El drama de los niños centroamericanos que emigran solos hacia los EE.UU., expuesto en una obra teatral
El escenario es austero, salvo por siete cajas de madera, alineadas como vagones de tren y bañadas por la luz dorada del atardecer. Uno a uno, los chicos suben encima de esas cajas, que retumban y se agitan bajo sus pies, como si el tren de carga donde están posados estuviese en movimiento. Balanceándose para mantener el equilibrio, los adolescentes miran a la audiencia y declaran, abiertamente, cuáles serán sus sueños una vez que crucen la frontera de México y los EE.UU.:
“Yo quiero ser maestra. Esa clase de maestra que los niños miran con caras como ésta”, dice Jasmín, con expresión de asombro.
“Un médico que también canta rap. Para mantener felices a mis pacientes”, afirma Poncho.
“Quiero tener la vida que yo decida. Sin que nadie me diga cómo pensar, qué es lo que debo hacer”, declama Ernesto.
A medida que revelan sus futuros ideales, cada uno de ellos desliza un papel en una botella de vidrio. “Quiero ver a mi madre en San Antonio”, agrega Ernesto, con los ojos vidriosos por las lágrimas. “Que Dios vele por nuestro viaje y lo bendiga con su sangre”.
El ensayo, en un espacio teatral del California Institute of Arts in Valencia, pertenece a la obra “Shelter” (o Refugio), una nueva producción que da voz a los miles de niños centroamericanos que cada año intentan escapar de la violencia en sus países natales, emigrando a los EE.UU. sin sus padres o tutores.
Escrita por la docente de CalArts Marissa Chibas, y dirigida por Martín Acosta, quien reside en México, la pieza transmite las trágicas historias de los niños a bordo de estos ingratos trenes de carga, apodados individualmente “La Bestia”, en los cuales muchos migrantes caen, o pierden sus extremidades, o son secuestrados y obligados a trabajar para los cárteles de la droga en México, o para el comercio sexual. La producción también sigue a los personajes a través de los sistemas de inmigración y refugio para jóvenes, luego de su ingreso a los EE.UU.
Presentado por el Center of New Performance de CalArts, y con actores de dicha universidad, “Shelter” se estrenará el 8 de abril próximo en Lincoln Park, en el barrio Lincoln Heights, de Los Ángeles.
Chibas -nativa de Nueva York, hija de refugiados cubanos y ahora docente en CalArts- cuenta que en 2013 se sintió perturbada con la cobertura mediática de los jóvenes centroamericanos que, sin compañía, buscan refugio en este país. Gran parte de estas noticias, dice, eran frías y basadas en números. “Yo estaba horrorizada por lo que estos chicos estaban pasando, y por el foco puesto en las cifras”, señala Chibas. “¡60,000 niños! Y palabras como ‘enjambres de recién llegados’. Guau... Hay una historia de seres humanos detrás de ello, y yo no la estaba leyendo. Eso fue lo que realmente me impulsó a hacer esta obra”.
Así, Chibas pasó más de un año investigando. El proceso incluyó entrevistas con niños inmigrantes de América Central que ahora asisten a la Escuela de Historia y Artes Dramáticas de Glassell Park, y con voluntarios de derechos de inmigración en un refugio para jóvenes de San Diego.
Algunos de los estudiantes secundarios con los que Chibas habló fueron testigos de los preparativos de “Shelter”, en CalArts. “Realmente quería que sintieran el poder de sus historias, contadas desde el escenario. Se conmovieron mucho”, dice la docente. “Inmediatamente, algunos rompieron en lágrimas. Uno de ellos me dijo: ‘Me siento muy representado’”.
Siete actores desempeñan múltiples roles y canalizan estas historias, así como las experiencias de los abogados y trabajadores sociales de estos niños, durante los cuatro actos de “Shelter”. En un tramo de la obra se relata las experiencias de los jóvenes en el tren; en otra parte se ahonda en las raíces históricas de la cuestión.
Chibas había leído el libro de Sonia Nazario llamado “Enrique’s Journey”, basado en su premiada serie homónima de historias publicadas en 2002 por Los Angeles Times, que relataban los viajes de un muchacho desde Honduras hacia los EE.UU.
Otro acto de “Shelter” expone diferentes perspectivas acerca de la inmigración, contadas desde los comentarios de lectores en un artículo de Nazario que fue publicado en 2014 en el New York Times.
Chibas afirmó que era importante para ella presentar distintos puntos de vista de la inmigración, porque es un tópico polémico y no todo el mundo simpatiza con la difícil situación de estos niños; ni siquiera los ven como refugiados. “Algunas personas dicen: ‘Estos no son refugiados; no son nuestro problema’. Para otros, éste sí es nuestro problema, porque ¿quiénes compran la drogas que crean esta guerra?”, señala Chibas, en referencia a una de las fuentes primarias de violencia en los países nativos de estos jóvenes.
