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Tantos idiomas, tan pocos libros: Las bibliotecas luchan por reflejar las comunidades donde funcionan

Jennifer Songster at the Mark Twain Branch of the Long Beach Public Library
Jennifer Songster, bibliotecaria principal de la sucursal Mark Twain de la Biblioteca Pública de Long Beach, regresó de un viaje a Camboya, financiado por una subvención, con más de 1.000 libros para agregar a la colección Khmer de la biblioteca.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

Las bibliotecas del sur de California tienen como objetivo servir a los lectores inmigrantes de las ciudades en rápido cambio comprando libros en una variedad de idiomas

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Jennifer Songster recorrió los concurridos pasillos de una pequeña tienda familiar hojeando libros en jemer, el idioma oficial de Camboya. Afuera, las calles de Phnom Penh bullían. El aire era espeso y húmedo; gotas de sudor surcaban su rostro.

No había volado allí durante 20 horas para maravillarse con Angkor Wat, el monumento religioso más grande del mundo, o para disfrutar las playas de arena blanca de Sihanoukville. En lugar de ello, pasó ocho sofocantes días en la capital camboyana en un viaje de compras valuadas en decenas de miles de dólares.

Songster trabaja en la sucursal Mark Twain de la Biblioteca Pública de Long Beach, hogar de una de las más grandes colecciones públicas de libros en camboyano (o jemer) en Estados Unidos. Ella y su colega bibliotecaria Christina Nhek habían viajado más de 8.000 millas en una misión que afrontan bibliotecas en todo el país: servir a los lectores de ciudades en rápido cambio.

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La tarea no es económica ni fácil. Pero es crucial, particularmente en el sur de California, hogar de poblaciones inmigrantes en expansión, que hablan muchos idiomas y tienen necesidades de información que van desde simples hasta muy sofisticadas.

Songster buscó libros en más de una docena de tiendas. Hizo malabares con los dólares y los rieles de colores brillantes para pequeñas compras sólo en efectivo. Vagó por los pasillos de la extensa Feria del Libro de Camboya.

Al final de su incursión, había enviado a casa 950 libras de libros, 75 CD de música camboyana, 14 pósters y tres rompecabezas de madera del robusto y curvilíneo alfabeto jemer. ¿El valor total? Más de $14,000.

“Necesitamos tener los materiales que quieren”, afirmó Songster, mientras relataba el viaje hecho por la dupla hace 13 meses. Los camboyanos son “parte de nuestra comunidad... Y la biblioteca está allí para servir a la comunidad, por lo cual debe reflejarla”.

Pocos sistemas envían a sus bibliotecarios tan lejos como lo hace Long Beach, aunque el personal de la Biblioteca Pública de Los Ángeles viaja regularmente a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, a LIBER Barcelona y a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la segunda más grande del mundo en su especie, después de la Frankfurter Buchmesse.

Las bibliotecas de todo el país pugnan especialmente por ampliar las colecciones para sus lectores más jóvenes. Los bibliotecarios infantiles constantemente buscan obras en diversos idiomas y con personajes heterogéneos, no sólo niñas rubias de habla inglesa y niños con padres heterosexuales casados.

En la Biblioteca Pública de Madison, en Wisconsin, por ejemplo, la bibliotecaria Beth McIntyre prometió gastar todo el presupuesto de lectura fácil “en libros con personajes que no sean blancos y sin animales”. Pero fue complicado invertir ese dinero, porque “simplemente no se publican suficientes”. Eso, advirtió, es un problema real.

“La alfabetización depende del deseo de los niños de leer”, expuso Loida García-Febo, ex presidenta de American Library Association. “Deben tener acceso y se debe ser consciente en que los libros reflejan su cultura e idioma... [Pero] el porcentaje de los libros para niños publicados cada año por una persona de color, o sobre un tema multicultural, se ha mantenido sin cambios durante dos décadas”.

Esto es más importante ahora que nunca, porque Estados Unidos -y el condado de Los Ángeles en particular- han cambiado drásticamente.

En 1980, el 65% de los residentes del condado de Los Ángeles hablaban inglés en casa; para 2018, los datos más recientes disponibles, esa porción de la población se había reducido al 41%. Durante el mismo período, el porcentaje de hispanohablantes aumentó del 21% al 37%.

Los 10 principales idiomas que se hablan en el Condado también cambiaron entre 1980 y 2018. Los ubicados entre el puesto uno y cuatro permanecieron iguales: inglés, español, chino y tagalo. Pero del séptimo al décimo lugar cambiaron de alemán, italiano, armenio y francés a hindi, farsi, vietnamita y japonés.

El armenio escaló del noveno puesto al sexto, algo que, según el bibliotecario de la ciudad de Los Ángeles John Szabo, se refleja en las actividades de la Biblioteca Pública de Los Ángeles (LAPL, por sus siglas en inglés).

