford. Anteriormente, fue director asociado de los Institutos Nacionales de Salud y director científico de la Agencia de Investigación y Calidad de la Atención Médica de EE.UU.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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