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Después de años de ser su propia jefa, Kamala Harris acepta bien su rol como segunda de Biden

Kamala Harris, California senator and Democratic vice presidential hopeful
Como compañera de fórmula de Joe Biden, el trabajo principal de la senadora de California Kamala Harris es promocionar al nombre más alto en la boleta.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)
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A lo largo de su carrera, como fiscal de distrito de San Francisco, fiscal general de California y senadora de Estados Unidos, Kamala Harris logró tomar la mayor parte de sus propias decisiones. Ahora, como candidata demócrata a la vicepresidencia, su papel es diferente: hablar con Joe Biden, atacar al presidente Trump, recaudar grandes sumas de dinero y no hacer nada para eclipsar al nombre que aparece antes que ella en la boleta.

No es un cambio pequeño. Pero, según muchas noticias, se ha desenvuelto bien, aliviando la preocupación de algunos cercanos a Biden, que desconfiaban de las ambiciones de Harris y su capacidad de hacer a un lado su interés personal para aplicar sus habilidades por completo al servicio de otra persona. Después de todo, ella intentó su propia carrera -fallida- para la Casa Blanca.

“Llegó dispuesta a asumir cualquier papel necesario”, señaló el representante demócrata Cedric L. Richmond de Louisiana, uno de los primeros partidarios de Biden y copresidente de su campaña, quien señala que él no estaba entre los escépticos en relación a Harris. “Ella lo está dando todo, desde la recaudación de fondos hasta los contactos con los votantes y el compromiso con los líderes”.

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Hija de inmigrantes de Jamaica e India, Harris ha sido una emisaria particularmente beneficiosa para las comunidades negras e indígenas estadounidenses, dos distritos electorales demócratas leales con los que Biden cuenta para ganar varios estados clave.

“Es […] capaz de hablar con las comunidades y los votantes potenciales que necesitan ver que la boleta de Biden-Harris llega a ellos”, comentó Stefanie Brown James, cofundadora de Collective PAC, que apoya y capacita a candidatos negros. “Podría haber ido en otra dirección, para atraer a esa votante blanca de clase media. En realidad, lo ha redoblado”.

Habiendo servido en la Casa Blanca bajo el mandato del presidente Obama, donde Biden a veces llamaba la atención con su locuacidad, el exvicepresidente conoce mejor que la mayoría los peligros y parámetros que conlleva el puesto número dos. Harris estaba igualmente consciente de esas expectativas y las condiciones cuando aceptó la oferta del actual candidato a presidente.

En apariciones conjuntas ha sido deferente y se ha esforzado por no eclipsar al candidato. Durante una reciente gira juntos por Arizona, Harris habló solo brevemente, y le cedía la palabra a Biden en las preguntas de los periodistas. Harris respondió una sobre Trump, quien la llamó un monstruo después de su debate en gran parte civilizado con el vicepresidente Mike Pence. “No”, dijo lacónicamente. “No me referiré a sus comentarios infantiles”.

Biden se abalanzó con una respuesta más larga y calificó a Trump de “despreciable” y “delirante”, además de elogiar a su compañera de fórmula. “Esta persona tiene más integridad en su dedo meñique que la mayoría de la gente tiene en todo su cuerpo”, aseguró, mirando hacia Harris y gesticulando con sus característicos lentes de sol modelo aviador. “Y la idea es que resulta obvio que [Trump] no puede, o tiene mucha dificultad para tratar con mujeres fuertes; mucha dificultad”.

El cronograma de campaña de Harris, circunscrito por la pandemia de COVID-19, parece calibrado, por lo cual se aleja ligeramente del calendario de Biden, no sea que parezca que la aspirante a vicepresidente, de 56 años, supera a un compañero de fórmula que es más de dos décadas mayor que ella.

El virus mortal ha limitado la exposición pública de Harris también de otras formas. Los eventos de su campaña, como los de Biden, se han limitado a una pequeña capacidad para cumplir con las pautas de salud. Cuando dos personas que viajaban con la candidata dieron positivo por coronavirus, se vio obligada a cancelar varios compromisos.

Las preocupaciones por la seguridad también la relegaron como una participante remota en la audiencia de confirmación de la jueza Amy Coney Barrett, la apresurada elección de Trump para llenar una vacante en la Corte Suprema.