“Cuando se piensa en la población armenia”, expuso Szabo, “muchos se remiten a Little Armenia, en East Hollywood, a Glendale... Pero Sunland-Tujunga tiene una creciente población armenia. Entonces tenemos allí a un miembro del personal de habla armenia, al menos uno, y también contamos con una colección [en idioma armenio] allí”.

David Turshyan, a la derecha, dirige una clase de armenio en el Departamento de Idiomas Internacionales en la sucursal central de la Biblioteca Pública de Los Ángeles.
(Dania Maxwell / Los Angeles Times)

Sin embargo, estar al tanto de los cambios demográficos es sólo el primer paso cuando se manejan bibliotecas en el condado estadounidense con las mayores poblaciones latinas, asiáticas e iraníes. Comprender las diferencias dentro de esas comunidades es igualmente importante.

“No se trata sólo de pensar ‘bien, hay una población latina en este vecindario, por lo tanto, tenemos que tener muchos libros en español’”, remarcó Szabo.

“En un vecindario, podría haber una comunidad latina de tercera, cuarta y quinta generación. Mientras que en otro puede haber una gran cantidad de inmigrantes nuevos, donde es importante tener materiales en español”.

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El interior de la sede Mark Twain, anguloso, pintado de anaranjado y amarillo, es una versión más tranquila y ordenada del vecindario donde se ubica: Cambodia Town, en Long Beach. Estanterías independientes de volúmenes en jemer se alinean perfectamente frente a la colección en español de la biblioteca.

Afuera, en una concurrida calle de Anaheim, el centro de Mekong, hogar de Little Phnom Penh Jewelry, está cerca de La Bodega #4. Personas sin hogar empujan carros con todas sus posesiones terrenales.

Con 467.000 residentes, Long Beach es la séptima ciudad más grande de California. Más del 10% de la población es de ascendencia camboyana, la mayor concentración de camboyanos fuera de su país de origen.

El personal de la sucursal Mark Twain, de la Biblioteca Pública de Long Beach, viajó a Camboya y envió a California libros, CD, pósters, rompecabezas y otros materiales en idioma jemer.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

En las décadas de 1950 y 1960, estudiantes de Camboya llegaron a Long Beach como parte de un programa de intercambio; muchos se establecieron de forma permanente.

La población creció después de los “campos de exterminio” de la década de 1970, una campaña de terror y genocidio de los Jemeres Rojos, que mató a millones de camboyanos y obligó a miles de personas a buscar refugio en Estados Unidos.

Desde su apertura, en 2007, la sucursal de Mark Twain ha hecho grandes avances para servir a la población camboyana de la ciudad. Songster y Nhek encuestan a la comunidad para descubrir qué quieren leer sus miembros. Nhek creció hablando jemer y es una de las dos empleadas de la sucursal que hablan con fluidez el idioma del sudeste asiático.

Long Beach es el hogar de la mayor población camboyana fuera del propio país.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

Pero los materiales en jemer son difíciles de conseguir, razón por la cual las dos mujeres salieron a la búsqueda internacional de libros. Hoy, en la sucursal de Cambodia Town, alrededor de 5,000 de los 63.000 libros de la biblioteca están en jemer, más que cualquier otro idioma que no sea inglés.

“En nuestras conferencias profesionales, como las organizadas por asociaciones de bibliotecas de California y Estados Unidos, vas a la sala de exposiciones y hablas con los vendedores”, afirmó Cathy De Leon, gerente de servicios de bibliotecas de la sucursal.

“Pero cada vez que les preguntaba: “¿Tienen algo en jemer?”, respondían: “No. No puedo conseguirlo”.

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“No podíamos lograr que alguien nos consiguiera esos materiales”, agregó, “así que la mejor solución era salir y obtenerlos nosotros mismos”.

Chandara So, quien se mudó a Long Beach desde Camboya en 2019, junto con su esposa y su bebé, está impresionado por la creciente colección de Mark Twain, sus sesiones semanales de narración de historias en jemer y cómo la sucursal ofrece a los camboyanos nacidos en Estados Unidos un vistazo a su cultura. “Aprenden mucho sobre su país”, afirmó So, “y sobre su patria”.

Este año fiscal, Peggy Murphy gastará $16,2 millones en la compra de nuevos materiales para el sistema de la Biblioteca Pública de Los Ángeles, de 73 sucursales: libros tradicionales, audiolibros, libros electrónicos, historietas, bases de datos electrónicas y revistas, entre otros artículos.

Murphy es la gerente de servicios de colecciones, y supervisa un vasto sistema que compra activamente materiales en inglés y una docena de otros idiomas.

Central Branch of the Los Angeles Public Library
Libros en coreano en los estantes del Departamento de Idiomas Internacionales, en la sucursal central de la Biblioteca Pública de Los Ángeles.
(Dania Maxwell / Los Angeles Times)

“Nuestro objetivo es convertirnos en la principal colección nacional en español del país”, afirmó. “Y cuando alguien quiera saber algo sobre una colección en español, se fijarán en la Biblioteca Pública de Los Ángeles y dirán ‘Allí tienen todo’”.

