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La historia racista detrás del auge de las autopistas interestatales en Estados Unidos

August 1951 photo of construction of the Harbor Freeway in downtown Los Angels
Foto de agosto de 1951 durante la construccción de la autopista Harbor, en el centro de Los Angeles.
(Los Angeles Examiner via Getty Images)
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Cuando el presidente Eisenhower creó el Sistema de Autopistas Interestatales de Estados Unidos en 1956, los planificadores del transporte destrozaron las zonas urbanas del país con carreteras que, con intención e indiferencia, destrozaron muchas comunidades negras. En total, solo en las dos primeras décadas de construcción de las autopistas, más de un millón de personas perdieron sus hogares en todo el país.

En Nashville, las autoridades civiles añadieron una curva a la Interestatal 40 en 1967 para evitar una comunidad blanca, pero en cambio derribaron cientos de casas y negocios en un destacado barrio negro. Los planificadores de carreteras de Birmingham (Alabama) hicieron lo mismo al trazar la Interestatal 59.

Después de que los líderes del Ku Klux Klan y otros destruyeran el barrio de Greenwood de Tulsa (Oklahoma) hace un siglo en la masacre racial más mortífera del país, los residentes reconstruyeron rápidamente la zona comercial conocida como “Black Wall Street”. Pero el barrio fue demolido definitivamente cuando la Interestatal 244 y la U.S. 75 fueron construidas atravesando el centro en 1971.

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En múltiples puntos, el recorrido este-oeste de la Interestatal 10 a través del condado de Los Ángeles engulló distintos barrios negros y latinos.

En Boyle Heights, las autopistas, incluida la intersección de 135 acres de extensión ubicada en el este de Los Ángeles -una de las más transitadas del país, donde confluyen las interestatales 5 y 10, la U.S. 101 y la ruta estatal 60- expulsaron al menos a 10.000 personas de lo que era una comunidad mexicana y multiétnica en las décadas de 1950 y 1960. En el sur de Los Ángeles, una zona negra acomodada llamada Sugar Hill fue arrasada. Luego, para construir la terminal de la Interestatal 10 junto al Océano Pacífico en Santa Mónica, los ingenieros arrasaron el barrio de Pico, obligando a marcharse de esa zona a los núcleos de residentes negros, mexicanos y japoneses.

Todo esto ocurrió no solo por la toma de decisiones explícitamente racistas, sino también por la forma en que la raza influyó en la política económica y de vivienda del país en aquella época, dijo Éric Ávila, profesor de historia y estudios chicanos en la UCLA y autor de varios libros sobre autopistas urbanas.

El programa de autopistas funcionaba en consonancia con los esfuerzos contemporáneos de renovación urbana, cuyo objetivo era eliminar las viviendas y los negocios que se consideraban deficientes y sustituirlos por nuevos desarrollos y rutas de desplazamiento fáciles para los recién llegados habitantes de los suburbios.

Pero esos nuevos residentes suburbanos eran casi todos blancos. Las prácticas inmobiliarias discriminatorias y los préstamos a bajo interés concedidos solo a los residentes blancos impidieron que otros se trasladaran a las nuevas subdivisiones. Por el contrario, los constructores de autopistas a menudo defendían la adquisición de propiedades en los barrios negros argumentando que la tierra era más barata allí, un hecho que se basaba en las políticas discriminatorias de hipotecas respaldadas por el gobierno que desalentaban la inversión en las áreas negras.

“Los barrios negros se consideraban una lacra, unos tugurios”, dijo Ávila. “La perspectiva dominante de la época era la de erradicar “la plaga”, deshacerse de los barrios marginales. Estos sitios fueron simplemente eliminados sin ningún esfuerzo para remediar el daño que se hizo”.

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Otra razón por la que las autopistas atravesaron los barrios negros y latinos fue el poder político. A medida que aumentaba la reacción generalizada contra la construcción de autopistas a finales de la década de 1960, las comunidades blancas a menudo podían bloquear las carreteras o conseguir que se desviaran.

En todo el sur de California, las autopistas que pasaban por encima de los barrios negros y latinos -como las interestatales 5, 10 y 110- se terminaron de construir, mientras que las que se proponía que atravesaran zonas más blancas y prósperas en Reseda, Laurel Canyon y Beverly Hills se detuvieron.

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