Más allá de su peso político y emocional, “Shelter” es decididamente minimalista, con un plató despejado y poco diálogo. La producción intenta ser tan popular como el teatro mismo. Las funciones se realizan en inglés y español, son gratuitas y hay dos versiones: una puesta pensada para el teatro, con un escenario diseñado por Efren Delgadillo Jr., nativo de Boyle Heights; y una versión más ‘transportable’ y reducida al mínimo, con un escenario que consiste básicamente en cajas de cartón y sillas, para que la obra pueda realizarse en centros comunitarios, escuelas y parques.
La versión de Lincoln Park es la más completa, que contiene un diseño de escena al estilo “enunciado poético”, creado por Delgadillo: un contenedor de 20 pies convertido en vagón, pintado con grafitis en su exterior e iluminado por dentro. Los intérpretes actúan dentro, sobre él y en sus alrededores. Y cuando la función termina, “todo en la producción se mete en el contenedor y se carga como un camión de remolque, listo para ser llevado a su próxima ubicación”, explica Delgadillo.
“Shelter” es tanto un vehículo para la educación y el desarrollo personal, afirma Chibas, como un proyecto teatral con participación de la comunidad. Conferencias, improvisaciones musicales y sesiones de preguntas y respuestas se organizarán antes o después de la mayoría de las funciones en Lincoln Park, en la adyacente Plaza de la Raza. En febrero pasado, Chibas realizó talleres de empoderamiento llamados “I Too Am Somebody” (o Yo también soy alguien), para estudiantes de secundaria en CARECEN, un centro de apoyo a refugiados centroamericanos cerca de McArthur Park, y en la Escuela de Historia y Artes Dramáticas. Podría haber más de estos talleres en mayo.
“En estos últimos tiempos ha habido muchas conversaciones con odio acerca de los inmigrantes”, señala Chibas. “Y veo los efectos de esto en el cuerpo de los jóvenes; una especie de carga y vergüenza. Así que generamos estos talleres, que se enfocan en lo importante que es llevar un cuerpo orgulloso”.
Para Acosta, en tanto, hacer que “Shelter” resulte sorprendentemente alegre, incluso hasta divertida por momentos, era lo más importante. “Yo no quería hablar de esto en tono muy trágico”, señala. “Está encarado desde el punto de vista de los niños, así que quise que se sintiera casi como un juego, como una aventura épica para ellos”. Incluso el cambio entre inglés y español es deliberadamente al azar, precisa el director, sin seguir ninguna lógica narrativa. “Debe ser como un sueño, un fluir de la consciencia”, dice.
En cambio, la “representación teatral basada en el movimiento”, como se la describe, es especialmente visual, con luces estroboscópicas titilantes que narran los violentos sueños de los niños y pantomimas coreografiadas que ayudan a hacer más clara la narrativa, incluso si uno no comprende el idioma en el cual se habla.
Una de las secciones, sin ninguna palabra en absoluto, es particularmente visceral y conmovedora. Es una secuencia al ralentí en el tren. La acción es brusca, repartida en trozos de movimiento por las luces estroboscópicas superiores; sólo se escucha el clic-clic de una vieja cámara de cine. Un personaje cae lentamente del tren mientras los niños miran, horrorizados. Luego los actores se congelan y el clic-clic perdura. A medida que el tren pasa por un pequeño pueblo, un residente local lanza bocadillos a los niños hambrientos, quienes los atrapan en el aire con sus brazos extendidos. Clic-clic-clic. El resultado es inquietante, gráfico y triste; hasta cinematográfico.
“Este tren no es gratis; créeme, se paga, se paga”, comenta al comienzo un personaje.
Acosta señala que estaba intrigado por el tema, en parte porque “estos niños son invisibles”, dice. “Es una tragedia enorme; ellos mueren en mi país. Y en México nadie habla de ello”.
Acosta y Chibas esperan que “Shelter” realice una gira nacional, aunque todavía están trabajando en los detalles de ésta. Algunas escenas de la versión móvil se realizarán en Pasadena Playhouse el próximo 18 de abril, como parte de un proyecto de participación de la comunidad. La versión completa se interpretará el 22 de junio en una conferencia nacional sin fines de lucro, TCG, en Washington D.C.
Cuanto más amplia sea la audiencia, mejor, asegura Emilio García-Sánchez, de 23 años, uno de los actores de la producción. Para él, “Shelter” es “una punta de lanza en este tema tan importante”. Eso significa que no sólo hay que mirar hacia atrás en las raíces de este tema inmigratorio, sino también hacia el futuro. La posibilidad de soñar, dice el actor, no debe ser subestimada. “Vengo de una larga tradición de personas que han cruzado esa frontera varias veces”, afirma García-Sánchez, quien creció en el Área de la Bahía. “Estos niños son como yo; tienen sueños, desean un futuro mejor. Darle voz a esos sueños ha sido lo más gratificante de todo esto para mí”.
“Shelter” estrena el 8 de abril en el Lincoln Park in East L.A.
Para mayores informes visite la página: www.calarts.edu/shelter
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