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Editorial: El enfoque reactivo contra el coronavirus no funciona; es tiempo de un cierre a nivel nacional

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Estados Unidos marcó un hito sombrío el jueves pasado, cuando superó a China como el país con más casos confirmados de COVID-19. Para el viernes, la cifra había aumentado unos 19.000 adicionales, a más de 100.000. Y esos son sólo los casos que conocemos; muchos miles de pruebas aún siguen sin procesar, y una gran cantidad de personas enfermas no pudieron siquiera ser examinadas.

Los científicos que rastrean el virus creen que la cantidad oficial representa sólo una pequeña fracción de todas las infecciones por coronavirus en EE.UU.

Y, de hecho, a medida que más estados aumentan la cantidad de pruebas, se descubren más infecciones en cada parte del país, no sólo en las zonas clave costeras. Ahora hay casos de COVID-19 en los 50 estados.

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El jueves, el presidente Trump envió una carta a los gobernadores, en la que comunicó que su grupo de trabajo contra el coronavirus estaba desarrollando nuevas pautas para el distanciamiento social, que clasificarían a los condados por nivel de riesgo.

Aparentemente, la administración cree que puede recomendar diferentes reglas de comportamiento para distintos condados en función de los supuestos niveles de riesgo en cada uno.

Pero eso no funcionará. Los funcionarios de salud pública simplemente no tienen los datos aún para decir con autoridad dónde está el virus y dónde no.

Y hay tanta gente aún circulando por el país -incluidos los neoyorquinos, que huyen de la ciudad hacia lugares menos poblados-, que no debería sorprendernos que la infección se haya extendido a todos los estados de la unión.

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En lugar de ello, lo que el presidente debería recomendar es que todos los estados adopten las mismas restricciones para quedarse en casa, junto con el cierre de los negocios y lugares donde la gente se reúne que impusieron California, Nueva York y otros estados afectados.

Y debería hacerlo de inmediato. Esa es la manera de salir de la pandemia y de detener la propagación de manera decisiva. China tomó medidas tan enérgicas en enero, y parecen haber valido la pena. Estados Unidos debe hacer lo mismo.

De lo contrario, el país se enfrenta a la amenaza de más muertes y enfermedades, e incluso de cierres más largos, cuando eventualmente lleguen.

Tristemente, Trump parece poco dispuesto a pedir esto, aunque la mayoría de los expertos en salud pública señalan que los datos respaldan las intervenciones más drásticas, no menos.

Aparentemente, el presidente cree que hay alguna forma de lograr que Estados Unidos vuelva a trabajar de manera segura en las próximas dos semanas, a pesar del hecho de que la nación sigue sin poder monitorear, evaluar, aislar y tratar a las personas infectadas o rastrear la enfermedad hasta evitar su continua propagación.

Créanos, queremos que el país vuelva a trabajar tan fervientemente como lo desea él. Los cierres en California y otros estados ya han causado un tremendo dolor económico y seguramente generarán mucho más en los próximos meses.

La semana pasada, 3,3 millones de estadounidenses solicitaron el seguro de desempleo. Ello no sólo ‘rompió’ el récord histórico -de 695,000- en una sola semana, sino más bien lo demolió. Y es posible que se trate de un conteo bajo, porque la avalancha de llamadas y aplicaciones en línea abrumaron a las agencias estatales de desempleo.

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Pero sólo porque queremos que todo el país vuelva a trabajar no significa que ello pueda ocurrir todavía.

El hecho es que las fuertes acciones de distanciamiento social se tomaron demasiado tarde en California y Nueva York, donde las infecciones y las muertes siguen en aumento.

Eso se debe a que el coronavirus se estaba extendiendo de manera invisible mucho antes de que se ordenaran los cierres.

Eso debería servir como una lección para cada ciudad o zona que piense que la falta de casos reportados de COVID-19 significa que están seguras.

El enfoque reactivo por áreas no es efectivo contra un virus que se propaga tan sigilosamente.

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Dado que el presidente no tiene la autoridad para emitir una orden de cierre a nivel nacional (y probablemente no lo haría aunque pudiera), los gobernadores de la nación deben intensificar y tomar medidas para detener la propagación del COVID-19, y hacerlo de manera coordinada y uniforme, al menos durante las próximas semanas, hasta que tengamos muchos más resultados de las pruebas.

Hasta ahora, ello no ocurre. Mientras que unos 23 estados tomaron la difícil decisión de ordenarle a sus residentes que se queden en casa, otros no.

A pesar de las crecientes tasas de infección en Florida y Georgia, por ejemplo, los gobernadores allí se resisten a los pedidos de cierres estatales.

Entendemos que es una decisión desgarradora que deben tomar los gobernadores en este momento, especialmente si sus estados aún tienen un número relativamente bajo de casos de COVID-19.

Ello significa poner en peligro aún más la fortuna de sus residentes como parte de una lucha contra un brote que aún no ven a una escala significativa.

Pero los expertos en salud pública coinciden de forma abrumadora en que es la única manera efectiva de avanzar. Si hacemos esto ahora, mientras realizamos pruebas y vigilancia de forma estratégica, podremos adelantarnos a la pandemia y, con suerte, pronto, volver a trabajar de forma segura.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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