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Una conversación con A.J. Duffy

A.J. Duffy, líder del sindicato United Teachers Los Angeles, da un discurso en la secundaria Jefferson en 2009.
A.J. Duffy, líder del sindicato United Teachers Los Angeles, da un discurso en la secundaria Jefferson en 2009.
(Al Seib / Los Angeles Times)
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Cuando alguien cancela su suscripción y organiza una manifestación de protesta frente al edificio del Times, por lo general no voy a tocar a su puerta para convencerlo de que se suscriba otra vez. Pero siento cierta simpatía por A.J. Duffy, presidente de United Teachers Los Angeles (UTLA), y sé que si se suscribiera al Times sería un líder más inteligente y mejor informado, sobretodo porque hemos entablado una conversación muy necesaria acerca de las formas idóneas de servir a cientos de miles de estudiantes.

La última vez que entrechocamos lanzas fue el verano pasado, a raíz de una columna que yo escribí en la que sugería que él y su sindicato habían dejado pasar la oportunidad de ocupar una posición de liderazgo en la reforma educativa. Duffy luego escribió su propia columna en el boletín de la UTLA, y digamos que no fue precisamente para darme las gracias.

Me parece justo decir que Duffy y yo tenemos una relación amor-odio, y el viernes por la mañana yo estaba ansioso por reavivarla cuando me dirigí a su casa en Palms para tomar un café. Quería hablar de su airada reacción a la serie de artículos sobre la eficacia docente que publicó el Times.

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En la puerta de calle de su casa hay un letrero que dice: “Aquí vive un oso viejo con su miel”.

La miel es Carol, su bella esposa, quien antes de jubilarse trabajaba de asistente de educación especial. Carol dice que echa de menos el Times, especialmente la edición dominical. Como su esposo le ha quitado ese placer, estoy pensando que el domingo voy a llamar a Carol para leerle el periódico mientras el Oso Viejo come su avena.

Entonces ¿por qué es que Duffy anda tan enfadado ahora? Como bien saben los lectores, el Times utilizó un modelo estadístico llamado análisis de valor agregado para revisar los puntajes que obtuvieron los alumnos en los exámenes y determinar qué maestros de tercero a quinto grado lograban más mejoría en esos puntajes. Luego el periódico publicó los hallazgos en una base de datos que menciona a los maestros con nombre y apellido, lo cual resulta comprensiblemente doloroso para algunos.

Ha surgido una tendencia a nivel nacional de utilizar este tipo de análisis como un componente de la evaluación de los maestros. Tanto la Junta Estatal de Educación de California como el distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD) han brindado su apoyo a la idea. La misma Randi Weingarten, presidenta del sindicato American Federation of Teachers, señaló a un periodista del Times que ha negociado 54 contratos con sindicatos docentes que incluyen alguna forma de análisis de valor agregado. También afirmó que los padres tienen derecho a saber si la evaluación de los maestros fue satisfactoria.

¿Y Duffy qué piensa?

Prefirió matar al mensajero y movilizó a sus subalternos para desfilar alrededor de nuestro edificio con pancartas que acusan al periódico de haber agredido a los maestros.

“¿Qué es lo que lograron?”, le pregunté en la sala de su casa.

“Logramos lo que nos propusimos”, respondió, lo que era “atraer la atención de los medios” y dar a conocer la perspectiva del sindicato.

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Duffy y yo estamos de acuerdo en muchas cosas. Él afirma que es difícil evaluar cabalmente a los maestros porque hay demasiadas variables, y tiene razón. También sostiene que los exámenes estandarizados son imperfectos y que deben revisarse para medir mejor la capacidad de cada alumno para emplear sus propios criterios para pensar las cosas. Su postura de que las fórmulas de valor agregado no son perfectas es acertada. Duffy insiste en que hay que mejorar la capacitación de maestros en las escuelas de pedagogía y que tanto los administradores como los padres deben involucrarse más. Y considera vergonzoso que California sea uno de los estados con menor gasto promedio por estudiante. Amén.

Duffy es crítico de la filosofía educativa actual: “¿Qué hemos hecho?”, pregunta, “¿educar personas o enseñarles a rendir examen?”

Buena pregunta. Pero aquí va otra: ¿Por qué UTLA se resiste a la reforma de las evaluaciones en lugar de liderarla?

El estudio del Times identificó a cientos de maestros que hacen una labor sobresaliente en circunstancias muy adversas. ¿No es eso digno de celebrarse?

Por supuesto que la fórmula de valor agregado tiene sus defectos, pero si un maestro de cuarto grado consigue elevar los puntajes de sus alumnos consistentemente y otro no lo hace ¿no será que este último deba recibir algo de capacitación?

Y si ese maestro recibe ayuda, ¿acaso no se beneficiarían los maestros de quinto grado?

Y lo que resulta todavía más importante, ¿no sería mejor para los alumnos?

Duffy no da respuestas directas a este tipo de interrogantes. Lo que sí dijo es que la función de un buen administrador es saber quién necesita ayuda.

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“Se sabe quiénes son los buenos maestros”, apuntó Duffy, ante lo cual yo casi me caigo del sillón porque Duffy suele oponerse a todo lo que implique reconocer que algunos maestros son mejores que otros.

De hecho, con frecuencia los maestros y los administradores saben quiénes son los maestros más competentes. Pese a eso, no se les recompensa, y los maestros de bajo rendimiento no tienen mayor incentivo para mejorar. Entretanto, da pasmo el que más de la mitad de los estudiantes del LAUSD no se gradúan con su clase.

Duffy indicó que el sindicato estudia distintas fórmulas empleadas por todo el país para la evaluación de maestros y que está dispuesto a considerar algunas de ellas. Le gusta el concepto del examen de colegas, en el que la observación y calificación de los maestros está a cargo de otros maestros y administradores. Los que no dan la talla reciben capacitación. El líder sindical estuvo de acuerdo en que es bastante inservible el sistema actual de evaluación, en el que un administrador pasa al vuelo por la clase y da al maestro una calificación de satisfactorio o insatisfactorio.

Le pregunté si estaría de acuerdo con un sistema en el que del 70 al 80 por ciento de la evaluación se basara en el examen de colegas, con la parte restante según los puntajes de valor agregado.

Una vez más, no dio una respuesta directa. Está dispuesto a debatirlo, pero se muestra escéptico ante la idea de que exista una fórmula confiable para calcular el valor agregado.

Aquí en el Times tratamos de ser líderes de ese debate. Creo que los contribuyentes, así como los casi 700,000 estudiantes cuya educación financian, se beneficiarían si un hombre con la experiencia de Duffy participara en el debate en lugar de protestar.

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Carol, ten paciencia. Y dile al Oso Viejo que si cambia de opinión acerca de la suscripción, yo mismo le entregaré el periódico a su puerta durante una semana.

Steve.Lopez@latimes.com

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