En escenarios anteriores, Harris ha lacerado a los nominados de Trump con interminables memes y -con la fuerza de sus habilidades forenses- hasta su candidatura presidencial. Así que fue digno de mención, si no sorprendente, que la exfiscal adoptara ahora un enfoque comparativamente suave, con una actuación dirigida más a integrarse que a destacar. Su crítica más dura quedó reservada para el principal némesis de los demócratas.

“La gente está muy, muy asustada”, dijo. “Tienen miedo de que permitir que el presidente Trump confirme a su designada [a la Corte Suprema] dé marcha atrás con derechos durante generaciones”.

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Oct. 21, 2020

Si bien Harris ha bajado su perfil obedientemente -se negó a ser entrevistada para este artículo- son los republicanos quienes siguen dirigiendo la atención hacia ella.

La semana pasada, fue el senador de Georgia David Perdue, que habló antes de un mitin de Trump en Macon, quien pronunció notablemente mal el primer nombre de la candidata a vicepresidenta, en lo que se ha convertido en un conocido tropo republicano (Perdue y Harris trabajaron juntos durante más de tres años, incluso en el Comité de Presupuesto del Senado).

Trump empujó Harris hacia la máxima atención en su campaña rezagada; un enfoque presidencial inusual hacia un candidato a vicepresidente.

“Sus publicistas y los medios de noticias falsos están haciendo todo lo posible para que él pase las elecciones”, tuiteó Trump el mes pasado sobre Biden. “Después, él renunciará, o lo que sea, y nos quedaremos con una superliberal al frente, a quien NADIE quería”.

El mandatario fue tras Harris nuevamente el martes por la noche en una manifestación en Erie, Pensilvania. “Ella no será la primera mujer presidenta”, aseguró. “No lo será. No puedo dejar que eso suceda”.

Los aliados han amplificado esos ataques. Un anuncio de televisión transmitido en Wisconsin y Carolina del Norte por un comité de acción política pro-Trump advirtió que la dupla “Harris-Biden” avivaría protestas violentas en ciudades de todo el país. Harris, y no Biden, fue la única demócrata que aparece en el aviso.

Parte de ese enfoque es un esfuerzo por socavar al exvicepresidente, un demócrata relativamente centrista, al argumentar que es una mera fachada de Harris, cuya base política en la muy progresista San Francisco sugiere, para algunos, una señal de absoluto liberalismo.

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Parte de esto es la inclinación de Trump por atacar a las mujeres, especialmente a las de color, que lo desafían.

“No creo que él realmente piense que ella va a gobernar el país”, reflexionó Christina Reynolds, vocera de Emily’s List, un grupo que trabaja para elegir a mujeres que abogan por el derecho al aborto en cargos públicos. “Se trata de que él quiere usarla a ella, su género y su raza como un arma”.

Antes de sumarse a la lista presidencial, Harris tenía una relación cálida, si no especialmente cercana, con Biden, debido a su amistad con Beau, el difunto hijo de Biden. Él fue fiscal general de Delaware, mientras que Harris se desempeñó como fiscal principal de California.

Aunque Harris y Biden se enfrentaron ferozmente durante la temporada de primarias, los dos habían reparado su relación mucho antes de convertirse en compañeros de fórmula. Ahora se conectan con frecuencia por teléfono y tienen una buena química, aunque socialmente distanciada, según personas cercanas a ambos. Forjar una relación sólida, dicen quienes conocen a Harris, sigue siendo un objetivo primordial.

Aceptar ser compañera de fórmula de Biden obligó a Harris a hacer otros ajustes, además de canalizar sus aspiraciones de éxito.

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Durante la mayor parte de sus casi dos décadas en la vida pública, Harris mantuvo a su lado el mismo círculo de estrategas familiares y con sede en California.

La gran mayoría de ese círculo íntimo ahora fue puesto a un lado, o al menos a roles no oficiales, ya que Harris llevó solo un puñado de empleados para aumentar los que le asignó la campaña de Biden (y se ha mantenido en contacto con algunos de sus veteranos colaboradores a través de mensajes de texto y llamadas telefónicas).

Quienes hablan con Harris aseguran que ella considera que los cambios -en el estilo, en su enfoque de la campaña, en los rostros que la rodean- bien valen los objetivos que ahora sigue: reemplazar a Trump con Biden y convertirse en la primera vicepresidenta de la historia.

“Romper barreras implica sacudir las cosas”, afirmó Harris recientemente a cientos de mujeres conectadas vía Zoom para una recaudación de fondos. Por difícil que pueda ser, añadió, “vale la pena cada vez”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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