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Día sin inmigrantes: algunos dicen que no pudieron darse el lujo de participar, pero miles lo hicieron

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El jueves, miles de inmigrantes dejaron de trabajar y de ir a la escuela para participar en “un día sin inmigrantes”, una protesta destacando las contribuciones que los inmigrantes hacen a los restaurantes, negocios y la economía general de la nación. 

En Los Ángeles, donde los inmigrantes son parte de la vida diaria, el mensaje resonó, pero la participación fue tibia comparada con lugares como Detroit, Washington DC y algunas ciudades de Texas. Muchas organizaciones inmigrantes dijeron que no habían sido informadas sobre la protesta y estaban ocupadas manejando las necesidades de las familias amenazadas por los planes del presidente Donald Trump. Muchos inmigrantes dijeron que simplemente no podían permitirse saltarse un día de trabajo.

After closing their restaurant for the day, Monica May watches while her partner Kristen Trattner hangs a sign above their Nickel Diner in Downtown Los Angeles in solidarity with a national “Day Without Immigrants.” (Mark Boster / Los Angeles Times)

 

Patricia Ortiz, del Proyecto de Derechos de Inmigrantes Esperanza dijo que su organización dejó sus puertas abiertas porque sus servicios eran esenciales para la comunidad.  

“La gente que viene hoy viene porque tienen necesidades acuciantes y pueden ser deportados”, dijo. “Estoy segura de que les encantaría participar y están de acuerdo con la ideología, pero es difícil hacerlo cuando estás preocupado por tus necesidades y problemas básicos”. 

La Coalición por los Derechos de los Inmigrantes (CHIRLA) dijo que decidió mantener sus puertas abiertas el jueves porque sintió que la gente necesitaba sus servicios ahora más que nunca debido a la inestabilidad y confusión provocada por redadas recientes de ICE.

“Decidimos que abriríamos para ellos”, dijo el director de comunicaciones, Jorge-Mario Cabrera. “Tenemos 29 personas hoy esperando convertirse en ciudadanos. Y tenemos otras 35 personas que están buscando asesoramiento legal”.

La protesta fue dirigida al presidente Trump y sus planes para construir un muro en la frontera, retirar fondos federales de las llamadas ciudades santuario y deportar potencialmente a millones de inmigrantes en el país sin documentación. 

En las comunidades con alta presencia de inmigrantes como Maywood, Cudahy, Bell y Lynwood, los negocios siguieron como siempre. Las floristerías, salones de bellezas y taquerías abrieron, así como lavanderías y lavaderos de carros.

Colocando sus maniquíes fuera de su pequeña tienda en Maywood, Ana María Aguilar, dueña de Ruby’s Alterations, dijo que se había olvidado del boicot, y entonces empezó a cerrar su tienda de nuevo.

The co-owners of the Nickel Diner, Kristen Trattner (left) and Monica May closed their restaurant for the day in Downtown Los Angeles and hung a large sign over the door in solidarity with a national “Day Without Immigrants.” (Mark Boster / Los Angeles Times)

“Acabo de regresar de México y me olvidé por completo”, dijo. “Necesitamos apoyar este movimiento. Necesitamos estar unidos”.

Entonces comenzó a levantar los maniquíes y colocarlos de nuevo dentro de la tienda.

“Si no vendemos nada porque estamos cerrados, está bien”, dijo ella. “Quiero mandarle un mensaje al presidente de que necesita tener más conciencia de lo que dice de los inmigrantes”.

No muy lejos, María Ríos, de 39 años, se encontraba parada en la entrada de su casa de Maywood hablando con un vecino. Dijo que tanto ella como su marido ya tenían el día libre, pero planeaban apoyar el boicot no comprando nada en todo el día.

“Vamos a ir al banco a hacer un depósito y ya está”, dijo ella. “Esto es algo que tenemos que apoyar por completo”.

En Bell, Richard Choi, de 62 años, se sentó a leer un documento en silencio detrás de la caja registradora de su tienda de animales. Dijo que se sentía mal pero que no podía participar en el boicot porque no podía permitirse no abrir.

“Me quedo sin negocio”, dijo Choi, con voz suave. “He estado abriendo muy tienda siete días por semana. Estoy cansado”.

“No puedo cerrar”, añadió.

Choi, que es dueño de su tienda de mascotas desde hace 17 años, dijo que apoyaba el boicot de inmigrantes, incluso si dañaba su negocio. Dijo que no le gustaba cómo el presidente quería ir agresivamente tras los latinos ilegales del país.

Más abajo, Rosie García, de 40 años, cargaba dos cubos de basura pesados. Sus guantes azules de gran tamaño cubrían sus muñecas.

“Soy de esa clase de personas que no falta a trabajar”, dijo ella. “Debería aparecer porque quiero que mi jefe sepa que soy de confiar”.

Dijo que saltarse un día de trabajo no era una opción para ella. Ella podía apoyar el boicot, pero no podría hacerlo.

“Trabajo por necesidad”, dijo. “Tengo tres hijos. [Si] no trabajo no tendremos suficiente para la renta y la comida”.

García, inmigrante mexicana, dijo que también hizo a sus hijos ir a la escuela el jueves.

“No estaba de acuerdo con la noción de que no deberían ir a la escuela”, dijo ella. “Quiero decir, ¿cómo beneficia eso a los niños? Ellos van a estar sentados en casa viendo televisión, sin hacer nada. Es como impedírselo”.

García dijo que ella trabaja siete días por semana y ha sido una conserje en la plaza de negocios de Bell por tres años. 

Ella y su marido vinieron a Estados Unidos en los años 90 por una vida mejor, dijo.

“Tuvimos dificultades, sí, pero trabajamos duro para que no nos encontráramos en una posición en la que no pudiéramos proporcionar comida o un techo a nosotros mismos y nuestros hijos”, dijo. “Soy pobre, pero trabajamos. Por eso trabajo hoy”.

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