Poblar los estantes de las bibliotecas de la ciudad desde Sylmar hasta San Pedro es un proceso complejo. El sistema en su conjunto compra volúmenes de vendedores y ferias, para su distribución a las sucursales que los desean. Los bibliotecarios de las sucursales encuestan a sus clientes y solicitan aquello que le interese a sus muy diversas comunidades.

Hay seleccionadores oficiales responsables del desarrollo de la colección del sistema en idiomas distintos del inglés: chino, japonés y coreano, farsi, ruso y tailandés; casi una docena en total. El español tiene cuatro encargados de selección.

“No nada más decidimos que tal sucursal necesita material en farsi y entonces lo compramos sin siquiera evaluar la sede”, explicó Murphy.

“Por eso los seleccionadores se mantienen en contacto constante con las sucursales... Evaluamos todo el sistema, y realmente tratamos de ver si hay un aumento, una disminución [de tendencias], o un nuevo idioma.

Los encargados de las selecciones son personas como Lupie Leyva, nacida y criada en diferentes áreas de Los Ángeles, con cabello castaño ondulado, zapatillas deportivas de Hello Kitty y un collar dorado de la Virgen de Guadalupe.

Leyva administra la sucursal Robert Louis Stevenson del sistema de bibliotecas de la ciudad desde 2011, y asiste al festival del libro de Guadalajara todos los años. Su sucursal, en Boyle Heights, está decorada con arte popular mexicano. Un “muro de la fama de ciudadanos” color azul honra a los residentes en este vecindario -predominantemente latino y fuertemente inmigrante- que han alcanzado el estatus legal.

Central Branch of the Los Angeles Public Library
La bibliotecaria principal Ana Campos busca un libro que hace cinco años no estaba disponible en el Departamento de Idiomas Internacionales de la sucursal central de la Biblioteca Pública de Los Ángeles.
(Dania Maxwell / Los Angeles Times)

La mayoría de los residentes de Boyle Heights provienen o tienen raíces en México, lo cual es una consideración importante al comprar libros, porque hay diferencias en vocabulario, cultura e intereses entre los países de habla hispana.

“El español que se habla aquí tiende a ser más mexicano”, explicó Leyva. “En el pasado solíamos confiar más en las cosas publicadas en España, pero ahora tenemos suerte de que se publique mucho más en Latinoamérica”.

Los volúmenes de autoayuda editados en México son populares entre los usuarios de la sucursal de Leyva. Sin embargo, los más solicitados para adolescentes y niños en español son traducciones, como “Serafina”, de Robert Beatty, una serie sobre una niña que tiene una vida secreta en un sótano, y “The Snowy Day”, de Ezra Jack Keats, un libro ilustrado sobre un niño negro que deambula por su vecindario después de la primera nevada.

Leyva detectó un resurgimiento entre padres latinos y no latinos que desean que sus hijos sean lectores bilingües, y “eso ha generado una mayor demanda de libros en español”.

Desde que se aprobó la Proposición 58, en 2016, que derogó las restricciones a la educación bilingüe, perdió la noción de los programas de doble inmersión de la ciudad.

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En una tarde de septiembre, alrededor de 10 estudiantes entusiasmados y conversadores del Club de Libros en español de la primaria Euclid Avenue Elementary School se reunieron en la sucursal Benjamin Franklin para hablar sobre “Sonríe”, la traducción al español de la novela gráfica autobiográfica de Raina Telgemeier “Smile”, acerca de la vida entre la escuela media y la preparatoria.

Vanessa Vázquez, ex especialista en desarrollo de programas y políticas del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD), les pidió en español que le contaran qué sucede en la historia.

“Alguien se desmaya”, respondió una chica de voz suave, pero en inglés.

Vázquez, con una camiseta de Natalia Lafourcade y pantalones vaqueros, lápiz labial rojo y huaraches multicolores, pugnó por recordar la palabra en español para “desmayarse”. Un estudiante acudió al rescate.

“Desmayo”, le dijo. “Gracias”, respondió ella.

Para Pablo Hernández, de 10 años, leer en español no es tan difícil; él es un hablante nativo, después de todo. A veces le cuestan las palabras largas “que son nuevas en quinto grado”. Pero tiene los ojos puestos en el Premio LAUSD Pathway to Biliteracy, otorgado a estudiantes de quinto y octavo grado que demuestran excelencia en inglés y en otro idioma.

Para su madre, Juana Guerra, el club de lectura ha ayudado a que el bilingüismo de sus mellizos evolucione. “Están aprendiendo a hablar más claramente en español y se encuentran enfocados en tener un futuro bilingüe”, afirmó Guerra, también en español. Leer el idioma “es necesario para ser un profesional, para comprender y conversar con todas las personas que lo hablan”.

Ryan Menezes, redactor de planta de The Times, colaboró con este artículo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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